jueves, 7 de febrero de 2019

Chavistamente: El miedo por la culata



Un sábado de cielo azul caraqueño, salieron con sus looks de marcha libertaria, gorra tricolor, pulserita ídem, bandera siete estrella, por un lado y por el otro, una bandera de barras y 50 estrellas "y ojalá que mi bello país fuera la estrella 51, o sea”— decía una señora mientras esperaba para sacarse una foto con lo Mickey y Minney, que también salieron a marchar. Un sábado de rumbita diurna en la Sadel de Las Mercedes, liberar el estrés que produce derrocar a un gobierno que no se deja derrocar.

Fotos, fotos, sonrisas, reencuentros de amigos de otras marchas fracasadas, de otros años pedidos. "Esta vez vamos con todo" –decía una chama linda mientras se untaba bloqueador solar en la nariz—. Todo muy happy, todo muy Mickey, todo muy estatua de la libertad, hasta que, como en todas las fiestas, salió el borracho impertinente, ese que se la tira de sobrado, de valiente y que resulta ser siempre un bolsa. 

El borracho de esta fiesta era Juan Guaidog, el títere de Pompeo, el neo líder de utilería que, desde la tarima, con la idiotez que lo caracteriza, le preguntó a los marcharines que si temían a una guerra civil y un "¡nooooooo!" fue la respuesta inmediata de un grupo de aspirantes embrigados de sueños de Starbucks, Wallmart y Disney World.

Pero luego de la borrachera viene el ratón y este ratón fue una rata horrenda con pavorosos y mortíferos colmillos. Es que resulta que muchos, muchos, muchos, de los que salieron esa tarde de sábado a acompañar a Gauidog, son hijos y nietos de españoles que vivieron en carne propia los horrores de una guerra civil. Otros son hijos y nietos de italianos que también de guerra supieron bastante. Ellos, después de dormir la pea, despertaron con el sudorcito que hiela la espalda, el miedo metido en el alma. ¿Una guerra?

Y es que claro, en cambote todo el mundo es valiente, y más en un ambiente donde el desacuerdo te convierte en sospechoso de chavismo. "¿Le tienen miedo a una guerra civil?" Sí le tienen miedo, o acaso no se acuerdan que por unas lacrimógenas terminaron lanzándose al Guaire aterrorizados. Si les dan ataques de angustia cuando ven a un motorizado solito, ni hablar si ven a dos o tres juntos, la cosa llega a ataque de histeria. ¡Vienen los colectivos malvados! 

"¡Noooooo!" —le dijeron a Guaidog, pero la mañana siguiente se asentó en la razón y el efecto de los muchos días de cadenas de whatsapp, de “ya vienen los marines, ya falta poco, esta noche es la cosa, "de 48 a 72 horas, el que entendió entendió", tic tac tic tac, y los chavistas no se quiebran de miedo y yo llego tres noches sin dormir”, los ubicó en la peligrosa realidad.

Porque claro que hay algunos imbéciles, como el que vistió a su bebé de Capitán América y llevó una pancarta que decía "Capitán América, mi futuro depende de ti". Imbéciles hay, pero la mayoría no creo que lo sean. No creo que mis viejos amigos piensen que las invasiones gringas son lindas y salvadoras y que los marines, todos catires y bellos, van a venir a querernos mucho. No creo que mis viejos piensen que lo mejor para ellos y sus hijos es un escenario de guerra civil. No creo que sean tan brutos como para pensar que, si se desatara una guerra, ellos seguirían bajando los fines de semana a Puerto Azul. Mis viejos amigos no pueden ser tan brutos.

Y como sé que brutos no son, como sé que son buenos papás y mamás, como sé que se ellos no quieren ver en los ojos de sus hijos el horror crudo de un bombardeo, sé también que el miedo los alcanzó. Y que la casa donde reposa su felicidad les pareció efímera, y la angustia del vacío que supone la guerra que quiere Guaidog y sus amos, los sacudió.

"La cagamos otra vez" —dijeron sus think tanks, que siempre la cagan. La guerra psicológica que diseñaron para quebrar al chavismo a punta de miedo no les funcionó. El miedo por la culata. Y es que si el miedo nos quitó el sueño alguna noche, la indignidad de entregarnos por miedo no nos dejaría dormir por el resto la vida. Porque el miedo que debió quebrar al chavismo, lo convertimos en certeza de paz, porque solo la paz espanta los horrores de una guerra, a los que cualquier persona sensata teme. Nosotros lo sabemos, nuestros líderes lo saben y peleamos para que el terror no llegue.

Mientras, allá en Las Mercedes, Prados del Este, Colinas de Bellos Monte, Cumbres, allá en el este del Este, se quedaron con el miedo que retumba en la nefasta y sádica pregunta que les hiciera Guaidog, su neo líder: "¿le tienen miedo a una guerra civil?", y entrampados en el mar de sospechas y dudas en el que nadan, con la imposibilidad de decir que sí, de decir que tienen miedo, como cualquier persona normal y buena; que tienen miedo y que lo último que quieren es tener que vivir semejante pesadilla, sin que los suyos los acusen de ser chavistas. “Descubre al Sapo Rojo”

“Se asustaron, Guaidog, pero tú tranquilo, ahora sales a decir que tú no dijiste lo que dijiste y que eso no es sino una mentira del G2 cubano para asustar a nuestros valientes. Ve y les dices que, si creyeron lo de los bombillos espías, si creyeron lo de los billetes santeros ¿qué cosa no van a creer?” Thank you, think tanks. Los infomercenarios que tenían semanas regando el miedo, ahora intentan recoger el mierdero que regaron. “¿Viste? No fue Guaidog, fue el G2” –mis viejos amigos, dispuestos a creer, suspiran aliviados. Y no habían terminado de suspirar su alivio cuando Guaidog volvió a abrir la bocota afirmando que cuenta con que los gringos le terminen la tarea golpista una invasión militar. "¿Tienen miedo a una guerra?".

CAROLA CHÁVEZ

@tongorocho

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