- El rebelde es un ser necesario en todas las revoluciones. Ha sido imprescindible e importante en toda la historia humana. Sin rebeldía no hay transformaciones, sin tranformaciones no hay historia. Persona o sociedad que se acomoda al estatus es un parásito, un lastre de la historia. Aunque por ahí hubo rebeldes que creyeron en la dialéctica, pero ese discurso es muy largo.
- El rebelde por antonomasia es el ser humano en pobreza que se levanta contra quien ha sido su amo, el explotador. Si los pobres de la Tierra nos hubiéramos dejado arrear desde el principio de los tiempos en una sola dirección no habríamos superado jamás la época de las dinastías o las monarquías. No es que la forma de esclavitud que tenemos ahora en el planeta sea muy de pinga, pero de que hemos avanzado, hemos avanzado. Hay más de un presidente obrero por ahí y eso indica que hemos ganado espacios.
- Hay un momento en las rebeliones o revoluciones en que el rebelde pasional es el protagonista estelar, porque su energía destructora es lo único capaz de sacudir lo establecido con la debida potencia. La fuerza primitiva que se desató en 1997-1998 no degeneró en matanza porque el líder de los rebeldes supo decirnos: "Quédate quieto, marico, no es hora de andar degollando a nadie". Agradezcan eso, escuálidos y empresarios coñoemadres.
- El rebelde genuino nunca deja de serlo. Por cierto que yo nací en los primeros años de la revolución (exactamente en octubre de 2002, cuando se estaba cocinando el sabotaje petrolero y el paro de la burguesía) repartiendo patá e kung-fú contra todo lo que oliera a poder, y eso incluía al Gobierno de Chávez. Cómo ladraba ese perro, nojoda, cómo se encarnizaba contra toda mierda que tuviera tufo a poder, llamárase empresario, cura, patiquín de televisión, diputado o ministro corrupto. Al mismo Chávez le solté un par de vergas porque me parecía que iba lento o se equivocaba en algunas cosas. Pero más allá de ladrar o gritar güevonadas siempre tuve clara una vaina: yo era un rebelde en medio de un proceso rebelde, así que el enemigo siempre fue aquel que está del otro lado de la calle, no los mismos coños que estaban de mi lado, que aunque muchas veces pelan bolas, estaba claro que eran de los míos. Rebeldes como yo.
- Al rebelde genuino puede arrecharle que se negocie con la burguesía en vez de agarrarla, picarla en pedacitos, meterla en un molino de esos de moler carne molida y echársela a los perros. Eso, porque el origen de la rebeldía es primitivo y visceral. Pero hay un momento en que el rebelde genuino debe entender que la continuidad de un proceso rebelde depende de la capacidad para jugar ajedrez cuando llegue el momento. Puedes también lacerarte y sacrificarte y echarte a llorar y suicidarte porque la Historia no te regaló una revolución como la que tú soñabas, o porque va muy lenta su construcción, pero el rebelde genuino no se suicida ni empuja a los suyos al matadero.
- Mamagüevo: si la historia no te puso a Shakira o a Beyoncé en el camino entonces cógete a la flaquita sin culo que sí existe y es de verdad y le quiere echar bolas contigo. Soñar es una cualidad del rebelde, pero nunca un sueño perfecto es más importante que un país de verdad y una historia de verdad, así te parezca fea e imperfecta. Si para construir tu sueño tienes que resignarte a no verlo (porque no te va a alcanzar la vida) entonces fájate a construir sus bases aquí, en la putrefacción de esta guerra. Deja la mariquera y ponte a trabajar, que los venezolanos que no han nacido necesitan que te actives en esta revolución, no en la que sueñas cuando estás jarto de caña, monte o papel tapiz.
- El rebelde genuino entiende que si toda su vida habló de "la conquista del poder", ahora que el pueblo ha votado para que su sueño llegue al poder no va a decir ahora: "Pues no, ahora no quiero el poder porque yo soy antipoder". Cuando el rebelde reflexiona así está ignorando que aunque tengamos cierto control del Gobierno de un país, no tenemos el poder (pregúntame por qué coño entonces todavía nos obligan a replegarnos con tanta potencia). El que ignora dónde está parado deja de ser un rebelde genuino y pasa a ser un rebelde güevón. El rebelde güevón no cree en la construcción de la historia sino en las películas gringas de acción.
- En un momento de la historia, al rebelde genuino le toca rebelarse contra sí mismo, y éste es su momento estelar. Cuando la historia le pide que violente su cuerpo y sus costumbres y se faje a construir su sueño, pero dentro del sistema universal que todo lo anquilosa y aburguesa. Acá comienza a caminar en esa delgada raya que lo pone a preguntarse: "Maldición, ¿será que mi tarea dejó de ser destruir y ahora me toca construir? ¿La propensión a construir será una cualidad y una actitud burguesa? ¿Seré yo un aburguesado si dejo a un lado la metralla y agarro un pico y una pala?".
- Puesto en ese dilema horrible, el rebelde genuino entiende que agarrar al pico y la pala para construir para sí mismo y para los suyos no es un acto de sumisión sino de emancipación. Porque una sola cosa emancipa más que la rabia, y es el acto de sustituir lo existente por algo distinto. La rebeldía consiste, entonces, no en seguir dándole palos al moribundo, sino en ir cavando la tumba y preparando el mausoleo.
- Los chavistas genuinos somos rebeldes genuinos porque A) tenemos aliados en el Gobierno pero no somos el poder: siempre habrá algo contra lo cual rebelarnos y ese algo son las hegemonías mundiales; B) sabemos quién es el enemigo y sabemos que el enemigo nunca hará un Gobierno por el pueblo y para el pueblo. Allá la parranda de bolsas que creen que son rebeldes porque quieren entregarle el país a los empresarios y al capital transnacional; C) el rebelde genuino apoya a este Gobierno, que es imperfecto, pero esa imperfección sólo informa que es un proyecto inconcluso. Y lo que está inconcluso pues hay que terminarlo de construir. Mollejón de tareíta.
El rebelde genuino puede rebelarse contra sí mismo, pero no contra el proyecto de la rebeldía del ser humano, que es el proyecto chavista.
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