No tardaron el olerle mal los refugiados sirios, libios, palestinos y subsaharianos a la Europa progresista. Un grupo de familias mal alimentadas y cansadas de un mar poco amigable se transformaron en una amenaza y dejaron de ser fuerza de trabajo. Mucho menos tiempo le tomó a su aparato ideológico -The Economist,Der Spiegel, El País, Liberation- adosarles la culpa del terrorismo que ese mismo continente cínico concibió para destruir los Estados-nación de donde provienen. El Imperio que se muerde la cola.
En algún lugar de su obra Henri Pirenne apunta que los bárbaros fueron empujados hasta las puertas de Roma. Tras genocidios disfrazados de conquistas, esclavitud discrecional de sus vecinos más pobres, el Imperio de entonces terminó a manos de quienes fueran su carne de cañón. La dinámica del Imperio, como máquina de producción histórica, llevando al límite sus consecuencias. Este perverso sistema de control social no se estaba viniendo abajo: se estaba reacomodando. Se preparaba para un mundo donde las fuerzas cambiaban. Es decir, el Imperio no se estaba terminando. Comenzaba la más aterradora de sus versiones.
En la actualidad asistimos al remodelaje de las reglas internacionales. La fase del Imperio que crea las condiciones para la inducción de micro-crisis para abortar sistemáticamente el derecho internacional. Refugiados, ataques preventivos, secretos sistemas de vigilancia. Próximo paso, las libertades individuales. Las primaveras árabes, las invasiones que de ellas se derivaron, el bombardeo a los mercados de materias primas, así como el asedio mediático/económico a los gobiernos no alineados, son pasos acelerados a una estrategia de demolición controlada de los Estados-nación. Una estrategia mundial de reacomodo del Poder, de los capitales incómodos con gobiernos que no obedecen y cansados de sociedades que solicitan más acceso a bienes y servicios desde todos sus estratos. Algo nos demuestra este nuevo esquema de control mundial, el futuro no es para todos. Sólo para los grandes capitales, o quienes los vigilan.
Desde la mediática (redes sociales, networks televisivos, oficinas de prensa de grandes gobiernos) se avanza sin detenimiento en la derogación de los imaginarios de reivindicación histórica a través de una profilaxis política, con un sencillo esquema: la transferencia de la responsabilidad de la crisis global a los gobiernos locales y la resolución de este conflicto (mediático, imaginario, fantasmático) con la caída no sólo del señalado gobernante, sino de todo el aparato nacional, jurídico, militar y económico que este implica.
Vivimos el avance global de una forma imaginaria de gobierno
Los ejemplos abundan, los sucesivos aparatos estatales de opción entreguista (injertos por la OTAN, Usaid, NED, etc.) luego de estos procesos de infección prolongada no han sido capaces de resistir escenarios de una abrumadora y frágil gobernabilidad. Ejemplo: la Colombia de Santos, la Argentina de Macri, el México de la tele/narco/política, ni hablar de Irak, Siria, o lo que debe quedar de Libia.
Vivimos el avance global de una forma imaginaria de gobierno, del predominio del accionar social desde el control emocional. Como lo señala acertadamente el economista Max Keyser, una humanidad insectificada, una sociedad automatizada por la abrumadora avalancha de desinformación en forma de deseo opaco desde las redes sociales. La seducción del narco dinero, de la prostitución legitimada en actrices de reality shows, de la juventud como un confortable estado del ser donde las posiciones políticas no son necesarias, crean el cemento (ideológico) para esta nube que ahora cubre un mundo que cambia sin notarlo.
Sólo lo nota el Imperio. La crisis de refugiados viene a manifestarse como un síntoma ya conocido. El Imperio se resquebraja y sólo ellos lo saben. ¿Ellos lo saben? Sin duda. La nueva lógica es cosechar el caos: crear las reglas desde la excepción, los controles desde el caos. El derecho internacional desdibujado, los postulados teóricos posteriores de la II Guerra Mundial se vienen abajo. Miramos ya sin sorpresa la sombra de múltiples Estados eunucos, coaliciones gubernamentales quebradizas, tratados comerciales que suenan cada vez más a capitulación de las soberanías a favor de los mercados, pero sobre todas las cosas un escenario imposible de leer.
No puedo terminar de escribir estas notas sin pensar en dos asuntos. El primero, como encajan todas estas piezas en el escenario venezolano. Un teatro de operaciones donde la caotización de la distribución de alimentos ha dado espacio a la amenaza de la paramilitarización de este importante rubro. Como dato, la anécdota de hace unos días, en la que una sede de Mercal ubicada en El Valle fue asaltada con armas largas para retirar todos los alimentos allí almacenados. Lo siniestro del ejemplo es la discusión en malos términos que hacía pocos días los vecinos de la zona sostuvieron con los bachaqueros y contrabandistas que pretendían hacer uso indiscriminado del espacio.
El segundo asunto es la suerte de los refugiados sirios, libios, palestinos e iraquíes que ahora caminan como fantasmas por los bosques de Grecia y Macedonia, o los que mientras usted lee estas líneas naufragan en algún lugar del Egeo. Tras los atentados en Bruselas, y la estúpida campaña de redes sociales de las papas fritas, el tema fue clausurado por el sistema de control que acabo de relatar. Retomando las analogías históricas, en esa misma región, en la actual Bélgica, mil 200 años atrás, Carlomagno llevó a cabo el genocidio de casi 3 millones de sajones, y otros pueblos germánicos que allí habitaban. Tras unos siglos después, esos pueblos retornaron a esa zona convertidos en amenaza, y en otra señal de fuego para el fin de otro Imperio. El nombre de esa amenaza eran Los Vikingos.
¿Nos tocará volver a nosotros?
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