lunes, 5 de enero de 2015

Operados desde Baemari / Satélites “Simón Bolívar”, “Miranda” y “Sucre”, los oídos y ojos soberanos de la Venezuela del Siglo XXI


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Considerados uno de los mejores legados del Presidente Hugo Chávez y lanzados ambos desde la república Popular de China, el primero el 29 de octubre de 2008, y el segundo el 28 de septiembre de 2012,  hoy los dos artefactos espaciales producen beneficios en tiempo real  tanto en el área de la telecomunicación remota, como en la captura remota de imágenes del territorio nacional, que aguas abajo tiene gran impacto social, económico  y en la defensa de la soberanía nacional, y a los que se agregarán los del Satélite Sucre, próximo a ser lanzado por Venezuela también desde el gigante asiático.
Por Carlos Machado Villanueva / El Peatón
Caracas, 04 ene.- El ingeniero de tecnología satelital, Carlos Aguilar, sostuvo que una de las razones de peso para que las autoridades venezolanas firmasen el convenio con China para la fabricación, lanzamiento y operacionabilidad del primer satélite Venezolano, el “Simón Bolívar”, fue la garantía de que fuese personal técnico venezolano el que manejase en un futuro inmediato este portento tecnológico.
Fue el pasado 4 de diciembre, en ocasión de la visita de representantes de los medios alternativos y comunitarios venezolanos, en el marco del III Encuentro MAC-Cantv, cuando los visitantes pudieron conocer de las voces de los ingenieros Carlos Aguilar y Juan Crespo,  fascinantes detalles de esta expresión palpable de soberanía tecnológica, y por ende territorial y comunicacional, que implica  que nuestro país cuente hoy con dos modernos satélites, el Simón Bolívar (Venesat -1) de comunicaciones y el Miranda (VRSS-1) de percepción remota de imágenes.
El visitante de la Base Aeroespacial Manuel Ríos (Baemari), quizá  resiente el impacto de lo que ven sus ojos,  y entiende la razón estratégica que hay detrás de este “gasto innecesario”, como lo  quisieron  hacer ver mediáticamente sus opositores desde que el desaparecido presidente Hugo Chávez lo esbozó por primera vez como un sueño realizable.
No obstante, García no duda en destacarlo al inició de su intervención,  al expresar que con su insistente  prédica de hacer de Venezuela una potencia de paz, el líder bolivariano invitaba a ver más allá, como él lo hacía. Es decir,  atisbar  el  impulso que daría a ese su sueño, aguas abajo del desarrollo científico- tecnológico-industrial, la posesión y el manejo de una tecnología de punta, en esta caso la espacial y por extensión la satelital, y como ha sido demostrado en el tiempo,  trasladable sus invenciones a otras ramas del saber y el hacer humanos.
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El joven profesional, perteneciente a la primera cohorte de técnicos formados por los chinos en Baemari, recuerda además que una de las razones por la que Venezuela entra en la carrera espacial por primera vez es para darle cumplimento a lo establecido en el Artículo 11 de nuestra Constitución acerca del uso para fines pacíficos del espacio.
La mano de Da Vinci
A lo lejos la intensa luminosidad  sobre su área de emplazamiento terrestre permite descubrir un esfera y como una especie de hongos gigantes blancos, sólo que con su bulbos en forma de cuarto de luna puestos al revés sobre sus tallos y apuntando al cielo, advierten al visitante que está llegando a la estación terrena de control satelital Baemari.
Por esta época del año sobre Baemari se posa un tipo de  nubes muy llamativas dada su perfección, semejando  muchos copos de algodón  en seguidilla, y cuyas bases extrañamente siguen una imaginaria línea recta, como si descansaran sobre una tabla invisible cual delicioso postres de blanquecina crema.
Todo en esta infraestructura pareciera tocado por la perfección, diseñado por la mano de una especie de Leonardo Da Vinci, o varios, de nuestros tiempos. Al traspasar la puerta del edificio principal la luz solar que entra por una especie de tragaluz en forma de cono, impide olvidar al visitante que se encuentra en un lugar donde el centro de todo es  el cielo, por cierto de un azul  como de fotografía, por su nitidez.
Y al verse obligado a mirar hacia lo alto de ese cono, la mirada del visitante se encontrará de nuevo con ese espacio desde siempre insondable  para el ser humano, y que desde su infancia prehistórica lo impulsa a descubrir sus secretos y aprovecharlos, como sucede hoy con la tecnología satelital, para su bienestar;  deparándole cada día más sorpresas gracias a las cada día más desafiantes tecnologías espaciales, de las cuales la de los satélites es apenas sólo una pequeña parte.
La  maqueta que está a la entrada del edificio principal de Baemari, permite en una rápida mirada al visitante ordenar en su psiquis todos los objetos que su mirada trata de abarcar cuando llega a este lugar, y lo que seguramente se le viene a la mente es una cancha de fútbol, sólo que con una gigantesca pelota de fútbol en una de sus esquinas como esperan el pitazo del árbitro para el saque de “corner”.
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Se trata del así llamado “domo protector ” contra las corrientes corrientes de aire,  que cubre a la imponente antena parabólica  contenida en su interior, y que interactúa diariamente con el satélite de percepción remota  de imágenes Miranda, el segundo lanzado por Venezuela desde  China.
Es tan  rápido y sorpresivo para el visitante el movimiento para colocarse en su posición inicial ejecutado por esta antena, que en ese preciso instante momento pareciera que aquella se quiere salir del cascarón cual pichón me de un “theroláptido mecánico”, como si se tratase de una película de ciencia ficción.
Así se empieza… a ser potencia
Su presencia sigilosa, su característica morfología ocular y unos simpáticos signos escritos en papel, colocados al  lado de los anuncios escritos en español que advierten sobre las normas a seguir en Baemari, ponen al visitante al tanto de la presencia de personal técnico de la República Popular China en sus instalaciones en calidad de asesores, lo cual obedece a una razón de peso si se habla de soberanía tecnológica como veremos.
“No tiene sentido que no lo manejemos nosotros”, expresaría Aguilar en su disertación acerca de la experiencia con el primer satélite venezolano de comunicación, el Simón Bolívar, y que por ello, “se firma el convenio de transferencia de tecnología” satelital con China. “Fueron los únicos que dieron ese paso”, aclara.
Y agrega, como para reforzar la visión de potencia, “la Agencia Bolivariana Aeroespacial (Abae), adscrita al ministerio para ciencia, tecnología y educación universitaria, desarrolla proyectos de tecnología, y próximamente va a fabricar satélites”, ello “para que se cree una cultura a nivel aeroespacial, que haya propuestas, que haya inventiva, que haya invención tecnológica”,  puntualiza Aguilar.
Aguilar recuerda que fue el 10 de enero de 2009 cuando las autoridades espaciales de China transfieren plenamente “el control de nuestro satélite”, y que ello ha conducido a que 5 años después Venezuela esté ya en capacidad de fabricar  satélites pequeños, es decir, de menos de una tonelada y 5 años de duración.
Siempre surge la pregunta, indica, acerca de que en Caracas no es percibida la utilidad del satélite Simón Bolívar, debiendo aclarar que ello obedece a que la ciudad capital tiene alto niveles de conectividad en servicios de telecomunicación, solo posible, aclara, con altos costos de  inversión.
“¿Pero qué pasa con el 70 por ciento del territorio nacional?, se pregunta. Pues que al operar este satélite como “una especie de espejo” , la  información que se le envía  es rebotada a su vez, por ejemplo,  a los centros bolivarianos de informática y tecnología (Cebit) adscritos al ministerio para la educación,  a los infocentros, a las escuelas, liceos, núcleos universitarios y hospitales  “en las zonas más apartadas del país”, y gracias a lo cual pueden beneficiarse la comunidades impactadas, como sucede en el caso de la realización de operaciones quirúrgicas vía satélite, o telemedicina, y con las clases de educación universitaria, vía teleducación.
Miranda  y Sucre en el espacio
El ingeniero, Juan Crespo,  experto en el manejo de satélites formado en China, revela que el satélite Miranda o VRSS-1 está equipado con una cámara fotográfica “pancromática multiespectral de alta definición, lo que en otras palabras significa que puede tomar fotografías del territorio venezolano con una distancia de hasta 2 metros incluso del objetivo a fotografiar.
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Crespo informa además que los sistemas de filtros oculares le permiten al Miranda tomar fotografías en las que se puede ver de manera diferenciada los diferentes cultivos en un territorio determinado, y mejor aún los cultivos ilícitos, pero además las pistas clandestinas de aterrizaje aeronáutico.
De la misma manera, este portento tecnológico permite obtener información geológica, movimiento de placas tectónicas, una vez configurado para estas tareas. “Podemos contener desastres naturales”, acota.
Las fotografías tomadas por el Miranda, una vez procesadas, servirían para la planificación urbana, y para el levantamiento cartográfico nacional, servicio que antes se contrataba a  empresas extranjeras, sobre todo estadounidense, con lo que ello conlleva para la pérdida de soberanía.
De igual modo, estas tomas aéreas permiten luna mejor gestión ambiental, “esto es el constante monitoreo por crecidas o por cambios en el nivel de las aguas”, indica Crespo.
En este sentido, en su intervención previa el ingeniero Carlos Aguilar revela que al Satélite Sucre, también de percepción remota de imágenes como el Miranda y próximo en ser el tercero de Venezuela lanzado al espacio, igualmente desde China, se le ha incorporado una innovación, cual es un conjunto de censores térmicos que permitirán tomas fotográficas en las que serán detectados objetos, plantas, cultivos, etc., por el calor que emiten
Si algo no se puede negar y que el ingeniero Caros Aguilar expresa  muy bien en forma de metáfora, es que si el satélite Simón Bolívar es la voz y el oído soberano, el Miranda, y el Sucre una vez lanzado, son los ojos que cuidan la soberanía territorial, marítima, acuática y espacial de Venezuela.

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