CULTURA DE LA INTERVENCIÓN Y VIOLENCIA
La cultura de la violencia estimulada como resolución a las contradicciones sociales encuentra en "La purga" su máxima obra cumbre del fetiche “inmoral” de la explosión y el Estado ultrapolicial.
"Benditos sean los nuevos padres de la patria por permitirnos purgar y purificar nuestras almas. Benditos sean los Estados Unidos, una nación renacida" dice el rezo alusivo de los purgadores que saldrán a matar en las doce horas establecidas para la matazón general que motiva la película.
Así la política de Estado del "enemigo interno" y el salvajismo selectivo se repotencia con el relato progre de una sociedad del futuro cercano en la que se instala una situación de matadero periódico como eje ordenador de la conflictividad social ascendente con la pauperización del pobrerío producto de la deslocalización productiva, el fin de la industrialización gringoamericana estilo Detroit y el nacimiento de una masa laboral sobrante lista a ser purgada por el nuevo sistema de "orden" y "progreso".
Con La purga (versión I y II), el tanque de Universal Company dice "lo que nadie quiere decir" y la pócima esparce humo fetichoso y estimulante sobre la violencia legítima para acabar con la inseguridad ciudadana, la pobreza y el desempleo.
La trama mejor que el desenlace (hasta aquí los que quieren que no se las cuente)
Así es como se "legaliza" que cada persona salga a asesinar al que encuentre en las calles o lo haga por venganza, lo que también vuelve a la "seguridad" individual en un lucrativo negocio para defenderse. La violencia como eje liberador se vuelve un fetiche en las dos purgas ambientadas en un Estados Unidos en el que la pobreza ha disminuido y el desempleo ha bajado a un 1% con "el renacimiento de la economía" de fondo, gracias a la idea de los "Nuevos Padres Fundadores" (así de neoconsevardor y judeocristiano como lo escucha) de permitir una masacre una vez por año.
Así, la purga asesina se convierte en el principal mito de la refundación y unificación de la nación e identidad estadounidense "frente" a una país sumido en el caos delincuencial y al borde de la partición, donde la salida de extrema derecha neoconservadora estilo Tea Party es la victoriosa y legitimada socialmente por la clase media consumista, aterrada por los pobres sedientos de Nikes y Aplpes, y aplicada por los ricos, que hacen de sus sueños una humedad traspasadora de ropa interior.
Bajo ese relato culposo y derrotista del progresismo gringo a lo Michael Moore, se dan distintos elementos para ser analizados:
- En las dos películas los protagonistas son víctimas pasivas que no cuestionan de raíz la purga ni la acompañan en acciones, pero sí la legitiman de una u otra manera al aceptar impávidamente cómo la matazón se masifica hacia personas artificiales constituidas como muertos necesarios por las pantallas televisivas.
- En la primera, las víctimas representan a una familia cuyo principal ingreso es la venta de sistemas de seguridad anti-purga, que la llevan a ser los principales movilizados ascendentes de la urbanización cerrada, y, por ende, a legitimar la muerte como salvación de la nación estadounidense, pese a que sólo los hijos cuestionan entre líneas la fundamentación de este nuevo sistema represivo aplaudido por los padres, "ya que salvo a la Nación".
- Pero las víctimas se ven desprotegidas e inmediatamente rompen con el deber ser de la purga cuando el chamo nerd de la familia deja pasar a la casa a un afroamericano a punto de ser linchado, y una cuerda de ricos con hachas y complejos de Edipo irresueltos se instalan al frente como si fueran el Klux Klan, y amenazan con entrar si no entregan al Michael Brown de ocasión para cubrirle el cuerpo a balazos.
- Acá, el el discurso progre de Universal pone a la familia en un conflicto moral, ya que buscar al negro, atarlo a una silla y entregarlo se convierte en una premisa que inmediatamente es abolida por el juzgado familiar, en el momento en el que el padre y la madre se ven torturándolo para que se entregue y deciden resistir como sea a los locos y quienes vengan atrás.
- Los jóvenes entonces rompen todas las rejas y protecciones del novedoso sistema de seguridad y se meten a cazar a nuestra tierna familia Bambie, que se resiste como puede y sin ojitos brillosos logra matar a los intrusos que deambulan la casa con mascaras diabólicas estilo guarimba party y hachas que dejan chiquito al muchacho de la Masacre de Texas.
- Pero, asesinados a mansalva los jóvenes blancos con máscaras y conflictos edípicos irresueltos, aparecen unos nuevos enemigos que quieren saldar cuentas con la familia: los vecinos del barrio cerrado que envidian cómo "la familia tipo" ha venido haciéndose de reales con la venta de los sistemas de seguridad y deciden purgarla para depurar todos los males que llevan adentro, como si matar una persona fuera un mal yogurt de Polar para evitarel tránsito lento.
- El final obviamente está cantado, porque el Michael Brown de turno logra escaparse y en un acto "heroico" salva a la familia de su masacre, y el giro narrativo moral se centra en el cuestionamiento al sistema constituido en el que los personajes adictos a la purga son presentados como fanáticos cristianos que comienzan su festín asesino agarrándose de la mano y rezando un padre nuestro de agradecimientos a los "Nuevos Padres Fundadores" de la nación.
Pero, lo peor, por lejos, es lo que sucede en la segunda.
Ferguson síntoma y trama del desenlace
La secuela de La purga esta vez extiende la perspectiva desde la urbanización cerrada hacia la intemperie de la calle en el que las "individualidades" salen a "descargar su arrechera" matando gente, amigos, enemigos y cualquiera que se les cruce en el camino, como una especie de democratización del asesinato decretado de facto por la ideología Dick Cheney repetida por su catire George W. Bush.
Pese a esta presentación de individualidades, lo que subyace nuevamente es la relevación moral de varios resortes estratégicos que hacen a la fundamentación del relato progresista:
Uno es nuevamente la presentación de un grueso de protagonistas-víctimas que han quedado fuera de sus casas o han sido atacados en ellas por los mismos purgadores y están escapando en manada de que sean las víctimas necesarias de la purga anual anunciada por TV, como si hubiese cadena nacional de la ultraderecha venezolana y después Nelsón Bocaranda "hablara de los pormenores" de la jornada mandando tuitazos con las coordenadas de las personas que "desearía" matar en la jornada.
A uno de los protagonistas-perseguidos, el macho alfa de la manada, se destaca precisamente por ser un purgador consciente que ha salido a asesinar a quien atropelló a su compañera e hijo en un accidente de carro, lo que, nuevamente, relanza el juicio moral a cielo abierto tan amado por el progresismo pop.
En los purgadores/enemigos se mezclan las individualidades criminales con los que dan rienda suelta al ajuste cuentas y los pelucones que le pagan a las bandas por cada ser vivo entregado para ser asesinado previsa subasta en una especie de reunión psicótica entre gente que podría ser compradora de niños como consumidora de trata de blancas.
Pero, inmediatamente, a los protagonistas-víctimas le salen sus salvadores cuando aparecen en escena un ejército de pobres sublevados (identificados, obviamente, con los afroamericanos) y empiezan la redención al invertir la muerte hacia los ricos bajo el argumento de que la purga sólo está hecha para asesinar pobres.
Con todo estos cables desplegados en el arsenal narrativo, aparecen una serie de escuadrones de la muerte del aparato de seguridad del Estado destinados a asesinar a los residentes de los edificios pre seleccionados por ya sabemos quién, y ahí la individualidad liberadora por primera vez se enrienda con el Terrorismo de Estado y la solución final nazi custodiada por la parafernalia mediática frenandp el accionar del ejército de pobres sublevados, que cierra el mensaje de fondo.
Así el Estado de Seguridad Nacional para contener a los pobres aplicado en Ferguson hace su aparición de manera planificada y solapada, como fin último del toque de queda libidinoso de la muerte y el progresismo moral festeja con su presentación conspiranoica en clave de denuncia.
Sin embargo, no escapa a las líneas base de los bloques narrativos que el cine propaganda de Hollywood usa con el auge del género futurístico. Esas utopías negativas basadas en imaginarios construidos que caen indeclinadamente en la instauración del fascismo como única solución para que los ricos mantengan sus beneficios ante el conflicto de clases en curso, por el fin de la "calidad" de vida consumista constituida en el mismo imperio.
La purga reedita el éxito de consumo violento del Juego del miedo y golpea a la pequeña burguesía financista de la industria de seguridad con su porno-sueño reprimido de matar un poco de pobres "que no sirven para nada", y así se convierte en más que un relato culposo de la progresía anglo.
Estimular y justificar la violencia hace de lo emocional reprimido un fetiche, y lo vuelve un bien transable listo a comprar en los cines con la tercera de la saga en la que veremos qué nueva conducta es legitimada por la industria de la cultural.
El mercado de La purga ya fue creado y el producto ya caló.
No hay comentarios:
Publicar un comentario