Mision Verdad.
Las mutaciones de la postmodernidad que se reflejaron en la transición del siglo XX al XXI y que actualmente perviven hoy tienen dos lugares muy específicos en los cuales pueden tener dos expresiones específicas: las intervenciones "humanitarias" y los intelectuales identificados con la izquierda que le hacen el coro a partir de la comodidad de sus inalteradas ideas.
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No son pocos los casos de otanidad, tomando en cuenta el reciente prontuario de las llamadas "guerras preventivas", en que ciertos intelectuales han tomado la palabra para apoyar –explícitamente o sin querer queriendo– un bombardeo humanitario o la asunción de mercenarios encubiertos de manto rebelde en países con graves conflictos internos inducidos por factores externos.
Mientras todo migraba en el embudo del pensamiento único a redundar sobre lo mismo, en términos simbólicos e inmateriales, el metabolismo del capital pudo asimilar como propio todo aquello que por tanto tiempo, cuando el mundo todavía se regía en base a ciertas seguridades del contexto de la guerra fría, delimitaba un campo de batalla.
Pero el campo de batalla mutó radicalmente, y en el centro de esa tormenta (es un decir), los presuntos intelectuales "a contracorriente" se quedaron en el mismo sitio.
Otanidad al servicio
En miras de la balcanización del mundo, el primer experimento exitoso de la OTAN se dio en Yugoslavia, patria de uno de los procesos socialistas más estables y mejor considerados de la historia hasta mediados de la década de 1980. El hostigamiento culminó con el bombardeo de Kosovo y la "revolución de colores" (con calidad de exportación) que derrocó al claudicado Slobodan Milošević.
Las firmas de la izquierda otanista expresaron aversión por la “dictadura” de Slobodan Milošević, fórmula vendida por la mediática occidental.
Carlos Fuentes (quien escribió un elogioso prólogo a la biografía de Gustavo Cisneros), Fernando Savater, Ignacio Ramonet, son algunos de los nombres más representativos que lanzaron esta línea discursiva a favor de la intervención militar por parte de la Alianza del Pacífico. Luego de ver por televisión las imágenes de miles de muertos y desplazados, además de cientos de infraestructuras hechas polvo y viento, no quedaron claras sus posiciones, y desde entonces han evitado mencionar la masacre y la instalación en Kosovo de la base militar gringa más grande del mundo.
Edward Said cuestiona y despacha la falsa dicotomía que la otanidad izquierdista intentó defender en 1999: apoyar a la OTAN porque el imperialismo es siempre ligeramente mejor que la representación mediática occidental del "fascista" Milošević. La ideología y propaganda de Occidente se anotó otro descarado triunfo, ya que ésta sería la posición del intelectual OTAN con respecto a conflictos posteriores.
Hasta los momentos, la otanidad al servicio tuvo su momento más evidente en el caso de Libia: Santiago Alba Rico, Heinz Dieterich, John Brown, Jon Lee Anderson, y otro que repite mención por la causa imperialista: Ignacio Ramonet.
La condena de Muamar el Gadafi fue un hecho generalizado por parte de esta caterva de acomodados, en la que incluso Noam Chomsky llegó a unirseingenuamente al coro –con una posterior declaración de mea culpa. Este combito tuvo la saliva suficiente para afirmar (como Dieterich) que el presidente libio arrimó a la OTAN hasta el patio de su casa debido a la “masacre” que éste perpetraba contra su pueblo.
Hoy, Libia ha sido reconocida como un Estado fallido y diezmado, dirigido por milicias y lobbys de petroleras trasnacionales. "Una extraordinaria victoria de la OTAN", en palabras de Pepe Escobar.
El más reciente ha sido con respecto a la cuestión siria. Elias Khoury, Jon Lee Anderson (quien ha reporteado estas guerras como si fuera un periodista embutido –reportero que pone en la palestra el punto de vista del ejército o milicia invasora–), Tariq Ali, Santiago Alba Rico, Juan Carlos Monedero (y Piedad Córdoba), en fin, los que firmaron el manifiesto de "Solidaridad con la lucha por la Dignidad y la Libertad Siria", son los principales adalides de la intelectualidad otanista que piden aún hoy el derrocamiento del gobierno de Al-Assad.
El intelectual OTAN ha sido coherente con su posición: prefiere meterse en la cama con el Imperio anglosionista que defender la soberanía y la historia de pueblos que no entiende.
¿Intelectual al servicio del Imperio?
A esta caterva de acomodados los guía no sólo la flojera intelectual para estudiar la realidad y la guerra en digna perspectiva; tampoco el facilismo verbal con el que apuntan contra el enemigo incorrecto.
Más que el confort material, es el espiritual el que domina la posición del intelectual OTAN ante el mundo. Ante este tipo de comodidad: “Refuerza la ilusión de la independencia respecto de la burguesía, de ‘estar por encima de las clases’, la ilusión del propio heroísmo, de la propia disposición para el sacrificio, la ilusión de haber roto ya con la burguesía, con la cultura burguesa, y todo esto cuando todavía se está con ambos pies sobre terreno burgués”, escribió un filósofo marxista de esos que tanto les gustaba leer.
En una entrevista, Gilad Atzmon formula algunas interrogantes que replantea esta discusión: "¿Es el Imperio acaso las fuerzas del mercado que conducen el capitalismo global? ¿O son los neoconservadores que nos empujan a guerras sionistas, una tras otra? ¿O tal vez el Imperio es la tiranía del dogma que suprime nuestra capacidad de pensar auténticamente? ¿Es posible que estos tres sean meros síntomas de un oscuro ímpetu que apenas somos capaces de definir o siquiera asir?".
En consonancia con la paradoja que plantea Atzmon, el intelectual OTAN no busca servir como mayordomo por pensión ni contrato: por razones de formación ideológica y de clase le sale como eructar.
Escupir un discurso de izquierda no exime (y a veces va acompañado) de tener neuronas imperiales en la cabeza.
El discurso del loro local
Una pequeña secta de la izquierda venezolana ha liquidado el asunto de los casos mencionados de otanidad haciendo eco (caso Libia) de las posiciones de Santiago Alba Rico y cía.
Sin embargo, no podríamos afirmar que ese grupúsculo produce un discurso propio, con rasgos que se circunscriben desde la venezolanidad. Incluso pensando de adentro hacia fuera y viceversa. Todo lo contrario: citan a la Europa decadente que no tiene mayor profundidad de pensamiento y reflexión de la realidad que el manido por Heinz Dieterich.
No podríamos estar sino de acuerdo con la descripción que José Sant Roz hacedel intelectual venezolano promedio: “un ser insidioso, educado, prosopopéyico y meloso que habla chasqueando la lengua y frunce el culo cuando lo elogian”.
Repiten como loros mientras se les dé pan de piquito.
Habría que ver cómo queda eso del apoyo solidario y la lealtad si, una vez más, la guarimba artillada entuba el discurso "humanitario" en contra de la Revolución Bolivariana
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