miércoles, 22 de abril de 2015

Las Venas Abiertas



La primera vez que leí Las Venas Abiertas de América Latina, del extraordinario periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, fue un sacudón en la mente y en el alma. Descubrí una historia que no aparecía retratada en los libros ni en los cuentos oficiales. Los opresores de nuestra América se habían encargado de borrar de nuestra conciencia las luchas heroicas de los pueblos, los saqueos y los crímenes cometidos por las clases dominantes. Recuerdo que la lectura apasionada de este libro me dejó una sensación de frustración, de impotencia. De indignación, diríamos ahora. Cómo había sido posible que nos jodieran y dominaran de la manera más descarada por tantos siglos.

Aún conservo mi primer ejemplar.Lo atesoro y cuido muy bien en mi biblioteca. Está en excelentes condiciones porque al comprarlo lo forré en plástico, que era la forma que teníamos para ocultar nuestras lecturas “ñangarosas” de los agentes represores Adeco-Copeyanos de los años 80 y 90. Por increíble que parezca eran lecturas casi clandestinas, pero necesarias para el debate de ideas contra el sistema neoliberal. La primera edición del libro salió en 1971, la mía es la Trigésima Tercera, del año 1982; pero ya van más de 76 ediciones. Esto evidencia lo extraordinario de su contenido y su dramática vigencia. Explica además odios nada gratuitos, como su prohibición durante las dictaduras fascistas de Uruguay, Argentina y Chile.

Galeano inicia el texto de la manera más cruda y contundente: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. Desde el propio descubrimiento de América hemos sufrido la maldición de la dominación, primero por parte de los imperios coloniales (España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda), y luego por el “Destino Manifiesto”de Estados Unidos. La relación de dominación se ha basado en la vergonzosa expoliación de las materias primas y riquezas existentes en nuestro continente y en la inmisericorde explotación del hombre, sea indígena, africano, campesino u obrero. Galeano señala en el texto que nuestra América Latina “Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre, la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan, consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos”. Absolutamente todas las riquezas sobre nuestra tierra o debajo de ella,son apetecibles para la voracidad capitalista. En este sentido,señala que “El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo”. Entramos en desigualdad de condiciones y bajo subordinación al sistema capitalista mundial, por eso hemos reproducido, por casi 500 años, el intercambio de nuestras riquezas por “espejitos” y baratijas.

Galeano subtituló la primera parte del texto como “La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra”. Allí señaló detalladamente las atrocidades y circunstancias que caracterizaron al despojo colonial. A partir del “descubrimiento” de América, las riquezas naturales desatan la mayor voracidad y saña en la historia de la humanidad. Fueron siglos de saqueo sistemático de nuestros recursos, empezando por la plata y el oro, el cacao, azúcar, café, para luego saltar sobre nuestro petróleo, hierro, aluminio y demás riquezas naturales. Galeano cita una frase de Colón que es emblemática para caracterizar la lógica del saqueo colonial: “del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en el mundo y llega a echa las ánimas al Paraíso”.Para ejecutar sus planes, los imperios coloniales recurrieron al feroz dominio militar y religioso, subyugando y convirtiendo en esclavos a la población indígena local, sin embargo, como señala Galeano “la población de las islas del Caribe dejó de pagar tributos,porque desapareció: los indígenas fueron completamente exterminados en los lavaderos de oro”. Esto explica la frenética cacería y tráfico de esclavos desde África hasta América. El engranaje comercial colonial requería de mano de obra más barata y “resistente” para hacer más eficientes sus actividades de saqueo y despojo.

Toda esta riqueza saqueada permitió financiar y dar oxígeno financiero a todas las monarquías europeas. Para entender la magnitud del saqueo, Galeano señala que con esta riqueza mal habida,“en tres siglos España recibió suficiente metal de Potosí como para tender un puente de plata desde la cumbre del cerro hasta la puerta del palacio real al otro lado del océano”. Pero además, el despilfarro era tal que “Los capitales no se acumulaban, sino que se derrochaban. Se practicaba el viejo dicho: Padre mercader, hijo caballero, nieto pordiosero”.

Los beneficios del saqueo alimentaron no solo al Reino de España sino que enriquecieron a ingleses, franceses y holandeses por igual, permitiendo su desarrollo económico e “hizo posible la aparición de una nueva etapa histórica en la evolución económica mundial,los burgueses se apoderaban de las ciudades y fundaban bancos, producían e intercambiaban mercancías,conquistaban mercados nuevos”.

De esta época de riqueza y explotación colonial también provienen las mayores muestras de exclusión y desigualdad social sobre indígenas, campesinos y trabajadores. Galeano señala que “Desterrados en su propia tierra, condenados al éxodo eterno, los indígenas de América Latina fueron empujados hacia las zonas más pobres, las montañas áridas o el fondo de los desiertos, a medida que se extendía la frontera de la civilización dominante”. Es la opresión sistemática hacia el campesino, el cual históricamente trabajó la tierra sin poseerla, por eso “De la plantación colonial, subordinada a las necesidades extranjeras y financiadas, en muchos casos, desde el extranjero, proviene en línea recta el latifundio de nuestros días”.

La riqueza de nuestros suelos también permitió la explotación intensiva de rubros como el azúcar, algodón, caucho, café, plátanos, que llenaban los platos y los bolsillos de las cortes europeas. En el caso de nuestro Cacao, señala Galeano que“Venezuela se identificó con el cacao, planta originaria de América,durante largo tiempo. «Los venezolanos habíamos sido hechos para vender cacao y distribuir, en nuestro suelo, las baratijas del exterior»”.

Todas las luchas de liberación o resistencia iniciadas para confrontar las distintas formas de dominación, terminaron siempre aplastadas o traicionadas por las oligarquías locales o el poderoso imperio norteamericano.Sobre los líderes de las luchas por la liberación de los pueblos, caía todo el peso del odio y la violencia de las oligarquías y de las botas yanquis. Bajo traiciones, componendas y magnicidios cayeron grandes líderes de nuestra América como Augusto César Sandino,Emiliano Zapata y Salvador Allende.
Galeano señala que el siglo XX fue el de la consolidación del imperio norteamericano, ávido de poner las manos sobre las materias primas de nuestro continente, todo para alimentar su maquinaria industrial y de guerra. Petróleo, cobre, cinc, aluminio, estaño, hierro, han sido materias primas esenciales para el mantenimiento y subsistencia del capitalismo norteamericano. Apropiarse de ellos, por cualquier medio (por las buenas o por los golpes) “determina una identificación también creciente de los intereses de los capitalistas norteamericanos en América Latina, con la seguridad nacional de los Estados Unidos”. Esto que señaló Galeano en 1971 es una receta que pretende aplicarnos Estados Unidos, en pleno siglo XXI, con sus inmorales decretos ejecutivos.

En el tema del petróleo, Galeano le dedica a Venezuela un análisis detallado sobre la maldición del oro negro y su efecto en nuestra fuerte transculturización y alienación. Con crudeza señala “Éste es uno de los países más ricos del planeta y, también,uno de los más pobres y uno de los más violentos”; “…que prefiere el consumo a la creación y que multiplica las necesidades artificiales para ocultar las reales. Caracas ama los productos sintéticos y los alimentos enlatados;no camina nunca, sólo se moviliza en automóvil, y ha envenenado con los gases de los motores el limpio aire del valle; a Caracas le cuesta dormir, porque no puede apagar la ansiedad de ganar, y comprar,consumir y gastar, apoderarse de todo”.Este es un crudo relato de la idiosincrasia criolla y su voracidad consumidora.
En la segunda parte de Las Venas Abiertas de América Latinael desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes, Galeano se concentra en identificar los mecanismos de dominación, tanto económicos como financieros, que las grandes potencias y las corporaciones han aplicado sobre todos los países del continente para expoliarla en sus riquezas naturales y en sus capacidades industriales.

Galeano encuentra que “En el momento de la emancipación, las colonias españolas se volvieron una especie de colonias inglesas, que había proporcionado diez empréstitos a las colonias españolas liberadas, que ahora quedaban bajo poder de los bancos”.De allí que se va desarrollando un peculiar y nefasto mecanismo de deformación del Capital, mediante el cual “El comercio libre implicaba un frenético aumento de las importaciones, sobre todo de las importaciones de lujo y, para que una minoría pudiera vivir a la moda, los gobiernos contraían empréstitos que a su vez generaban la necesidad de nuevos empréstitos: los países hipotecaban de antemano su destino, enajenaban la libertad económica y la soberanía política al servicio de la deuda externa”.

Por si esto fuera poco, Estados Unidos se aplicará a fondo en imponer su lógica neoliberal, vendiendo nuevos espejitos mediante la “doctrina del libre cambio, el comercio libre y la libre competencia, pero para el consumo ajeno”. De su manose crearán las instancias más perversas necesarias para la dominación y subyugación de los pueblos: “El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial nacerán juntos para negar,a los países subdesarrollados, el derecho de proteger sus industrias nacionales, y para desalentar en ellos la acción del Estado”.

Otro análisis interesante se encuentra en la estructura contemporánea del despojo, allí Galeano señala que “El capital imperialista captura los mercados por dentro, haciendo suyos los sectores claves de la industria local: conquista o construye las fortalezas decisivas, desde las cuales domina al resto”.Como parte del engranaje que permite y facilita el control sobre los medios de producción y sobre los actores políticos, Galeano es lapidario al señalar que “Nuestros burgueses son, hoy día, comisionistas o funcionarios de las corporaciones extranjeras todo poderosas. En honor a la verdad, nunca habían hecho méritos para merecer otro destino”.

Galeano también menciona el tema de la fuga de capitales y divisas, y señala que “Al llevarse muchos más dólares de los que traen, las empresas contribuyen a agudizar la crónica hambre de divisas de la región; los países «beneficiados» se descapitalizan en vez de capitalizarse”. Remata señalando que “Las corporaciones multinacionales utilizan directamente al Estado para acumular, multiplicar y concentrar capitales, profundizar la revolución tecnológica, militarizar la economía y, mediante diversos mecanismos, asegurar el éxito de la norteamericanización del mundo capitalista”.

Todas y cada una de las palabras escritas en este libro por Galeano a principios de los años 70, están más que vigentes. Algunas han vuelto como un “déjàvu”. Su investigación y relatos exponen las lógicas de dominación y la explotación que han sufrido inclementemente nuestros pueblos. Nos saquearon. Exterminaron pueblos enteros, ejecutando un genocidio a gran escala. Sin embargo a la fecha nadie ha pedido perdóno ha hecho un mea culpa por ello. La prepotencia e impunidad del Reino de España se mantiene incólume hasta nuestros días, muy a pesar de haber cometido el mayor genocidio y saqueo en la historia de la humanidad.

Para no olvidar el mundo en que vivimos, Galeano nos recuerda que “El sistema ha multiplicado el hambre y el miedo; la riqueza continuó concentrándose y la pobreza difundiéndose”. Cosas del Capitalismo Salvaje.

Richard Canan
Sociólogo
@richardcanan

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