sábado, 25 de junio de 2016

Brexit - mirando más allá de la nariz


Tortilla con Sal, 24 de junio 2016 
La votación en el Reino Unido para salir de la Unión Europea es muy importante pero quizás no por los motivos que dicen los medios corporativos de desinformación o la falange de economistas ortodoxos quienes durante años han asegurado que la economía productiva europea no funciona. El referendo del 23 de junio marcó la segunda vez en los últimos doce meses en los que una población europea tuvo la oportunidad de decidir un asunto político fundamental de manera verdaderamente democrática. En julio 2015, el pueblo griego votó en contra de la tiranía económica impuesta por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. La votación no cambió nada. El gobierno griego fue forzado a aceptar las imposiciones de la Unión Europea en contra de la clara voluntad de su pueblo.

Ahora los pueblos del Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales, e Irlanda del Norte) han votado sobre si permanecer o no en la Unión Europea y dos, Inglaterra y Gales, han votado claramente a favor de retirarse. En Inglaterra la ventaja para la opción de salirse fue de más del 8%, en Gales fue de más del 5%. Ahora es muy probable que Escocia va a volver a hacer un referéndum para independizarse y es muy posible que Irlanda del Norte podría optar por votar sobre si finalmente debe unirse a la República de Irlanda. De todos modos, el resultado de la votación de ayer provoca un trastorno constitucional e institucional no solamente en la Unión Europea sino también en el Reino Unido. Queda por verse hasta donde llegarán las élites corporativas occidentales en sus intentos de maniobrar para anular el impacto del resultado por medio del laberinto administrativo y judicial de las normas aplicables dentro del marco legal de la Unión Europea.

Ha sido muy instructivo leer los medios dominados por la opinión socialdemócrata británica, por ejemplo the Guardian o the Independent. Sus analistas apenas se preocupan por esconder su desdén y menosprecio para la población de las regiones afuera de Londres que votaron a favor de la salida de la Unión Europea. La población de Londres votó masivamente a favor de quedarse, con una ventaja de 60% contra 40%. De hecho, fueron los medios de derecha los que estuvieron más en consonancia con el sentir general de la población inglesa. Sin embargo, eso no quiere decir que se trate de una votación de progresistas contra derechistas. Es cierto que la gente menor de 24 años votó de manera abrumadora para quedarse en la Unión Europea. Pero aún así, parece que la votación fue determinada principalmente por la realidad de clase, con las regiones menos prósperas en rebelión contra las inútiles recetas económicas impuestas por burócratas despóticos en Bruselas y un Banco Central Europeo disfuncional.

Una pregunta fundamental es qué diferencia va a hacer el referéndum para el desarrollo económico de la región. A corto plazo, habrá un período de dudas e incertidumbre mientras se negocian los términos del divorcio del Reino Unido de la Unión Europea. Hay mucho mal humor irracional de parte de las y los dirigentes de la Unión Europea que no augura nada bueno para una negociación exitosa para el bien de todas las partes. Serán críticos los ajustes a la política migratoria y a las normas aduaneras. En importantes países de la Unión Europea, especialmente Francia, Holanda e Italia, se aumentará la presión para poder votar sobre su membresía de la Unión Europea, igual que lo ha hecho el Reino Unido. Muchos factores explican esta reacción, por ejemplo, la incapacidad de las élites europeas para resolver los problemas económicos de la región, o su fatal manejo del fenómeno de los refugiados, o su política contraproducente de sanciones contra Rusia, entre otros.

Queda a ver qué impacto tendrá un Brexit en términos comerciales. Mucho depende de la madurez con que las dos partes negocian la transición. No sentó un buen precedente la brutalidad con que la Unión Europea trató a Chipre y Grecia durante las crisis que afectaron aquellos dos países. Pero el Reino Unido es un mercado y un actor económico muchísimo más fuerte que Grecia. En principio, salir de la Unión Europea le permitirá más flexibilidad en sus políticas comerciales y fiscales. Incluso la caída de la libra esterlina que acompañará el proceso de transición podría ayudar reducir el alto déficit en la balanza de pagos del Reino Unido por estimular las exportaciones y disminuir las importaciones. Queda a ver si las cadenas de producción globales que alimentan la industria manufacturera británica permiten al país beneficiar de esa manera. La caída de su moneda será una ganga para el turismo internacional hacia el Reino Unido, que implicará un boom para ese sector y los sectores asociados como los hoteles. En cambio, el impacto negativo sobre el enorme sector financiero internacional basado en Londres, de hecho uno de los paraísos fiscales más grandes y sofisticados del mundo, probablemente significa a mediano plazo el fin de su predominio financiero.

La economía del Reino Unido representa solo 3.5% del PIB mundial, entonces desde el punto de vista de las élites corporativas occidentales no se trata de un evento catastrófico para su sistema. Más que todo se trata de un desencajamiento temporal que implica una reorganización geográfica de sus operaciones y una posible re-estructuración de sus inversiones, especialmente sus inversiones financieras. El comercio entre el Reino Unido y Europa no va a desplomarse porque es demasiado importante para las dos partes. En el aspecto financiero, a nivel de la coordinación entre los bancos centrales mundiales nada cambia, quizás a corto plazo será necesario para la Reserva Federal de Estados Unidos garantizar más créditos de intercambio en dólares para estabilizar los bancos europeos. En términos de la geopolítica, a nivel de la Organización del Tratado del Atlántico Norte nada cambia. Entre las corporaciones internacionales se trata de un inconveniente menor.

Sin embargo, esto no quiere decir que este desencajamiento no sea motivo de preocupación: En su visita a Londres a fines de abril, el presidente estadounidense Barak Obama tuvo el inusual gesto de meterse en los asuntos internos de su huésped y hacer publicar una carta al pueblo británico en la que expresamente advertía la «profunda preocupación en Washington por las consecuencias que tendría una salida del Reino Unido» expresándo: «Como amigo vuestro permitidme que os diga que la UE hace más grande a Gran Bretaña». ¿El motivo de esta inusual preocupación por parte del presidente del imperio? Probablemente, el hecho de que estando el Reino Unido sometido a la Unión Europea habría hecho mucho más fácil hacer pasar tratados lesivos como la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (conocida como TTIP por sus siglas en inglés), y el Acuerdo sobre el Comercio con los Servicios (conocido como TISA), tratados que han estado siendo negociados a espaldas de los pueblos europeos y que ahora será más difícil hacer tragar a los británicos, que gracias a su salida de la Unión han ganado nuevos ímpetus soberanistas.

A nivel doméstico dentro del Reino Unido se trata de un variante política de la destrucción creativa planteada por el economista Joseph Schumpeter. Es cierto que la economía y la sociedad británica perderán los beneficios se su membresía de la Unión Europea. Pero también perderán las desventajas de estar sometidas a un ejecutivo no elegido caracterizado por una burocracia desleal e interesado, un sistema parlamentario anti-democrático y un sistema judicial ajeno y caprichoso. A corto plazo, el ajuste seguramente traerá dificultades económicas, pero la economía ya está estancada por motivo de las políticas contraproducentes de austeridad promovidas por las y los mediocres dirigentes de la Unión Europea. Finalmente ahora, el pueblo británico tendrá la soberanía para tomar las decisiones fiscales necesarias para resolver sus problemas económicas sin estar sujeto a la mano muerte de las élites de la Unión Europea.

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