En todas las épocas de la humanidad las guerras inician con ataques a la moral de las tropas enemigas. Destruir la autoestima del adversario, o intentarlo, es a la guerra y a la política lo que el persistente jab es al boxeo: abre el camino para el ataque final. O se convierte en ataque permanente.
En eso anda la España fascista, la de Franco y Aznar; la de la monarquía y el reguero de jalabolas que le limpian la alfombra mediática allá y aquí. Hay que nombrarla con milimétrica exactitud porque la otra España, la España-Pueblo, siempre estará con nosotros. El enemigo no es España sino cierta asquerosa España. La España representada en racistas aborrecibles como el burro de oficina que escribió esta plasta de mierda.
Dicen el título y el sumario que eso del genocidio español es un mito, y que 95% de la población de estas latitudes, bautizadas por ellos América, murió debido a enfermedades y no a la espada, la inquisición y el arcabuz. La conquista no fue tan sangrienta, lo que pasa es que la salud de los indígenas era tan precaria (por culpa de ellos mismos, como se verá más adelante) que una simple epidemia de gripe se llevaba por los cachos a miles de ellos.
Decir lo peor posible sobre Venezuela es apenas una fase de la ampliación del fumigado en marcha
Breve paréntesis antes de continuar con la revisión de ese artículo ignorante e infecto. Que ese tipo de ataques a la verdad histórica se produzca en momentos en que recrudece la xenofobia antilatinoamericana en España no es para nada casual. Por cierto que la muerte de Eduardo Galeano ha provocado una especie de frenesí pro europeo en ciertas estepas vargallosistas, y esto ha dado pie a una frondosa habladera de paja sobre cómo tiene que ser el latinoamericano para ser aplaudido por las hegemonías americanas y europeas: acartonado, imitador de modales y adorador de la libre empresa.
Que haya sido un diario nazi como el ABC el que publicó el bodrio ya nos pone sobre pistas claras sobre cuál es la matriz que se está trajinando. Decir lo peor posible sobre Venezuela es apenas una fase de la ampliación del fumigado en marcha; la otra etapa es zambullir en lodo a Latinoamérica. El objetivo es seguir demonizando y ridiculizando al chavismo como fantasma activador de pueblos pobres y al inmigrante latino, probablemente contaminado de "eso" que estalló en Venezuela.
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Varias pistas dan fe de que esta estrategia obedece a una armazón coordinada y no a la fortuita circunstancia de que un día todos los sirvientes de la hegemonía proempresarial amanecieron hablando como mayameros. Por ejemplo, una serie de artículos y comentarios periféricos de idiotas a sueldo o convencidos de sus sandeces, tipo la pobre Carla Angola, quien en una de sus retahílas, titulada"Revolución racista" es capaz de confesar que, cuando vivía en La Pastora y sus vecinos la chalequeaban por sifrina, "Nuestros padres nos enseñaron en casa a ambicionar, a desear superarlos a ellos y a apuntar a los escenarios educativos y laborales de más prestigio y reputación". Superarlos a ellos: sólo largándose de La Pastora iba a poder ella ser mejor que ese poco de negros que la rodeaban.
Más allá del resbalón personal sobre su odio a la gente pobre el tema español queda transversalizado en su escrito con enorme torpeza: que cinco siglos después del desembarque de Colón nadie pueda pretender defender nuestra dignidad cayéndole a plomo y garrote a cuanto español se atraviese es ya tema superado. Pero la conocida boba que mandibuleaba en Globovisión todavía cree que invocar la dignidad de los pueblos originarios es un insulto a España. No se puede obligar a esta Lupita Ferrer del periodismo a hacer ningún análisis profundo sobre nada, pero ahí, en ese artículo publicado el 19 de abril (por cierto, ¿no?) está cumplida la tarea: hablar mal de los venezolanos justo en la fecha que inaugura la venezolanidad.
Días después al periodista venezolano Alfredo Meza, corresponsal de El País en Venezuela, "se le escapa" el siguiente tuit:
Es bastante probable que este sifrino cuarentón no haya leído nunca a Galeano, y es probable también que lo haya leído alguna vez y que le haya gustado la lectura. Lo cierto es que en su "reflexión" no hace sino seguir la línea trazada desde España, y quién mejor o peor que Vargas Llosa para influir con sus eructos a toda esa generación de fans de la literatura mayamera. Que haya usado la palabra "pamplinas" ya da una medida de la clase de nacriceo mental al que ha sido sometido este pobre hombre, a cambio de un sueldo en euros.
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Pero volvamos al artículo del español, que aburrido no es. Quizá el párrafo en que más desolador se nota su deterioro intelectual es éste:
"La sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la Conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos de poblaciones) y las enfermedades. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico. Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de muertes ante la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas. El resultado fue la muerte de un porcentaje estimado del 95% de la población nativa americana existente a la llegada de Colón, según los cálculos del ecólogo Jared Diamond".
El desguace de ese insólito fragmento da para un enorme banquete en el que no falta el condimento del desorden mental. En orden de aparición, el desmontaje puede dividirse en entretenidos capítulos:
- Tras decir en el título que no hubo genocidio se atreve a mencionar algo como "el traumatismo de la Conquista", y enumera algo en lo que aparece la palabra "guerra" (indígenas sin armas versus ejército criminal con armas de fuego) y "el desplome de las actividades económicas" (¿economía precolombina?).
- "Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico": ¿quién manda a esos indios del coñísimo a no haber viajado por Europa para contagiarse y hacerse inmunes a esas enfermedades de avanzada (sífilis, pestes varias) que trajeron los conquistadores? Habla el maldito escribidor, en lenguaje insoportablemente racista, de una presunta "fragilidad biológica" de los individuos de nuestros pueblos originarios, a quienes las enfermedades que habían "evolucionado durante miles de años de humanidad" los diezmaban. Repito: ¿quién manda a esos indios del coño a ser inferiores, ya no sólo a los seres humanos sino además también a las enfermedades europeas?
Tiene mucho más el artículo. Y tiene mucho más la batalla antilatinoamericana desplegada en el fango editorial español y sus apéndices.
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