Prensa MPPC/ 02-11-14.- Vino de Aragua. Se acercó con sus juguetes, los mismos que hace con sus manos, por dos razones: homenajear a Alí, el Cantor del Pueblo, en el que sería su cumpleaños 73; además de poder transmitir sus conocimientos a los niños y niñas falconianas. “Los hijos nuestros, porque son nuestros todos”, diría.
Su nombre es Julio Pérez, vive específicamente en Turmero, y los juguetes que elabora tienen una característica fundamental: los hace con material de residuo sólido. “Sí, les enseñamos a hacerlos y se lo llevan sin ningún costo”, cuenta, y con eso retoma una tradición del propio músico, que en su cumpleaños daba regalos a los niños de Paraguaná, donde aún vive su familia y está la Casa Museo Alí Primera.
Es justo ahí donde están reunidos artesanos, cultores y niños, junto a familiares del cantor, celebrando la vida del que tanto legado dejara con su voz. “Yo cuando llegué de Colombia hace 30 años no tenía ni idea de quién era Alí Primera. Un día un amigo me dijo ‘escúchalo’, me trajo cassettes, recuerdo que era un jueves en la tarde, compré una caja de cervecita y me puse a escuchar. Era el lunes y yo estaba sentado, escuchando a Alí”, cuenta por ejemplo el artista plástico Carlos Galeano.
Pero el tiempo que pasaba se convirtió en divulgación en su propio país de una música que “como artista, como poeta, como hombre”, lo mantiene aún “maravillado”: “El primer año de mi vida y estadía aquí dediqué todo lo que hacía a comprar casettes y mandarle a los amigos en Colombia. Y todo el mundo decía ‘¡no puede ser que haya un cantor así!’”.
En la mesa que está frente a él, exhibidas, hay decenas de piezas talladas en madera: carritos y trenes de varios tamaños y modelos. Pero resaltan realmente las esculturas, todas con motivos indígenas, de formas –ahí sí igual que las otras piezas- rústicas. Y es que Carlos reivindica cierto descuido en la artesanía que hace. “Es que yo soy así”, dice riendo, mientras muestra a una mujer lo que sus manos producen.
Justo esa cosa a veces rasposa de la voz de Alí se percibe aún en los espacios de la casa –ahora museo- por la que el recorrido muestra retazos de su vida, de su obra y lo que dejó en tanta gente.
Fotos, por ejemplo, de sus largos recorridos por las calles, de su andar entre los suyos, del Alí familiar, padre, hijo, hermano. También dibujos de él con su cuatro, de su madre, de ese che Guevara que admiraba, y de otro más que admiraría de no ser por el accidente que acabó con su paso por la tierra, ese 16 de febrero del año 85: Hugo Chávez. Pinturas también de él con su gallito rojo (el del Partido Comunista de Venezuela).
Pero hay además discos, libros y más artículos de Alí o sobre él. Y finalmente, ofrendas enviadas de distintos lugares para ensanchar el homenaje, la celebración de una voz que se hizo millones, y que se mantiene viva en los cultores que siguen su lucha, pero sobre todo, en esos niños, en ese futuro en el que tanto creía.
“Es que él le cantó al futuro. Al presente de su tiempo, claro, pero sobre todo al futuro. Por eso tiene tanta vigencia en estos tiempos”, diría el maderero Galeano, el eterno “maravillado” por Alí.
T / Juan Ibarra
F / Milangela Galea
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