Gordon W. Allport y Leo Postman, profesionales especializados en el estudio de la información directa, han estudiado el fenómeno del rumor desde distintos puntos de vista, tratando de esclarecer las motivaciones particulares de las personas que se dedican a difundir rumores y la ingenuidad de la mayoría al caer víctima de sus propósitos, participando en una elaborada cadena generalmente instrumentada con intenciones malignas.
Es difícil saber a ciencia cierta el propósito verdadero que cumple la difusión de un tipo de información que pretende ser secreta y novedosa; pero de lo que no hay ninguna duda es que despierta el interés de la mayoría.
La última noticia siempre lleva consigo la ilusión de despejar la incertidumbre y el vano propósito de calmar la ansiedad que provoca el miedo a lo desconocido.
El rumor es un problema social, principalmente en momentos difíciles cuando la avidez de noticias estimula la imaginación y puede llegar a afectar la moral de la gente, creando alarmas innecesarias o vagas esperanzas. Es una amenaza para la paz social y siembra el odio entre la gente.
El rumor sigue el mismo curso de la comunicación humana, se distorsiona con las sucesivas interpretaciones subjetivas y los intereses de cada uno, para terminar siendo algo totalmente diferente.
Las personas tienen la tendencia a modificar lo que oyen cuando lo difunden, desde su perspectiva, aunque esa información no resista ningún análisis crítico.
Los rumores que se esparcen con mayor rapidez son los que se transmiten por los medios de comunicación masiva, siempre que se vincule con personas de notoriedad de cualquier ámbito de la sociedad y que pueda significar la posibilidad de un escándalo; pero también corren rumores entre personas que se conocen porque pertenecen al mismo grupo.
Lo más peculiar de un rumor es la facilidad con que circula sin ninguna prueba que lo sustente.
Aunque la fuente de un rumor sea fidedigna, al dispersarse a través de muchos individuos pierde su categoría de autenticidad para transformarse en algo ambiguo y diferente.
Estos autores consideran saludable mantener un cierto grado de escepticismo ante cualquier información verbal como la más segura defensa.
Para que un rumor se disemine como reguera de pólvora es necesario que cuente con dos ingredientes básicos: tiene que tratarse de algo que tenga importancia para la mayoría y tiene que ser ambiguo, por la ausencia de detalles precisos o por los datos que a veces resultan incoherentes.
Un rumor puede partir de una minúscula verdad que luego se modifica hasta hacerla irreconocible.
Los momentos más favorables para la circulación de rumores en una sociedad son los críticos, principalmente en tiempos de guerra.
El rumor sólo avanza a través de personas con mentalidades semejantes ya que en un ambiente demasiado heterogéneo con pocos puntos en común e intereses diversos, tenderá a desaparecer.
El rumor cumple una función de descarga emocional en forma inmediata al proporcionar alivio mediante una salida verbal.
Fuente: Psicología del Rumor, de Gordon W. Allport y Leo Postman, Editorial Psique, Buenos Aires, 1973
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