por Raimundo Cuestas (desde Madrid)
24 de mayo 2015
Los resultados comiciales de este pasado 24M, muestran que el bipartidismo español ha sufrido un duro revés electoral, pero a pesar de todo ello no ha sido aniquilado totalmente.
El vuelco electoral ha sido notorio en lugares puntuales como Madrid y Barcelona, donde pueden gobernar movimientos políticos de una izquierda moderada con reivindicaciones socialdemócratas, que recuerdan en esencia a las banderas levantadas por el PSOE de Felipe González cuando llegó al gobierno en 1982. Consignas como "somos el cambio" o "apostamos a la diversidad frente al bipartidismo", no alcanzan para cambiar radicalmente las estructuras pero generan bolsones de ilusión entre el votante indignado, de izquierda o harto de las barbaridades cometidas por el PP y el PSOE. Las coaliciones "Ahora Madrid" y "Barcelona en Comú", ambas con protagonismo de Podemos y movimientos sociales alternativos son la traducción electoral de una importante parte del movimiento de los "indignados" o 15M.
El vuelco electoral ha sido notorio en lugares puntuales como Madrid y Barcelona, donde pueden gobernar movimientos políticos de una izquierda moderada con reivindicaciones socialdemócratas, que recuerdan en esencia a las banderas levantadas por el PSOE de Felipe González cuando llegó al gobierno en 1982. Consignas como "somos el cambio" o "apostamos a la diversidad frente al bipartidismo", no alcanzan para cambiar radicalmente las estructuras pero generan bolsones de ilusión entre el votante indignado, de izquierda o harto de las barbaridades cometidas por el PP y el PSOE. Las coaliciones "Ahora Madrid" y "Barcelona en Comú", ambas con protagonismo de Podemos y movimientos sociales alternativos son la traducción electoral de una importante parte del movimiento de los "indignados" o 15M.
Estas marcas electorales y otras tantas donde Podemos pudo arrimar baza tendrán indefectiblemente que hacer alianzas con el PSOE, uno de esos dos partidos a los que enfrentaron y denunciaron en la campaña electoral. La partidocracia, una de las herramientas principales de la democracia burguesa no es tonta ni lerda y se las arregla para que los "cambios", con el correr del tiempo se diluyan en "cambiecitos". Sin ser agoreros, dentro de tanto festejo progresista, no hay que olvidar (esto en América ha ocurrido con bastante habitualidad) que cada tanto, frente a la justa indignación de los pueblos por los desgobiernos que genera (el caso PP-PSOE es emblemático en ese sentido) se generan "cambios" dentro del Sistema, que con el correr del tiempo se diluyen debido a que las alianzas realizadas para llegar al gobierno, empiezan a jugar un papel presionador y obligan a pagar peaje. Ese es el gran desafía que ahora deberá asumir Podemos para que no le ocurra lo que a otros que con su misma "indignación" debieron resignar principios y consignas.
O la agrupación que lideran Iglesias y Errejón está dispuesta a romper en profundidad los lazos de dependencia española a las centrales de poder (las de Washington, por ejemplo), o sólo se trata de auto-ilusionarse con nuevos maquillajes.
Las formaciones progresistas hoy vencedoras practican un estilo -a nivel promesas- muy parecido a experiencias como las del Frente Amplio de Uruguay o de la Concertación chilena Bachelet en su campaña electoral, es decir, "progresismo moderado", con posiciones de "cambiar en el escaparate pero no en temas profundos", opositores a cualquier planteo independentista y confesos conservadores de la unidad territorial española impuesta por el régimen franquista a sangre y fuego. Con esa intención Podemos irrumpió y obtuvo buenos resultados en el País Vasco. En Catalunya se ve más condicionado a pactar con formaciones independentistas como ERC y CUP.
Frente a temas internacionales son más admiradores del ex presidente uruguayo Pepe Mujica que del chavismo de Nicolás Maduro, dicen no coincidir con el injerencismo de EEUU pero hablan de "respetar" los derechos humanos en Venezuela (tanto Pablo Iglesias como Manuela Carmena se expresaron en ese sentido), apoyan a Sirytza pero aborrecen a los independentistas de Lugansk y Donetsk, a los que acusan de stalinistas.
El título de progresismo sin comillas exigirá a Podemos demostrar si están dispuestos a ser algo más de lo que ahora han prometido electoralmente o se volcarán en llevar adelante sólo en medidas sociales reivindicativas reformistas, útiles y necesarias por supuesto, pero limitadas en el tiempo. Un punto fundamental a tener en cuenta de cara a la elecciones presidenciales es qué propone Podemos frente a la pertenencia de España a la OTAN. Si están dispuestos a salir de esa alianza que lleva la guerra y la muerte a tantos países, o si como en su momento hizo el PSOE, prolongarán el abrazo con los atlantistas. Otro tema es la Monarquía impuesta por el Dictador Franco. Si se quieren cambios reales, habrá que introducir el bisturí a fondo contra los poderes fácticos sostenidos hasta ahora por el PP y el PSOE. Y eso sí que no es poca cosa.
Lo dicho: el tiempo dirá si la euforia de ayer, el voto a Podemos en barrios humildes y en otros tantos de clase media, alcanza para que "la tortilla se vuelva" definitivamente.
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