Expresó el escritor venezolano Luis Britto en el espacio Encuentro con, celebrado en la sala Nicolás Guillén de La Cabaña
Autor: Madeleine Sautié | madeleine@granma.cu
20 de febrero de 2015 00:02:59
Una eficaz coyuntura para ponernos al día sobre las últimas novedades del escritor venezolano Luis Britto —y para escuchar sus criterios en torno a algunas realidades contemporáneas— resultó ser el espacio Encuentro con, que tuvo lugar en la sala Nicolás Guillén de La Cabaña, coordinado por su habitual conductora la periodista Magda Resik.
La orgía imaginaria, de la editorial Fundarte, fue la obra de este autor, galardonado con el Premio Alba de las Letras, que vertebró el primer tema abordado, una entrega reciente que repasa figuras de talla universal como Platón, Miguel Ángel Buonarroti, Carlos Marx, Charles Baudelaire… en relatos que pone a disposición del lector como una suerte de textos “guardados en una botella a ver quién los recoge y los puede considerar verosímiles o no”.
La huella de Cuba, conservada dentro de sí desde los lejanos años en que mereciera el premio Casa de las Américas fue recordada con particular simpatía por el narrador que gracias a esa apertura comenzaría a conocerse entre los intelectuales del continente.
Otorgado por el libro Rajatabla, “fue un premio de gran significación, entre otras cosas, porque en el jurado estaba un muchacho que se llamaba Eduardo Galeano”, expresó. Solo después de siete años pudo viajar a Cuba, un escenario que le resultó impresionante, por ser “un país sometido a un bloqueo feroz que podía ofrecerles a todos sus habitantes la educación, había vencido el analfabetismo, y tenía la salud pública garantizada, cuando en otros países de la región no habíamos podido resolver estos problemas a veces disponiendo de inmensas riquezas”.
A Cuba le agradece haber conocido a importantes intelectuales del continente tanto por las publicaciones de sus respectivas obras como por los encuentros que con ellos sostuvo en la Isla.
Aquí conoció a Benedetti y a muchos otros uruguayos, peruanos, bolivianos que llegaron para exiliarse a causa de la persecución que sufrían en sus países. “Cuba era una especie de refugio de los perseguidos como el propio Benedetti, una especie de pasaporte hacia la vida de infinidad de inteligencias. Eso garantiza el lugar de Cuba dentro del humanismo dentro de las tradiciones de la cultura latinoamericana”.
Respecto al panorama actual y a la posición de la Isla en este entorno apuntó que si bien en aquella época Cuba era “un destello”, una “estrella en un mar de tinieblas”, en la América actual está Evo Morales, Lula, Dilma, Cristina, el ejemplo de Chávez, donde la correlación de fuerzas ha cambiado, y ya no prevalece aquel “dominio omnímodo de herencia imperial”.
Acerca de la industria del entretenimiento alegó que está dominada y que la gente cada vez que va al cine o ve una telenovela o un teleteatro está regida por la orden que da el sentido de la ley del consumo, que significa que tú vales por lo que tienes y de eso es muy difícil desligarse, apuntó. Entre las recomendaciones que ofreció para contrarrestar estos efectos estuvieron fortalecer la comunicación del servicio público y el sistema de medios libres alternativos y comunitarios, como pequeños radios que a veces se escuchan en un barrio, hojitas multigrafiadas, pequeños boletines, tal como se está creando en Venezuela, y sobre todo hacer una legislación que regule el papel de los medios.
La lucha contra la dominación espiritual es la batalla en la que estamos los escritores, artistas, poetas, que pareceríamos la parte inútil de la sociedad y en realidad lo que hacemos es que peleamos esa batalla de uno y otro lado. Los escritores de telenovelas convenciéndonos de que el consumo es la única finalidad de la vida y nosotros tratando de encontrarle una alternativa a ese dogma, concluyó.
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