jueves, 27 de febrero de 2020

El Caracazo: cuando las campanas del destino doblaron al neoliberalismo



Palacio de Miraflores, Caracas.- Los que morían de hambre, miseria y abandono decidieron bajar del cerro y tomar lo que era suyo y que le había sido negado por los gobiernos puntofijistas. Era el 27 de febrero de 1.989, cuando se escribía la historia del Caracazo y con ello una rebelión, nunca antes conocida en el mundo, contra el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El aumento de la gasolina y del pasaje urbano en un 30%, desde el 27 de febrero y por los tres meses siguientes y que amenazaba con llegar al 100% lo que produjo un paro del transporte y con ello la primera reacción de lo que apenas era el comienzo de la mayor crisis social de la historia de la República.
El abogado y escritor venezolano Luis Britto García, expresó más tarde que “los que incendiaron las busetas en Guarenas, hecho con el cual arrancó la protesta nacional, lo hicieron porque descubrieron que los pasajes de ida y vuelta a su trabajo costaban más de lo que iban a ganar”.
El ejemplo que Caracas dio hace 31 años, era el primer paso para transformar el sistema parasitario que reinaba a merced de las grandes corporaciones internacionales que llenaban sus arcas con la anuencia de los gobiernos de Acción Democrática y Copei, y que de manera complaciente entregaban la nación y sus riquezas a cambio de estrangular al pueblo.
Se encendía la chispa de la conciencia social, hasta ahora dormida por la ausencia de la organización orgánica que nació entonces sin protocolos, ni guiones preconcebidos y que anhelaba un cambio en el sistema de gobierno representativo y que le garantizará seguridad social.
Por la otra parte, el gobierno de Carlos Andrés Pérez, usó los fusiles contra el pueblo humilde y se originó la masacre de quienes se rebelaron contra el modelo económico neoliberal que les arrebató su derecho a la vivienda, la educación, la salud, alimentación y el acceso a bienes y servicios.
“Las medidas que anuncio al país no pueden estar desligadas a preservar la calidad de la vida y el poder adquisitivo”, dijo Pérez, al anunciar el paquetazo, pero pronto se sabría que la realidad era otra.
Las condiciones para la rebelión popular se crearon por los desaciertos de los gobiernos de turno que llevaron a la economía a una crisis sin precedentes y que desembocó en un severo endeudamiento ante el FMI. Los controles de cambio, la corrupción administrativa, los ajustes fiscales y la devaluación de la moneda apenas eran algunas de las medidas que asfixiaban la economía.
Frente a esto, surge la candidatura de Carlos Andrés Pérez, con la falsa promesa de volver al boom petrolero, de su primer mandato (1974-1979). Pero ocurrió lo contrario, más pobreza y hambre, eran las medidas macroeconómicas.
El 16 de febrero de 1989, tras su triunfo, Pérez (AD), quien había sido bautizado con la llamada “Coronación”, y que contó con el apoyo de los presidentes neoliberales de la región, presenta ante el país un programa de ajustes macroeconómicos llamado el “paquete económico”.
El cerebro de esta receta se le atribuye al presidente de Cordiplan, Miguel Rodríguez, y comprendía decisiones extremas sobre política cambiaria, deuda externa, comercio exterior, sistema financiero, política fiscal, servicios públicos y política social, y hasta alcanzar el quiebre de las empresas del Estado y la entrega de la industria petrolera a grandes potencias transnacionales con la fuga de capitales de la nación lo que se traducían en sufrimiento para el pueblo que veía cada más lejos la posibilidad de la seguridad social.
El FMI aprobó un préstamo de 4.500 millones de dólares en los siguientes tres años y 21.000 millones de dólares en los próximos 7 años, lo que multiplicó la deuda externa de la nación.
El país enfrentaba, un severo desequilibrio y la imposibilidad de responder a los compromisos contraídos con la deuda externa que ya sumaba un déficit acumulado de 7.376 millones de dólares entre 1986 y 1988.
Se sumaba el colapso de las reservas internacional, solo se salvó el oro enviado a Londres previo al Caracazo.
Para entonces el 62% de la población vivía en pobreza. La liberación de los precios de los productos de primera necesidad, salvo algunos de la cesta básica, condujo al desabastecimiento, se sumaba el aumento de las tarifas de servicios públicos y el de la gasolina desde el 26 de febrero.
La promesa electoral de Pérez, de una economía emergente se desvanecía y desaparecían lo que hasta ahora había sido el reparto populista de la renta petrolera, los mecanismos de subsidio y se incrementaban las exigencias fiscales entre otras medidas imperantes.
“La gasolina duplicó su costo en un día, y la mayoría de los restantes insumos duplicó y triplicó su precio en igual lapso. El Gobierno liberó las tasas de interés, con el resultado de que éstas rondaron la magnitud usuraria de 100% anual. Para represar la liquidez monetaria, el Estado puso a disposición de los bancos los llamados bonos ceaumentarsex que les pagaban estas tasas estrafalarias a costa del Fisco”, recordó el abogado e historiador Luis Britto García. , destacó AVN.
La masacre
La primera revuelta popular inició en la mañana del 27 de febrero y se prolongó hasta el 9 marzo de 1989. El Ejército y la policía usaron unos 4 millones de balas para reprimir al pueblo, que empobrecido y hambriento salió a las calles para reclamar sus derechos.
La primera víctima fue Yulimar Reyes, estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV), quien fue asesinada en los pasillos de Parque Central (centro de Caracas), por un policía que le disparó perdigones en la cara y el cuello.
Más tarde se conocieron de casi 300 muertos alcanzados por las balas y cerca de 3000 desaparecidos se contabilizaban extraoficialmente. Todos agredidos por efectivos de la Policía Metropolitana y la Fuerza Armada de entonces, bajo la dirección del Ministro de Defensa, Italo del Valle Alliegro. Pérez, calificaba a estos funcionarios como gente “que venía de estratos bajos” y con “vocación democrática”. Con esa bandera asesinaban impunemente.
En sus desmanes, a los dos días del 27 de febrero, Pérez, había activado el “Plan Ávila”, para atentar contra los manifestantes que recogían de los comercios lo que necesitaban, mientras éstos eran detenidos.
Se coartó el derecho a la libertad y seguridad personal, la inviolabilidad del hogar doméstico, el libre tránsito, la libertad de expresión, las reuniones en público y el derecho a manifestar pacíficamente fueron suspendidos durante 10 días. Esta medida incrementó la detención.
En medio de la barbarie, los comerciantes, empresarios e industriales retenían la producción y comercialización en espera del ajuste de los precios y el pueblo ya no tenía que comprar para subsistir.
Los medios de comunicación, al principio manejaron el sensacionalismo, más tarde junto a políticos, dirigentes y gobierno acuñaban términos impropios a la realidad para disimular y falsear la rebelión de los pobres contra el sistema. A sólo horas Pérez, envió sensores a los rotativos para impedir que saliera ante el mundo la verdad de la masacre del Caracazo. Se publicaba solo lo que favorecía a la burguesía. Era la censura a la prensa.
Las balas, los fusiles y allanamientos continuaron de forme deliberada hasta el mes de marzo y en el Cementerio General del Sur, en Caracas, se abrió el espacio denominado “La Peste”, para ocultar los cuerpos de los inocentes asesinados.
Reinaba la inestabilidad política en el país y desde el 7 de marzo de entonces se fueron restituyendo algunas garantías.
La justicia y el renacer de la esperanza
El 27 de febrero de 2013, la Asamblea Nacional juramentó una comisión para investigar la actuación de policías y militares en 1989. Ese mismo año la Fiscalía acusó a Virgilio Ávila Vivas, Gobernador del Distrito Capital en 1989, por su responsabilidad en la masacre. En noviembre de 2014 inició el juicio en su contra.
El Caracazo, dio paso a la esperanza. Llegó la rebelión cívico militar del 4 de febrero de 1.992, con Hugo Chávez y se encendió la llama que hoy flamea a favor del soberano.
“El Caracazo, fue la chispa que encendió el motor de la Revolución Bolivariana", dijo el Comandante Eterno Hugo Chávez, en repetidas oportunidades.
El pueblo es sabio y paciente y escogió el camino de la emancipación, la independencia y el respeto a su soberanía con la Revolución Bolivariana.
Hoy a 31 años del Caracazo, que representa un parto doloroso de la historia el mayor episodio de genocidio en la República y el quiebre de la democracia representativa, el pueblo asume su rol protagónico y constitucional y canta en las calles como Argimiro Gabaldón: “Somos la vida y la alegría en constante lucha contra la tristeza y la muerte”.
Prensa Presidencial/Yndira López

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