Wuíkelman Ángel dijo que el Inces fortalecerá conexión orgánica con las comunidades
Esta gestión tendrá como bandera fundamental el diálogo y la construcción conjunta
Wuíkelman Ángel es hijo de la parroquia La Vega. Como buen caraqueño, le gusta la salsa, y la baila. Para él, la salsa es un género musical que refleja la vida de la clase trabajadora —una clase social que se levanta, lucha y sale a defenderse—: abriga las historias de vida del pueblo.
Su mirada, a sus 44 años de edad, es la más conciliadora que puedan imaginarse. Se mostró receptivo, desde el principio de la conversación. El respeto, la serenidad y la atención con que trató mis palabras me dio la sensación de estar frente a un hombre abierto y comprometido. Su carácter se corresponde con el de un hombre centrado en comprender.
Estudió un TSU en Administración y Finanzas, pero su licenciatura la obtuvo en Derecho, en la Universidad Católica Andrés Bello. Desde entonces, ha transitado la ruta de los ensayos organizativos del poder popular. Esta vez, le toca acompañar al Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista.
Sus primeras palabras, al retratarse, marcaron el acento de esta entrevista:
“Venimos de la cooperativa, de las unidades asociativas, de las miradas colectivas. Hemos militado en el tema de la asociatividad como expresión de organización del hecho productivo”.
De una forma u otra, Wuíkelman se ha convertido en el peso de una experiencia concreta: aprecia el sentido de la participación, el diálogo, la revisión y la crítica; tanto que, en algunos momentos, hace pensar que se mueve como un juez de paz.
"Nosotros tenemos un compromiso de escucharlos a todos, desde todos los ángulos, desde todas las posiciones, incorporando elementos que, desde el principio, parecieran contradictorios; pero que, luego, nos damos cuenta de que obedecen a razones de compromiso, de afectividad por el espacio en donde se nos pasa la vida", alertó.
El diálogo es reflexión, insomnio y acción
Wuíkelman no parece ver su gestión desde la subjetividad, sino desde la conciencia del trabajo colectivo: “Nosotros no somos un individuo: somos un equipo de trabajo. Estamos comprometidos con la Revolución Bolivariana. Venimos de una historia de luchas del poder popular, no venimos de la academia —aunque nos hemos incorporado a la academia, y dialogamos con ella—. Venimos de las entrañas del pueblo y hablamos, primero, en colectivo”.
Convencido de que el diálogo es la premisa esencial de la perspectiva crítica, asume el compromiso de abrir y mantener el diálogo —incluso, con los sectores que se resisten al proceso revolucionario— como espacio de encuentro y transformación.
Wuíkelman Ángel es partidario de que los trabajadores del Inces participen en las decisiones políticas y tengan conciencia de que están haciendo un aporte: “Hay un compromiso de la gestión nuestra de abrir todos los espacios que sean necesarios para debatir, para escucharnos, para recoger e incorporar los aportes que podamos tener de los trabajadores. Ese mensaje que queremos llevar al país, para que la clase trabajadora sea la que conduzca y construya la Patria, comienza, esencialmente, por casa”, aseguró.
“Creemos en el diálogo porque, además, es la dimensión que puede frenar algunas aventuras violentas que se comienzan a incorporar en la cotidianidad nuestra”.
El Inces frente a la cámara
Como hombre formado en psicología social, el nuevo presidente del Inces advirtió que la forma de gestionar el cambio tiene unos efectos concretos. Según Wuíkelman, la manera como se instaló el proceso de transformación curricular en el Inces no se corresponde, cabalmente, con dos de las principales premisas de la pedagogía crítica: el diálogo y la participación.
"Esta mirada no niega, para nada, el camino de la pedagogía crítica, sino que implica revisar y determinar las formas para compartir el enfoque metodológico, su alcance, su desarrollo y sus componentes. Nos corresponde a nosotros esta tarea. Hemos encontrado, en algunos espacios, manifestaciones de resistencia e incomprensiones. Hay trabajadores que consideran que nos quedamos cortos en el diálogo. Y yo me atrevo a pensar que, en la construcción metodológica y conceptual, faltó esta parte práctica: ponerla a correr con el diálogo a lo interno".
Según el nuevo presidente del Inces, un ejercicio que debemos hacer, como parte de la pedagogía crítica, es un esfuerzo de debate con los trabajadores en las distintas instancias y espacios para dar a conocer, con mayor profundidad, las bondades y fortalezas que tiene la propuesta en construcción.
"Lo que entiendo es que el paradigma de educación popular es un paradigma que cuestiona la educación aislada y fragmentada: ésa que niega el diálogo de saberes, la contextualización, la razón y la dimensión que tiene un sujeto a lo largo de su vida. La educación popular parte de la historia de vida de los sujetos, de una serie de saberes que se pueden colectivizar. Lo que te quiero decir es que la propuesta de la pedagogía crítica no niega las herramientas tradicionales; nosotros podemos tener cursos, talleres. Ésa no es la discusión, ésa no es la razón última de la acción institucional del Inces".
La última frase me sorprendió; porque, soy de la convicción de que hay unas consideraciones teórico-prácticas para decidir la estrategia de formación, a partir de un examen de los contextos, objetivos y propósitos. Así, le pedí que profundizara sobre su visión en torno al currículo formativo del Inces. Wuíkelman miró al frente, y respondió:
"La pedagogía crítica es una metodología marco para construir el currículo a partir del diálogo constructivo y colectivo de quienes están interesados en formarse. Eso no niega que existan modalidades de formación tradicionales —si tú las abordas como respuestas integrales que posibiliten la comprensión del proceso social de trabajo y la mirada del trabajador como sujeto—. Lo que rechaza la educación liberadora son las herramientas que obedecen a una lógica de dominación, donde el trabajador está limitado a cumplir una función estrictamente instrumental, sin comprender la integralidad del proceso. Esto es: aquellas herramientas que no están orientadas a la transformación de la realidad, sino a esclavizar a una persona como un asalariado, en un puesto de trabajo, como una particular esfera de conocimiento técnico y ya".
Los cinco retos de esta gestión
Hecha la aclaratoria anterior, el tema de los desafíos volvió a imponerse. Hay ritmos y desafíos en los cuales el Inces juega un papel fundamental —dijo Wuíkelman, con una mayor determinación—: si nosotros no damos una respuesta en el campo de lo económico, este ensayo —que ha sido toda una referencia, en Latinoamérica y el mundo, frente a la mirada hegemónica del capitalismo— se nos puede caer.
En su opinión, hay cinco desafíos que tiene el Inces, como promotor de la Revolución del Conocimiento. El primer gran desafío es demostrar que la nueva metodología corre frente a las exigencias del escenario sociopolítico de la Revolución Bolivariana.
"Implica ampliar el relanzamiento del Inces en el marco de la política pública que se viene diseñando para dar respuestas a la construcción de un modelo productivo socialista. Para ello, el Inces requiere avanzar en el encadenamiento productivo de los sectores que se han identificado como prioritarios. Significa que tenemos el compromiso de articular la formación con el encadenamiento productivo".
El segundo reto es garantizar el mayor diálogo posible con los distintos actores que son de ángulos, de intereses y de miradas diferentes. "El Inces tiene una relación con el sector privado cuyos miembros demandan un diálogo, y nosotros tenemos que saber dar respuestas a ese sector, defendiendo nuestra postura, defendiendo lo que venimos desarrollando en este país, desde que llegó el Comandante Chávez".
El tercer reto es promover una mirada del sujeto joven en nuestros procesos, en los niveles estratégico, táctico y operacional. "El Inces tiene un mandato legal hacia el joven, tiene una realidad objetiva fundamental del momento actual con respecto a las respuestas que necesitamos dar a los jóvenes, para su incorporación en el proceso productivo. En el imaginario colectivo, debemos lograr que, decir Inces sea, también, decir joven".
El cuarto desafío es la necesidad del punto y círculo: el Inces debe relacionarse con su entorno, no solo desde la perspectiva de los proyectos integrales socialistas de formación, investigación, producción y servicios; sino, también, desde la acción cultural y el territorio. "Las comunidades tiene una vida intensa, rica en expresiones de lucha y construcción cultural; y nosotros no hemos logrado una integración generalizada con esos territorios: pareciera que estuviéramos de espaldas a un territorio, en donde somos invasores. La propuesta es avanzar en la conexión —orgánica, profunda e intensa— de lo cultural, lo político y lo territorial que, en definitiva, es la construcción de la comuna. ¡Es un aspecto clave! Los trabajadores y, sobre todo, los trabajadores que tienen la responsabilidad de dirección lo deben asumir como un lineamiento".
El quinto reto es la formación de los servidores públicos para transformar la estructura del Estado. "Si bien, en el tema de lo comunal, el Inces viene dando pasos importantes con el tema del desarrollo de los proyectos integrales, también, se nos va a exigir una actuación concreta en el proceso de transformación del Estado, en el cambio de las lógicas y formas con las cuales actúa el Estado respecto a la ciudadanía en general".
Fotos: Prensa Inces
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