El contrabando de
extracción es un antiguo flagelo, arraigado fuertemente a todo lo largo y ancho
de nuestra línea fronteriza. Solo del lado colombiano hablamos de más de 2.000
Km de frontera, abarcando los estados: Zulia, Táchira, Apure y Amazonas. El contrabando
se realiza por razones económicas, pero trae implícito graves componentes de
evasión tributaria, violación de normas sanitarias, corrupción, etc. El
contrabando de extracción ha alcanzado enormes magnitudes, generando
consecuencias negativas para nuestra seguridad y soberanía alimentaria, afectando
sensiblemente nuestro abastecimiento y generando enormes pérdidas económicas
para el país.
El diccionario de la RAE
señala claramente que el contrabando es el “Comercio
o producción de géneros prohibidos por las leyes a los particulares; introducción o exportación de géneros sin pagar los derechos de
aduana a que están sometidos legalmente; y mercaderías o
géneros prohibidos o introducidos fraudulentamente”. Es a todas luces una actividad
ilegal, donde se comercializan bienes que no han
pagado impuestos o aranceles aduaneros, ni poseen ningún tipo de permisos
legalmente emitidos por las autoridades nacionales.
Si revisamos
la noción de contrabando de extracción
aplicado a nuestra realidad, podemos afirmar que “consiste en sacar productos nacionales, sometidos a control de precios
o que están subsidiados por el Gobierno, hacia fuera de nuestra fronteras… estos
productos son desviados de su destino original con el fin de traspasarlos a
países vecinos de manera ilegal para su comercialización a mayores precios…”
(Dirección de Investigación de la Asamblea Nacional, 2014). Hablamos de la extracción ilegal, de manera masiva, de
gasolina, gas doméstico, alimentos, medicamentos, productos de higiene personal
y cuanto producto sea rentable para los contrabandistas. Las razones son
meramente económicas. Existe un enorme diferencial, primero entre los precios
de nuestros productos subsidiados y los del libre mercado colombiano; y en
segundo lugar, por el diferencial cambiario en el valor de las divisas entre ambos
países.
El contrabando de
extracción genera también una distorsión en el sistema productivo, ya que para
el sector industrial es más “rentable”
importar que producir. La burguesía parasitaria prefiere contrabandear que
vender al precio regulado en el mercado nacional. Estas desviaciones en la
cadena de comercialización de los productos de la cesta básica impactan
negativamente en la población, la cual no encuentra los productos que requiere en
los anaqueles, por lo que debe recurrir al mercado informal especulativo.
Esta actividad
ilícita, penada por las leyes venezolanas, se agrava por el hecho de que
algunos productos estratégicos, ni siquiera se producen en cantidades
suficientes en el país, por lo que son importadas por el Gobierno Nacional con
un alto componente de subsidio. El caso más ejemplar es el de la Leche en Polvo,
cuyo precio internacional ha llegado a rondar entre los 4.000 y 5.000 dólares por
tonelada, pero el Comandante Chávez siempre instruyó mantener este producto,
prioritario para nuestra dieta alimenticia, con un precio subsidiado. Así el
kilo de leche en polvo jamás ha llegado a superar, en el mercado interno, un
precio equivalente a los 3.000 dólares por tonelada. Más adelante veremos el
diferencial de precios.
Otro aspecto importante
es que las grandes mafias que controlan el contrabando de extracción, han
constituido una vasta red logística que les permite disponer de todo tipo de
camiones y centros de acopio. Han logrado consolidar su dominio territorial
sobre las rutas de extracción, tanto en vías principales como en trochas. Incluso
se han encontrado casos de empresas fachadas, que aparentan formar parte de las
cadenas formales de distribución, accediendo legalmente a las guías de movilización
del Sistema Integral de Control Alimentario (SICA), pero resultando que desvían
los alimentos a destinos fuera del país.
Esta gente no tiene ningún
tipo de escrúpulos. La voracidad depredadora de quienes dirigen el contrabando
de extracción, les ha permitido maximizar sus ganancias a costillas de
corromper y violar cuanta norma aduanera, tributaria o sanitaria exista en el
país.
Diferencial de Precios
Las políticas de
subsidio y de control de precios han sido implementadas por el Gobierno
Nacional para mejorar la calidad de vida y el poder adquisitivo de nuestra
población. En términos reales, esta efectiva política permitió que el país
elevara su disponibilidad
energética alimentaria de 2.127 Kcal/persona/día en 1998 a 3.182 para el año
2012, siendo ampliamente reconocida por la FAO y varios organismos
internacionales. Nuestra política alimentaria ha logrado el objetivo de llevar
los alimentos a nuestro pueblo, mejorando sus niveles nutricionales y minimizando
las condiciones de hambre y miseria que predominaron en la Cuarta República.
Al otro lado de la
frontera no es así, allá aplica la tesis neoliberal del capitalismo salvaje, “el capital por encima del ser humano”,
por lo que el precio de los productos lo fija el mercado, donde sus defensores
solo velan por maximizar su ganancia. Veamos algunos ejemplos del enorme
diferencial de precios en algunos productos esenciales:
Gasolina: para el mercado interno nuestra gasolina es la más barata del mundo. En
cambio en Colombia es de las más caras del planeta. Mientras nosotros pagamos 7,76
Bolívares por llenar un tanque de 80 litros, en Colombia equivale a más de
2.100 Bolívares. Es abismal la diferencia y enormes las ganancias para las
mafias del contrabando. La gasolina es el producto de contrabando más apetecible
y rentable, muy a pesar de los riesgos de seguridad por su peligroso manejo y
almacenaje. Ahora bien, los llamados “pimpineros” son una nimiedad en
comparación al contrabando en grandes y medianos camiones cisterna, los cuales pasan
la frontera para surtir directamente a las bombas de gasolina. Este contrabando
de extracción genera anualmente cientos de millones de dólares en pérdidas para
PDVSA y para el país.
Productos de la Cesta Básica: la comercialización ilegal de los
productos de la cesta básica deja enormes ganancias a las redes de
contrabandistas. Un kilo de leche en polvo que en Venezuela tiene un precio de
venta al público de 70 Bolívares al otro lado de la frontera se vende por un
equivalente de 450 Bolívares, es decir con un margen de 642%; un kilo de arroz de 25 Bolívares allá se vende por 95
Bolívares, con un margen de incremento de 380%; un kilo de azúcar que
aquí cuesta 17,3 Bolívares allá alcanza los 81 Bolívares, con un margen de 468%;
el paquete de pañales grande de 24 unidades tiene un precio de venta al público
de 95,7 Bolívares y al otro lado de la frontera alcanza los 636 Bolívares, con
un margen de incremento superior al 664%.
Como vemos, las mafias
que dirigen el contrabando de extracción se han aprovechado de la enorme
diferencia existente entre los precios de los productos que nuestro país
subsidia y mantiene regulados, para beneficio exclusivo de su población, y los
elevados precios que representa adquirir los mismos productos en su mercado interno,
a merced y antojo del mercado capitalista.
A plena luz del día,
alimentando al vecino
Como ya hemos visto
son muchos los productos que se comercializan en la “canasta básica” de los contrabandistas. Todos son enviados más allá
de la frontera sin ningún tipo de limitación u obstáculo, ya sea bajo la
modalidad “al mayor”, extraídos por las grandes mafias o los del “bachaqueo”, que son adquiridos al detal
por una enorme masa de personas. Todos estos productos se comercializan luego tanto
en el mercado formal como en el informal.
Al otro lado de la
frontera llegan diariamente toneladas de nuestros productos básicos, la gran
mayoría con precios subsidiados por el Gobierno Nacional. Estos alimentos y
productos de la cesta básica “alimentan y “mantienen”, nada más en los 40 municipios que conforman el departamento del Norte de
Santander, a más de 1.320.000 personas. Para que se tenga una idea, el estado Táchira
tiene apenas una población de 1.168.000 habitantes. Sin embargo, Venezuela
soporta el peso de alimentar a toda esta población y más. Las rutas y redes de
comercialización creadas por los contrabandistas trasciende a los municipios
fronterizos llegando a “colocar” los productos venezolanos al interior de toda Colombia,
encontrándose fácilmente productos venezolanos en todas las poblaciones y
departamentos hasta llegar a las zonas del Caribe y el Pacífico Colombiano. Esto
es un crimen organizado de grandes magnitudes, es un evidente saqueo, una
depredación sistemática de miles de toneladas de nuestros alimentos subsidiados
y con millones de bolívares, pesos y dólares en beneficio para las mafias de
contrabandistas.
Del otro lado de la
frontera nadie controla. Hay una especie de política de total tolerancia hacia
el contrabando de extracción, muy a pesar de todos los riesgos de tipo
sanitario y las evasiones fiscales y tributarias. No hablamos de que nuestros
productos se venden en caletas ocultas o solo en el comercio informal. Hablamos
de su venta directa, a plena luz del día en una vasta red de comercios
formales, supermercados, abastos y bodegas. Nadie toma correctivos. Estamos
hablando de una gran cantidad de instituciones del otro lado de la frontera
como la DIAN (Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales), el ICA (Instituto
Colombiano Agropecuario, adscrito al Ministerio de Agricultura), la Dirección
de Medicamentos y Tecnologías en Salud del Ministerio de Salud Pública o la
Superintendencia de Industria y Comercio que tiene competencias sobre la propiedad
intelectual, empaques y metrología. Los reportes de incautaciones dan cuenta de
la ínfima proporción de decomisos frente a la enorme cantidad, imposible de ocultar,
de productos venezolanos ilegalmente comercializados en Colombia.
Ni hablar del vergonzoso
mecanismo del “Carrusel”, mediante el
cual empresarios venezolanos y colombianos se confabularon para sobrefacturar o
simular operaciones de exportación-importación de productos bajo control de
precios, desfalcando a CADIVI y al SENIAT de este lado de la frontera y a la DIAN
y al ICA del otro lado. En el caso del sector ganadero, con un mismo permiso,
simulaban varias operaciones de compra-venta de ganado en pie o carne en canal,
el cual nunca entraba al país o que entraba solamente para realizar el control
aduanero y luego salía nuevamente por los caminos verdes, generando millonarias
ganancias en divisas para los supuestos “importadores”, pero vulnerando los controles
aduanales y sanitarios de ambos países. Se pagaron los dólares pero ni el
ganado ni la carne ingresaron al país.
Debemos avanzar en el
combate diario contra la guerra económica, seguir protegiendo a nuestro pueblo
aplicando todo el peso de la ley a las mafias de contrabandistas. Debemos
aplicar contundentes sanciones penales, comiso de productos e incautación de todos
los bienes y medios utilizados para el contrabando (galpones, camiones y
gandolas). Reducir sus capacidades operativas y logísticas a la más mínima expresión.
Que no nos queden
dudas, el contrabando de extracción es una actividad ilícita que afecta
gravemente a toda nuestra población. Todos los venezolanos, sin excepción,
estamos en la obligación de acompañar las políticas adelantadas por el Gobierno
Bolivariano para enfrentar la Guerra Económica y combatir las acciones que la
burguesía parasitaria viene implementando para agobiar y asediar a nuestro
pueblo.
Richard Canan
Sociólogo
@richardcanan
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