William Serafino
Luego de 27 años de revolución, las posibilidades de que un empresario encarne cierta alternativa real de retroceso (lo que ellos llaman "cambio de rrrrrégimen") es prácticamente nula. Pero la desnutrición endémica que sufre la oposición pone en funcionamiento las grietas y filtraciones históricas del imaginario clase media por donde la farándula (empresarial o no) despilfarra sus ambiciones de protagonismo político y emocional.
Luego de 27 años de revolución, las posibilidades de que un empresario encarne cierta alternativa real de retroceso (lo que ellos llaman "cambio de rrrrrégimen") es prácticamente nula. Pero la desnutrición endémica que sufre la oposición pone en funcionamiento las grietas y filtraciones históricas del imaginario clase media por donde la farándula (empresarial o no) despilfarra sus ambiciones de protagonismo político y emocional.
Lorenzo Mendoza emitió hace pocos días un "inspirador" mensaje que produjo lágrimas con textura y sabor a Harina Pan en el sector de la clase media. Uno que otro también moqueó mayonesa con migurt y té lipton.
El mensaje, sin embargo, es una caricatura de la antipolítica venezolana. Sin ningún tipo de ingenuidad, la "inspiración" del pelucón brotó luego de que esquivara una pregunta sobre la coyuntura política actual en Venezuela donde el tema económico protagoniza. Con arreglo a su personalidad monopólica y dictatorial ordenó: "Yo no voy a hablar de política porque no me gusta hablar de política. No lo voy a hacer. No permito que ninguno de los que está aquí lo haga".
Ese desesperado escape del tema político (previa orden militar) lo llevó rápidamente al extremo de la cursilería barata, de la zalamería y de la falsedad sobre lo que él realmente representa en el actual contexto de guerra económica. En ese arrebato de igualitarismo dijo lo siguiente sobre aquellos que deciden irse del país: "No la comparto pero la respeto. Pero aquí 30 millones de venezolanos no podemos irnos para Panamá, ni podemos irnos para Colombia. Aquí hay mucha gente que no puede irse para ningún lado y yo estoy con ellos. Yo estoy con la gente que no puede irse para ningún lado".
Lo resaltante de esta afirmación es que quien la expresa estudió e hizo vida en Estados Unidos por más de diez años, específicamente en la Universidad de Fordham (New York) y en el Tecnológico de Massachusetts. Si él dice practicar lo que dice, y tanto deseaba estar con lo más parecidos a él (clase media-alta aspirante), ¿por qué no estudió en la UCAB o en la Metropolitana?
También existe un metamensaje sobre aquellos países que representa un "destino mejor" que vivir en Venezuela. ¿Por qué Colombia y Panamá son el destino hipotético (y "frustrado") de los 30 millones de venezolanos que "desean irse" pero no pueden? La expansión de Empresas Polar hacia Colombia es la razón más significativa: él respeta su decisión de irse porque sabe que allá usted seguirá comiendo Harina Pan, es decir, seguirá siendo esclavo de su emporio agroalimentario.
Si decide irse a Panamá o decide quedarse el cálculo no cambia en nada. Él está "con todos": idosdemasiados, quedados, frustrados e indecisos. Adonde usted vaya, sea a Chichiriviche o Bogotá, la "inspiración" desabrida e insípida de la Harina Pan lo acompañará.
El mensaje se desinfla porque el (forzado) "afecto" que proyecta hacia su servidumbre está signado por el hecho de lavar, en té lipton, su actuación estelar dentro de la guerra económica tomando como bastión la cursilería, el falso igualitarismo y la esperanza de que usted puede llegar a ser como él.
Un tipo buena onda que acapara y contrabandea Harina Pan, pero que también es sensible con la frustración clasemediera que genera la concentración monopólica del aparato económico, donde la máxima aspiración de este sector acomodado tiene como límite el pequeño comercio para expender la mercancía que produce Empresas Polar.
El mensaje de fondo es: "Yo estoy con todos aquellos que mueren por ser empresarios y no lo serán jamás".
Sobre esto el pelucón dice lo siguiente: "Porque este es mi país y esto es lo que me apasiona. Esta es mi responsabilidad, esto es en lo que yo creo, esto es lo que me gusta y esto de alguna forma es lo que hago porque me toca hacerlo y es mi responsabilidad. Así me criaron en mi casa, así me dieron la responsabilidad y así me gané las oportunidades para mí y para mi familia".
Un empresario que acumula casi 3 mil millones de dólares no los fabricó a punta de "trabajo", "pasión", "responsabilidad" y "oportunidades". Es sencillamente un mantenido del saqueo perpetrado por sus antepasados inmediatos. Sin la renta petrolera y la expoliación sistemática de los petrodólares, Lorenzo Mendoza y Empresas Polar simplemente no existirían. Pero existen y toda su (monopólica) producción agroalimentaria depende de las divisas que no generan.
Por esa razón Lorenzo Mendoza hace énfasis en su familia y en las oportunidades transferidas. Ese carácter de "exclusividad" y de "grandeza" del cual goza es lo que le permite descender de las montañas del éxito para sobar las miserables llagas del plebeyo clasemedia carente de neorriquismo fácil y sin límites.
El raspacupismo es entonces, por elevación, un desarrollo lógico de estas infinitas ambiciones que nunca encontraron asidero en el sistema económico formal. La expropiación de los sueños y añoranzas marca Polar.
De esta forma termina el desinflado mensaje de Lorenzo Mendoza: "Pero quien se va es porque toma su decisión, pero siempre hay alguien que lo va a sustituir. Esa es la vida. Yo también: yo no estoy aquí mañana y alguien me va a sustituir, y lo hará mejor que yo".
La lucha intestina entre sus siete hijos para ver quién continúa el legado de la especulación y el acaparamiento, dará bastante de qué hablar en pocos años. ¿O alguno de los "inspirados" por el mensaje de Lorenzo Mendoza se creyó el cuento de que una vez fallecido el hombre podrá ser copropietario de Empresas Polar?
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