*Miguel Ugas
Al cabo de 16 años de desarrollo del proceso político bolivariano, cualquier observador medianamente dotado de cierta capacidad analítica podrá determinar la multiplicidad de iniciativas, aviesas, naturalmente, que ha instrumentado el imperialismo con el definido propósito de truncar el rumbo que tiene señalado el pueblo venezolano para afirmar y concretar, ahora sí, la lucha histórica de varios siglos de trayectoria en aras de su independencia definitiva.
La pregunta que habría que hacerse es qué no ha intentado el imperialismo, salvo, hasta ahora, la invasión militar abierta, para alcanzar su objetivo de recolocar a la nación venezolana nuevamente bajo su influencia.
Por supuesto, los lacayos imperiales no se dan por enterados, comenzando que para muchos de ellos ni siquiera existe el imperialismo, cuando se les interpela al respecto tienen el tupé de sostener que hablar de imperialismo es cosa del pasado y que lo que “hace el gobierno de los Estados Unidos es atribuible a su condición de país grande” (economista Maxim Ross en entrevista radial con la periodista Vanessa Davies).
Presión sin parangón
Pero está claro que la realidad es inobjetable y lo cierto es que en todo este tiempo de proceso bolivariano y chavista nuestro pueblo ha sido sometido a una presión sin parangón que, la lacayuna y deficiente oposición venezolana, por si sola, no está en condiciones de concebir y menos ejecutar.
El imperialismo en aras de su propósito ha intentado y sigue probando a través de una estrategia de múltiples aristas socavar las bases de sustentación de la revolución bolivariana, para ello ha apelado a instrumentar las distintas modalidades de desestabilización que ha venido ensayando en distintas partes del mundo.
En los hechos, nos tiene declarada una guerra, en ningún caso oficializada, en la que combina las más diversas acciones con los más disímiles actores, con mucho desparpajo y soberbia pero, igualmente, con mucha paciencia; midiendo la oportunidad que le permita dar su ansiado zarpazo.
Así como promueve la subversión abierta (golpe de abril de 2002, paro empresarial y petrolero, guarimbas e intentos de magnicidios, etc.); incentiva la desestabilización y la guerra económica(manipulación cambiaria, escasez de productos, bachaqueo, contrabando de extracción, alza desmedida de precios, etc.); desarrolla la manipulación y guerra mediática, la guerra psicológica, la alienación cultural, propicia el odio y la disociación social, estimula la presión internacional y diplomática, apuntala el cerco militar (somos un país, prácticamente, rodeado de bases militares gringas).
Toda una estrategia envolvente que, como se ha señalado, la oposición política y económica venezolanas, por sí solas, no pueden concebir y menos ejecutar; requiere del concurso definitorio del omnipresente imperialismo estadounidense, que, con todo, en otros lares, ha sido derrotado por la lucha digna de los pueblos (siendo el caso cubano el más emblemático del hemisferio); y que nuestro pueblo, guiado por una sabia dirección, ha sabido contener en estos 16 años de acoso permanente y sistemático.
Desborde delictivo
Es en este marco referencial en el que habría que ubicar el desborde delictivo que se ha producido en el país en los últimos años, pues, así como se nos han trasplantado prácticas y métodos desestabilizadores en el orden político, económico, comunicacional, cultural, etc., también, en el ámbito criminal-delictivo hemos sido objeto del trasvase de prácticas criminales con la intención de que incorporen su carga de descomposición social y emocional a la estrategia imperial que apunta a dar al traste con la disposición libertaria y soberana del pueblo venezolano.
Es más que ostensible que en los últimos años el código de la criminalidad ha sido alterado con la incorporación de conductas y estructuras criminales que en nada se compadecen con las prácticas tradicionales de la delincuencia en Venezuela. Ahora, estamos frente a una delincuencia desbordada e inducida que no se compadece con los moldes vernáculos.
Bandas criminales y células paramilitares han sido sembradas en diversos puntos de la geografía nacional, impregnando y afectando con sus prácticas por demás perversas la cotidianidad de la vida ciudadana, pretendiendo suplantar, en los espacios que controlan, el funcionamiento institucional del Estado; tal cual como las promocionadas Maras y Zetas en California, México y Centroamérica, organizaciones criminales con las que el imperialismo, a través de sus agencias de seguridad, y los gobiernos de derecha han establecido una determinada relación de connivencia que les permite operar en el “filo de la navaja”; y los Paramilitares en Colombia concebidos, auspiciados y amamantados por la oligarquía colombiana y el imperialismo estadounidense para contrarrestar a las guerrillas revolucionarias permitiéndoles, en contraprestación, la acometida de todo tipo de desafueros y perversidades en contra del sufrido y hermano pueblo colombiano.
Vano intento
Control de territorio, de pueblos, barrios y de cárceles, cobro de “vacunas a cambio de seguridad y protección”, tráfico de armas y de drogas en todas las escalas, dominio del “negocio” del bachaqueo y del contrabando de extracción, sicariato, imposición de formas despiadadas y atroces de matanzas, etc., todo ello, han venido implementando dentro del propósito de propiciar desestabilización social y emocional e incubar miedo y pasividad colectivas; vano intento, pues, la conciencia bolivariana y chavista está bien acendrada de allí la aceptación general que ha tenido la Operación de Liberación del Pueblo (OLP).
OLP que se ha desarrollado, respondiendo al clamor nacional y en el más estricto respeto, como debe ser, de los derechos humanos, y con un elemento estratégico de primer orden: la participación popular, en su instrumentación, a nivel de la inteligencia social, que es la clave para el éxito de toda política revolucionaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario