A través de micros el Gobierno nacional mantiene una campaña ilustrativa en los medios televisivos del Estado, rotulados como ¡El imperialismo existe!, con la que trata de evidenciar en términos palpables la existencia rea, de ese enemigo fundamental de los pueblos del mundo: el imperialismo, en especial, el estadounidense.
Injerencismo imperial
El propósito de tal campaña es educar a nuestro pueblo en torno al papel injerencista que el imperialismo estadounidense, históricamente, ha jugado, sobre todo, en América Latina; proceso en el que ningún pueblo nuestroamericano ha estado exento de esa intromisión avasallante, cuya finalidad ha sido someter a esta parte del mundo, a la que ha considerado como su patio trasero, bajo sus designios; y para lo cual siempre ha contado con la complicidad rastrera de sectores internos que, inescrupulosamente, se han prestado para facilitar esa relación de sujeción y postración.
Este panorama que ha estado claro tempranamente para los sectores revolucionarios, he allí el Bolívar premonitorio; en cambio, para densos sectores de nuestros pueblos ha estado velado, condicionados, como han sido, por los mecanismos alienantes encubridores de la realidad social.
Por supuesto que nuestro país, petrolero por excelencia, no ha escapado a esa política injerencista. Las élites dirigentes, sin muchos remilgos, jugaron a la postración ante la potencia imperial, garantizándole los recursos energéticos que esta necesitaba para su desarrollo económico y civilizatorio.
En los últimos ochenta años, antes de la insurgencia liberadora liderada por el Comandante Chávez, quienes dirigían al país no cumplieron otro papel sino el de lacayos del imperialismo, y ahora, habiendo sido desplazados del poder, no hacen sino añorar su función lacayuna, prestos, como siempre, a velar por los intereses imperiales, que algunas migajas les queda; de allí la inclemente y feroz oposición que mantienen frente al nuevo esfuerzo liberador bolivariano, caracterizada, entre otros elementos, en el empeño que ponen en banalizar las acciones que comprometan el injerencismo estadounidense en la política nacional.
Crimen político
Este recuento básico de la relación imperio-nación venezolana adquiere relevancia a la hora de analizar cualquier episodio del acontecer político, como es el caso del infausto suceso en el que perdieran la vida el joven parlamentario Robert Serra y su compañera, María Herrera, en las manos criminales de agentes del paramilitarismo colombiano.
El Presidente Nicolás Maduro, en rueda de prensa, acaba de informar al país, detalladamente, los pormenores de la vil acción criminal, quedando evidenciado el móvil eminentemente político de la misma: los paramilitares que sobornaron al jefe de escoltas de Robert no tenían ninguna razón personal para atentar contra su vida, sólo tenían una misión perversa que alguien les había encomendado… y pagado ¿Quién?
No hace falta ser un acucioso investigador para asumir de dónde provino tal encomienda, independientemente de que aún no haya pruebas tangibles que confirmen la presunción que se desprende de lo denunciado por el Presidente Maduro. Pero, hay suficientes razones históricas, políticas, económicas como para determinar el origen de tan nefasta encomienda: Uribe Vélez, el promotor y protector del paramilitarismo colombiano, sus secuaces ultras radicales de la desclasada clase dirigente venezolana y, naturalmente, los círculos imperiales estadounidenses.
Uribe Vélez, por más bravuconcito que se quiera mostrar y, mucho menos, sus congéneres lacayos criollos, no gozan de plena autonomía de acción, para emprender una operación de esta naturaleza requieren del beneplácito y aprobación del “papá de los helados”, como dicen los chamos de ahora, de quienes los determinan desde el Norte. Pues bien, estamos en presencia, una vez más, de otra operación en la que se conjugan, como en el caso de la finca Daktari, el paramilitarismo uribista, ultras radicales de la derecha venezolana y el largo brazo imperial. Y, como en aquella oportunidad, la oposición venezolana, prácticamente, en su conjunto, en vez de deslindarse, opta por tratar de encubrir a los autores reales del crimen, que no son los ejecutores directos, con el velo de que fue obra del hampa común, que tenía como móvil el robo, etc.
No, estamos ante una acción claramente política que persigue, entre otras cosas, enrarecer, enturbiar, el clima político del país con la finalidad de ir creando las condiciones, que le han facilitado, al imperialismo, en otras latitudes, desencadenar guerras civiles e invasivas que le permitan acceder sin cortapisas al control efectivo del poder, sin importarle, claro está, las terribles consecuencias que tales acciones le generan a las sociedades objeto de ese tipo de intervención. Siria, Libia, Irak, Ucrania etc., son ejemplos palpables del injerencismo imperial.
Al trasluz la engañifa imperial
Por tanto, es, por demás, pertinente cualquier esfuerzo del gobierno bolivariano y de los sectores patrióticos para poner al trasluz de nuestro pueblo las pretensiones imperiales de retomar el control del país, contando, para ello, con la aquiescencia y complicidad de la derecha lacaya antinacional. Todavía hay sectores populares que no ven con suficiente claridad la situación planteada, mucho se ha avanzado, evidentemente, la labor de Chávez ha sido determinante, pero en este esfuerzo esclarecedor hay que ser constante no cediéndole ni un ápice a la engañifa imperial ni a los acólitos apátridas, que se empeñan en querer hacer creer que lo del imperialismo es un cuento.
La muerte atroz de Robert Serra y María Herrera es una señal de lo que se plantea el imperialismo en nuestro país, marca un hito en el carácter que se le pretende imprimir a la lucha de clases en la Patria de Bolívar y Chávez; de allí la contundencia con que se le debe responder, aplicando todo el peso de la ley, a quienes le siguen el juego al imperialismo depredador.
miguelugas@gmail.com
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