Subestimar a Maduro está demostrando ser uno de los más garrafales errores políticos, tácticos y estratégicos de la derecha internacional y venezolana. Es un error inocultable como el sol, en el que incluso incurren camaradas de la izquierda venezolana.
La realidad política venezolana es tan intrincada a veces, que mucho de lo dicho en el espectro público de la opinión puede verse rebatido por la realidad con una dinamicidad pocas veces vista en la política de cualquier país del mundo. No hay reglas de la predictibilidad politológica que sean infalibles a la ebullición venezolana. En Venezuela no funciona el cientificismo social de librito, a menos que se reconozca como hecho que el cambio social hecho cuerpo en la Revolución Bolivariana es en esencia una montonera (como las de Boves) donde se deconstruye y se rehace la política, en todos sus niveles, en todas sus formas.
Si duro es analizar la política nacional, es más duro todavía definir los designios de quienes tienen posiciones importantes en la política nacional. Quienes marcan una agenda con sus palabras y acciones siempre están sujetos a estimaciones, subestimaciones y sobreestimaciones.
Pero veamos la situación en contexto: hay un presidente que fue conductor de autobús en el Metro de Caracas, dirigiendo una revolución política. Hay factores sociales con una cultura y claridad política arraigada, luchando desde los mismos cimientos de la sociedad por la construcción de nuevas formas de hacer política. Hay movimientos sociales, bases del PSUV y otros partidos revolucionarios, comunas en construcción, consejos comunales, todos alineados en favor de hacer tambalear la política convencional, para desmontarla y hacerla pedazos para que la gente la ponga al servicio de todos y todas.
Las amenazas de golpe de Estado de la ultraderecha son tan consistentes, inminentes y apremiantes, que irremediablemente Maduro ha tenido que actuar, y lo seguirá haciendo
Justo en estas coyunturas, cuando también otra parte del país navega en la inconformidad opositora, pero también en su desasosiego, ocurre la guerra de espectro completo, Maduro asume en medio de la tempestad, el injerencismo tiene tienda montada en las puertas de Venezuela, y la guerra económica se impone con brutalidad y fuerza neurotizante, desmoralizadora y generadora de incertidumbres.
Dadas estas circunstancias, las decisiones puntuales pero definitorias recaen sobre el conductor que lleva el volante, quien ha dicho: “No aceptaré más conspiración contra la democracia cueste lo que me cueste”. Volviendo a uno de los comentarios iniciales, quienes por medio de la predictibilidad política asumieron que el Nicolás Maduro que a inicios de su gestión se reunió con Lorenzo Mendoza y Gustavo Cisneros, y que invitó a gobernadores y alcaldes de la derecha a Miraflores, era un “desviado político” o “un blandengue”, no imaginaron que vendría con puño de hierro a colocar a Leopoldo López y Antonio Ledezma (por ahora) en un lugar donde han debido estar desde hace mucho.
Por caminos que ha tomado la dinámica nacional, a Maduro le ha tocado hacer la política a dos manos. Tendiendo la mano al que quiera recibirla, de manera sincera, y tendiéndole el puño a quien se lo merezca.
Maduro está desafiando el manual del “costo político”, una fórmula creada en la misma democracia burguesa para tolerar impunidades y complicidades. Maduro está asumiendo riesgos inéditos, poniendo en el tapete la desgracia de irremediablemente actuar contra quienes transitan los atajos del enfrentamiento, la violencia golpista y hasta el magnicidio.
Preguntas que hay que hacer alrededor de Maduro
¿Cómo llamaron a Maduro durante su campaña presidencial? ¿Cómo lo han llamado siendo presidente? ¿toripollo?, ¿bobolongo?, ¿bruto?, ¿incapaz, que no toma decisiones? Todos presenciamos la paradoja de un Leopoldo López enviándole a Maduro tweets desafiantes y pendencieros como “¿no tienes las agallas para meterme preso?” para luego declararse “víctima” desde Ramo Verde. Todo en el marco de un fracasado golpe y movimiento insurreccional guarimbero en 2014. La jugada les salió mal.
Más importante todavía es la pregunta: ¿Sabíamos de algún famoso político de oficio, hijo de la oligarquía, mediático y apoyado desde EEUU, que haya pisado alguna cárcel venezolana en cualquier gobierno que precediera al de Maduro? ¿Hubo alguien de la talla de Leopoldo López, un verdadero pez gordo del fascismo, preso?
Haya intromisión de EEUU o no, Maduro actuará. Aunque haya escándalo de la mediática, la derecha y los poderes fácticos que siempre rigieron este país, Maduro actuará. Aunque la derecha internacional afirme que en Venezuela hay una dictadura, Maduro actuará. No hay vuelta atrás. Las amenazas de golpe de Estado de la ultraderecha son tan consistentes, inminentes y apremiantes, que irremediablemente Maduro ha tenido que actuar, y lo seguirá haciendo.
En Venezuela muchos hacedores de la vieja política la hicieron una baratija. El sensacionalismo mediático, los semanarios de chismes políticos que se venden como álbum de barajitas, la política en redes sociales planteada como realidad real, las declaraciones altisonantes de dirigentes de derecha que intentan rankearse en la escena pública, la opinología de derecha y de izquierda, entre muchos otros artilugios, han formado parte de la deconstrucción de nuestros liderazgos políticos. A Maduro le correspondió ser subestimado.
Otras preguntas necesarias por hacer son: ¿Por cuánto tiempo será subestimado Maduro? ¿Cuál será el peso que deberá acarrear la derecha al haber subestimado a Maduro? ¿Los mismos que llamaron a Maduro “bobolongo” lo llamarán ahora “tirano”? ¿Harán ese giro semántico?
Lo que podría venir
La política venezolana llegará a puntos de efervescencia, muy cercanos a puntos de quiebre. La guerra económica, impuesta con toda su dureza sobre la población para chantajearla, para extorsionarla, para torcer su orientación política, continuará con intermitencia a menos que el Gobierno alcance contra viento y marea estadios de gobernanza económica. Sobre esto último, el escenario promete ser mucho más favorable. Una indiscutible victoria de la revolución es el hecho de que la violencia guarimbera no tiene piso político que la respalde y la paz pública es un bien que seguimos consolidando.
La agenda electoral también estará signada por el injerencismo gringo y la lluvia de balas de la mediática extranjera
Las elecciones parlamentarias vendrán en medio de una coyuntura múltiple, ampliada. Antecedida por la guerra económica y por eventos sobrevenidos como el plan magnicida y golpista que el Gobierno desarticula en estos momentos. La agenda electoral también estará signada por el injerencismo gringo y la lluvia de balas de la mediática extranjera, pues Argentina definirá su proceso político en medio de un golpe suave y España también en medio de sus elecciones, en ambos países no se deja de hablar de Venezuela.
En este punto confluirán las contradicciones propias de nuestra política. Muchas decisiones irán a dar a Maduro, sobre su gestión política de la coyuntura dependerá en buena parte el resultado electoral de la embestida, pero también se conjuga en este punto la claridad política del chavismo como movimiento político-social. Dicho de otra forma, de la base chavista depende mucho la comprensión de lo que hoy sucede, su discusión y la fijación de posturas alrededor de Maduro como responsable político de la dirigencia y como timonel de este barco nuestro que llamamos Revolución Bolivariana.
La predictibilidad política y estimar a Maduro puede estar sujeto a ambigüedades. Cualquier variable puede ser insuficiente para definir a un líder de sus características, lidiando entre el idealismo y el pragmatismo con un golpe de Estado sobre su cabeza.
A fin de cuentas, estamos en medio de una circunstancia de golpe continuado, lento, prolongado. Parece un horno, en donde las figuras de barro son metidas crudas y donde consolidan su forma definitiva a fuego lento. Es justo lo que hoy le corresponde a Maduro en su posición de presidente. Ya nosotros tenemos experiencia en eso, como actores protagonistas de lo vivido en 15 años, aquí, abajo, donde tenemos los pies, en el barro, Maduro aprendió con nosotros. Hoy le corresponde asumir el lugar que dejó Chávez, donde está desarrollando su propio estilo, sus propias cualidades, sus propios errores y sus propias virtudes.
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