José Roberto Duque 28 DE enero 2015,
Dentro de unos días, el 18 de febrero, se cumplirán 32 años del Viernes Negro; una semana después, 26 años del Sacudón. El año 1983 es un antecedente importante de 1989. El primero fue el año de quiebre entre la Venezuela de la abundancia (para las clases privilegiadas) y la Venezuela del vil aterrizaje en la cochina realidad; el segundo, es el año de quiebre entre la Venezuela expoliada y la Venezuela en rebelión. 1989 no se comprende sin el análisis de 1983.
Dejemos hasta aquí el impulso inicial, consistente en proceder a revisar el anecdotario y detenernos en el análisis simple de las "causas y consecuencias", y procedamos a dar cuenta de una pequeña y sencilla cuenta: cuántas personas están creciendo sin una conciencia directa y vivencial de los eventos que han marcado nuestra historia reciente.
Para muchos venezolanos esos episodios (Viernes Negro y Sacudón-27 de febrero) constituyen referencias claras, porque muchos los vivimos y tuvimos conciencia política del momento. Sabíamos lo que sucedía o teníamos al menos una vaga noción de ello. Pero hay una generación total o escasamente informada al respecto. Voy a dividir los datos, extraídos de una búsqueda simple en la página del Instituto Nacional de Estadísticas:
La población de Venezuela en 2015, según proyección del INE, es de 30.620.404 habitantes.
20.887.778 de los venezolanos tiene menos de 40 años: tres cuartas partes de la población no recuerdan el Viernes Negro ni padecieron o tienen conciencia de sus efectos inmediatos. Los venezolanos que hoy tienen menos de 29 años (16.375.868, esto es, más de la mitad) no habían nacido, estaban recién nacidos o tenían una edad demasiado corta para almacenar en la memoria situaciones y análisis "en vivo" de la situación en 1989. Es decir, no habían nacido, acababan de nacer o eran muy jóvenes para entender desde su vivencia el alcance, la importancia y el dramatismo del Sacudón y la masacre contra el pueblo. Dicho de otra forma: para más de la mitad de los venezolanos (más exactamente: los que se encargarán de conducir este país en el futuro) para quienes eso del Sacudón o Caracazo, eso del Viernes Negro y eso de los crímenes y genocidios del Estado adeco son historia antigua que es mejor borrar de la memoria o tal vez fantasías de comunistas.
Los que hoy tienen 19 años o menos suman 11.032.490: uno de cada tres venezolanos no recuerda situaciones o análisis "en caliente" de lo que fue la vida en los últimos días de la Cuarta República, así que sólo tienen conciencia de una forma de gobierno. De ellas, un total de 8.309.796 tienen 14 años; han nacido en este siglo, bajo el gobierno chavista. Así que uno de cada tres venezolanos tampoco tiene clara conciencia de cómo fueron y cómo se padecieron el golpe de Estado y el paro-sabotaje a la economía de 2002-2003.
Análisis simple: a un muchacho de 15 o 20 años ya usted no lo aterroriza con sólo nombrarle a Carmona Estanga, Carlos Ortega, Guaicaipuro Lameda, González González o Carlos Fernández; esos nombres nos dicen algo (mucho) a los que ya éramos mayores o a quienes estaban despertando a la política, pero a un chamo que tenía 4 años durante el golpe esos nombres no le dicen nada de nada.
Dentro de unos pocos años usted hará una encuesta entre los jóvenes acerca de la depravación y el asco que destilaron en su momento RCTV y Globovisión y los chamos no sabrán qué responder o mirarán al encuestador con extrañeza, ya que en poco tiempo las abominaciones llamadas Leopoldo Castillo, Carla Angola, Kiko o Nitu Pérez no estarán registradas en la memoria viva de los muchachos.
Imposible dejar de pensar, luego de esta simple revisión, en la importancia de volver siempre sobre la Historia. O mejor: de renovar y refrescar la relación del ciudadano con su Historia. En las escuelas debería haber una materia o cátedra llamada Historia del pueblo de Venezuela: todos sabemos o creemos saber qué hicieron los "grandes hombres", pero casi nunca sabemos del valor del anciano que vive a nuestro lado. De ese anciano que se llevará sus recuerdos a la tumba.
Una de las más importantes misiones de nosotros, comunicadores, historiadores o militantes con responsabilidades de formación y organización de nuestra gente, consiste o debería consistir en mantener viva esa Historia, la del pueblo. Por cierto que creo que la estamos cumpliendo a medias, o de manera deficiente.
Cuando uno ve que prácticamente todo el mundo, sin verificar ni ahondar en el estudio de la historia universal, crece dispuesto a lamentar el evento llamado "holocausto", uno se quita el sombrero ante los propagandistas israelíes y sionistas, que llevan décadas de eficiente bombardeo a la memoria de los pueblos, a quienes se les empuja y obliga a creer que sólo los judíos sufrieron y fueron masacrados por la Alemania nazi. No hay ciudadano del hemisferio occidental que no crea o haya creído alguna vez que los judíos son los dueños absolutos del dolor. Nosotros ni tan siquiera hemos logrado que los actuales adolescentes nos crean cuando les decimos que en enero de 2003 la gente amanecía en una cola esperando gasolina, y que el negocio que se abriera era destruido por una banda de enfermos mentales.
Tarea pendiente: entrompar y ganar la batalla de la memoria.
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