William Serafino
La liberación del ciudadano estadounidense Joshua Holt tras una reunión entre el presidente Nicolás Maduro y el presidente (republicano) del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, Bob Corker, parece dibujar un nuevo momento en las tensas relaciones entre Estados Unidos y Venezuela
Contexto político de la liberación
El ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, afirmó que la medida estuvo enmarcada en la primera línea de acción anunciada por Maduro como parte del nuevo ciclo político y constitucional del país.
Esta primera línea corresponde al inicio de un nuevo proceso de diálogo, pacificación y reconciliación nacional, con el cual se intentará, en palabras del primer mandatario, "superar las heridas que dejaron las guarimbas y las conspiraciones".
Rodríguez recalcó que la propuesta de liberar a Holt partió de una solicitud de senadores y congresistas estadounidenses, en medio de un conjunto de reuniones que tienen meses desarrollándose con el Gobierno venezolano.
Rodríguez se refería al encuentro entre el senador demócrata Dick Durbin y Maduro que tuvo lugar el pasado mes abril, y al acercamiento del asesor del Comité que preside Corker, Caleb McCarry, quien viajó a Venezuela el pasado mes de febrero a petición del senador republicano del estado de Utah, Orrin Hatch, para tratar el tema de Holt. Esto último develado según fuentes citadas por el medio Fox News.
En el caso específico de McCarry, según Associated Press, conoce al presidente Nicolás Maduro desde hace 15 años. Junto a varios sectores de la política estadounidense, integraron una iniciativa informal denominada Boston Group, con la que se buscaba reparar las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos luego del golpe de Estado del año 2002.
El pasado día miércoles, como respuesta a nuevas sanciones de la Administración Trump, el presidente Maduro anunció la expulsión del encargado de negocios, Todd Robinson, y del jefe político de la embajada, Brian Naranjo.
Acorde a un análisis publicado con anterioridad en esta tribuna, la acción buscaba precipitar dos posibles reacciones al día siguiente: o se abría un canal de negociación directo para salvaguardar el contacto diplomático con Caracas y las gestiones por la liberación de Holt, o aumentaban su cota de responsabilidad pública en la crisis económica nacional empleando mayores sanciones contra el país.
Para Estados Unidos ambas reacciones implicaban asumir costos políticos, en cambio, para el Gobierno venezolano significaba obtener una ventaja táctica y, sobre todo, tiempo político; este último un activo cada vez más importante de labrar frente a las graves amenazas que se ciernen sobre la nación.
48 horas después de haber sido declarado "persona non grata" a Robinson, el senador Bob Corker entraba al Palacio de Miraflores, acompañado por el gobernador del estado Carabobo, Rafael Lacava, para reunirse con el presidente Maduro.
Más allá de Holt
Aunque el efecto político posterior a la reunión se centró en la liberación de Holt, debido a que Trump lo recibiría en la Casa Blanca, del contexto político general emana un conjunto de detalles clave que no se pueden perder de vista:
1) El Gobierno venezolano tomó la iniciativa política en medio de las tensiones crecientes con Estados Unidos, precipitando que un peso pesado en la formulación de la política exterior como Míster Corker, buscara mantener el canal de negociación para controlar los daños de una inminente ruptura de relaciones que pusiera en peligro el rescate de Holt y el contacto con Caracas. El riesgo era superior para ellos.
2) Las represalias prometidas tras la expulsión de Todd Robinson quedaron en aplicar el recurso de reciprocidad contra funcionarios venezolanos, lo que podría implicar, al menos por ahora, un freno parcial en el conjunto de acciones coercitivas que se anunciaban como respuesta inmediata al triunfo electoral de Maduro y que suponían presiones contra Rusia y China. Una muestra de debilidad justo cuando necesitan (geopolíticamente) mostrar todo lo contrario.
3) La narrativa de desconocimiento a la institucionalidad venezolana por parte de la Administración Trump queda públicamente descolocada. El encuentro propiciado por Corker se corresponde a una negociación que parte de un reconocimiento implícito entre las partes, algo que en su testimonio dejó ver el senador empleando un tono sobrio, dialogante y no conflictivo. Esto contraviene la línea de Rubio, quien depende de tener un verbo agresivo contra el país para mantener su curul en el Senado y a flote a sus operadores internos como María Corina Machado. La desmoralización de los actores que han conducido el conflicto con Venezuela es evidente.
4) La sorpresiva visita alcanzó al propio Marco Rubio, al secretario de Estado Mike Pompeo, y hasta al vicepresidente Mike Pence, quienes tomaron distancia de Corker afirmando que las sanciones seguirían, exponiendo públicamente una actuación descoordinada, y sin unidad de criterio, entre factores pesados de la Administración y el Congreso con respecto a Venezuela. Lo refleja bastante bien el desconocimiento que mostraron sobre la reunión y la creación de un canal alternativo fuera de su control, que suma un factor más de complicación a lo interno..
5) Remarcar obsesivamente que las sanciones continuarán es un intento de proyectar fortaleza y determinación para compensar que un influyente senador como Corker abrió un canal alterno de negociación con el Gobierno venezolano, el cual, según la Administración Trump, es producto de una "farsa electoral". Cualquier mínimo acercamiento estaba fuera de la ecuación para mantener la permanente tensión que justificara la escalada, con los eventos de ayer se debilita esa unidad de mando para la venta y exportación.
6) El Gobierno refuerza su línea de diálogo con sectores de poder a lo interno en Estados Unidos, desplazando a los actores tradicionales de la oposición venezolana que intentan seguir fungiendo como mediadores para justificar su existencia política. Justamente la exigencia del diputado Luis Florido sobre "la presión debe continuar por la liberación de 448 presos políticos venezolanos", ejemplifica que no fueron tomados en cuenta y que su papel de bujía dentro de la maquinaria de poder estadounidense puede ser menos necesario a medida que avance el tiempo. Un desplante que vacía de contenido a la MUD y sus distintos nombres artísticos creados recientemente.
Datos del recibimiento de Trump
Luego de abandonar el país con una extensa cobertura mediática que lo mostró sonriente y en excelentes condiciones físicas, hecho que contrastó con la supuesta imagen de "rehén torturado" que intentaron darle los medios, Joshua Holt fue recibido en horas de la noche por el presidente Trump en el Salón Oval de la Casa Blanca.
La cobertura del hecho también fue extensa en suelo estadounidense, Trump hizo del recibimiento un evento especial para mostrar el regreso de Holt como un triunfo de su política exterior. En el Salón Oval lo acompañaba Corker, notándose la ausencia del Secretario de Estado y del Vicepresidente, quienes más temprano buscaban cambiar la dirección de las gestiones realizadas por Corker vía Twitter.
Ganar tiempo es fundamental para coincidir con el engranamiento del nuevo orden internacional
No representan un dato menor estas ausencias, puesto que pareciera ser una decisión consciente restarle impacto en política interna a la negociación paralela emprendida por Corker. Tampoco lo es el barniz de precampaña electoral que le intentó dar Trump al recibimiento. En medio de una errática política exterior hacia Irán y Norcorea, Holt cayó como anillo al dedo para mostrar algo de musculatura en política exterior y ganar apoyo interno.
Mucho de lo sucedido alrededor de Holt tiene que ver en cómo luego se proyecta a lo interno.
El factor Corker y el reflejo de la política interna
Corker es un político influyente dentro del establishment. En sus manos está la supervisión y fiscalización de la política exterior ejecutada por la Administración Trump, también la confirmación del Secretario de Estado y el financiamiento del Departamento de Estado.
Empresario, representante del estado de Tennesse y, como republicano, de línea dura, acompaña la tendencia de renegociar el pacto nuclear con Irán, pero a su vez apoya una negociación con Norcorea y una política exterior más racional que la capitaneada por Trump. En ambas circunstancias ha criticado fuertemente al magnate por no tener una política coherente.
Desde el ascenso de Trump a la presidencia, la relación con Corker ha sido una montaña rusa que ha ido desde enfrentamientos públicos por Twitter hasta jugadas internas en el Partido Republicano y el Congreso para socavar los apoyos del magnate inmobiliario.
Al principio de su mandato, Corker sonó como posible Secretario de Estado, pero finalmente Rex Tillerson fue nombrado. Posiblemente de ese desplante inicial pueden venir las razones de los enfrentamientos.
Trump necesita, dado el momento cumbre que vive a nivel externo, reducir el socavamiento de su agenda diplomática en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado y en el Congreso en general. Las crecientes críticas de Corker a la ruptura del pacto nuclear con Irán, la dura audiencia para confirmar a Pompeo y el conflicto permanente por las reformas fiscales propuestas por la Administración, son sólo algunos golpes de lado y lado durante las últimas semanas. El último escarceo tuvo lugar días antes de que compartieran el recibimiento de Joshua Holt.
Para calmarlo, Trump ofreció hace tan sólo días a Corker ser embajador en Australia, cargo que rechazó por ser claramente un obsequio que poco se corresponde con su capacidad de chantaje desde el Comité de Relaciones Exteriores.
La política interna juega un papel clave, la decisión de abrir un canal de diálogo al margen del Departamento de Estado y de Marco Rubio no corresponde a un único objetivo. La liberación de Holt representa un capital político adicional para Corker, un logro individual, que ahora lo podrá utilizar para presionar a Trump con el fin de lograr concesiones políticas y ganar influencia en asuntos exteriores estratégicos que eleven su perfil político.
Todo apunta a que sube las apuestas para mostrarse como futuro secretario de Estado o vicepresidente, hasta ahora así lo sugiere el uso del Comité de Relaciones Exteriores para fustigar el desastre de la política externa de Trump.
Por Joshua Holt también transcurre la competencia voraz entre la élite estadounidense por las sobras de un sistema político decadente y en pleno proceso de descomposición.
Anotaciones finales y lo que gana el Gobierno venezolano
Al mismo tiempo ese cuadro de competitividad interelite se reproduce en la cuestión venezolana.
En el año 2014 Corker fue acusado por Marco Rubio de bloquear un proyecto de sanciones contra Venezuela desde el Comité de Relaciones Exteriores que preside. En 2015 vino a Venezuela para sostener distintas reuniones con dirigentes opositores como Leopoldo López y funcionarios del Estado como Tarek William Saab, en aquel entonces Defensor del Pueblo.
Durante la visita poco difundida de su principal asesor en febrero, Caleb McCarry, el Departamento de Estado no supo cómo responder y el mismo Marco Rubio filtró a la prensa un comunicado donde se oponía a cualquier negociación que reconociera como un actor válido al Gobierno venezolano, aunque eso implicara la liberación de Holt, como efectivamente sucedió.
La gestión secreta de Corker y su sorpresiva visita a Venezuela pone en un severo cuestionamiento si la agenda capitaneada por Marco Rubio y Mike Pence, en la cual se incluyó recientemente Mike Pompeo por razones lógicas, ha sido efectiva para obtener alguna ganancia política con respecto a la situación en Venezuela.
Corker probablemente usará a Holt para trasladar hacia la Administración Trump (y sobre todo hacia Marco Rubio) los costos de entablar un diálogo con Maduro y mostrarse como un interlocutor efectivo para conducir la política exterior hacia Venezuela y otras zonas geoestratégicas de interés.
El Gobierno venezolano, por su parte, explota estas contradicciones dentro de la élite política estadounidense para ralentizar lo más posible la aplicación de sanciones más severas y crear una red de comunicación a lo interno del establishment que favorezca un desescalamiento de las tensiones, aprovechando la oposición de Corker al gobierno de Trump.
Y esto obviamente tiene consecuencias internas: en el frente opositor ya se está replicando, de una manera mucho más rastrera y despreciable, estas contradicciones en el establishment estadounidense. Lo normal para un subproducto político que viene de la misma línea de ensamblaje.
Los tiempos geopolíticos soplan a favor de Venezuela, y ganar tiempo es una condición fundamental para coincidir con el engranamiento definitivo del bloque euroasiático como pilar de un nuevo orden internacional, donde Estados Unidos y Europa no sean ya el centro definitorio.
En las primeras de cambio, la liberación de Holt y los intereses de Corker pueden engañar nuestra percepción y hacernos pensar que el brazo del Gobierno fue torcido o que la concesión fue muy grande sin recibir nada a cambio. En apariencia, ese cuestionamiento podría tener una cota de lógica lo bastante alta como para camuflarse como verdad.
Pero en política, y mucho más su ejercicio en un momento en el que sobre el país se ciernen grandes amenazas -la inclusión de Colombia como "socio global" de la OTAN, por ejemplo-, es necesario ver la película completa y no sólo la fotografía.
Y son precisamente las medidas de fuerza tomadas luego del 20 de mayo las que, por ahora, mantienen alejadas las posibilidades de una intervención militar, la aplicación de un embargo petrolero como una probabilidad y la obtención de un posible interlocutor como Corker, que prefiere sacrificarse reconociendo a Maduro antes que terminar su carrera política como un simple senador. En el resultado de esa contradicción, siguen perdiendo el pulseo con nosotros.
Sabiendo aprovechar esas circunstancias objetivas ganamos tiempo, que es el oxígeno de nuestra existencia como nación en este complejo momento.
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