Sólo los de mente necia, y adversarios confundidos, podrían negar la incidencia del imperialismo estadounidense en los intentos que se vienen dando en el país en función del derrocamiento del gobierno del Presidente Nicolás Maduro y del truncamiento, en consecuencia, del proceso bolivariano revolucionario que se esta desarrollando en Venezuela a partir del ascenso al gobierno-poder del Comandante Chávez, desde finales de los años noventa del siglo XX y en los que va del siglo presente.
La impronta imperial, en el Continente, no sólo en Venezuela, está suficientemente documentada como para persistir en ello en las pocas líneas que disponemos; basta con reseñar que la estrategia que, actualmente, están utilizando, en nuestro país, de múltiples aristas (guerra económica, mediática, psicológica, etc.,) incorpora el ardid, empleado ya en otros países, de la manipulación del sector estudiantil como ariete incentivador de sus planes desestabilizadores.
Por supuesto, que los agentes imperiales, incrustados en distintos espacios de la sociedad, se empeñan, neciamente, en negar esta treta que ya emplearon en la Yugoeslavia de Milosevic, que terminó con el desangramiento y desmembramiento de esa nación y, más, recientemente en Ucrania, en donde está a punto de desatarse una cruenta guerra civil.
En ambos casos, al igual que en otros países, estos procesos de desestabilización estimulados por el imperialismo estadounidense, han tenido como motor inicial el sector universitario, en los cuales se aplica un libreto calcado al carbón de los Manuales de las Agencias estadounidenses especializadas en el derrocamiento de gobiernos que no les son afectos.
En nuestro país, desde el mismo 2002, cuando el golpe de estado, ya se hizo notar la presencia de ONGs que, financiadas por el imperialismo, operaban en el ambiente universitario, preferentemente de estirpe privado, y en los años subsiguientes, captando jóvenes para instruirlos en las tácticas que disfrazadas como pacíficas incitan la violencia, tal cual, como plantea el Manual del agente de la CIA, Gene Sharp ”De la dictadura a la democracia” que instruye a los participantes en la modalidad del “golpe de estado blando o suave”.
De tal manera que lo que hemos presenciado y vivido los venezolanos en este año, no es más que el resultado de un intenso trabajo, auspiciado por el imperialismo, a través de sus distintas Agencias y ONGs que han logrado captar y formar en tales prácticas a la dirigencia del movimiento estudiantil de derecha, que tiene en activistas, como, Yon Goicochea, Julio César Rivas, Miguel Sabal, Mercedes Narh, Roddy Rodríguez, Rogelio Díaz Montaño, Sara Abdel Karim, Geraldine Álvarez, Freddy Guevara, David Smolansky, Carlos Graffe, Manuela Bolívar, Roderick Navarro, Lester Toledo, Javier Martucci, Sergio Contreras, Reinaldo Díaz, Sara Hanna, Bernardo Pulido, Daniel Ceballos, Lawrence Castro, Juan Guaidó, Alfredo Jimeno, Vilcar Fernández y Gaby Arellano, sus más adelantados cuadros; en su gran mayoría, actualmente, militantes del partido de derecha Voluntad Popular (VP), que dirige Leopoldo López. Varios de estos activistas han recibido cursos de adiestramiento en el exterior, en Serbia, México, Miami; y muchos otros, aquí mismo, en Venezuela, en recintos de Universidades privadas, teniendo como instructores a asistentes del propio Gene Sharp.
Según informes de Wikileaks, en Venezuela, han sido formados alrededor de 1000 activistas en estas supuestas tácticas no violentas que como indica Sharp en el Manual “son realmente verdaderas armas de guerra”. Lo cierto es que los venezolanos en estos últimos 3 meses de guarimbeo hemos padecido los efectos de estas prácticas que han arrojado 43 muertos, centenares de heridos, cuantiosos daños materiales y que, sin embargo, la mediática privada-siguiendo el rol que les asigna el Manual- se empeña en presentar como protestas pacíficas, cuando realmente responden a un plan preconcebido, aliñado con el uso de mercenarios y francotiradores, con el que pretenden crear la escenografía para llevar a cabo la sustitución ilegítima de un gobierno democrático.
Ahora bien, el dilema hay que situarlo con los jóvenes estudiantes que vienen participando de las protestas pero que no son partícipes de los planes terroristas ni de las prácticas fascistas de quienes las dirigen. Jóvenes venezolanos que asumen que están librando una lucha contra un régimen que, según les han inculcado, les cercena sus libertades, viola los derechos humanos y que está llevando al país al caos.
Jóvenes venezolanos que han asumido que es lícito agraviar los símbolos patrios: colocar la bandera al revés, pintar manos blancas sobre las estrellas, etc.; pero, sin embargo, se sienten venezolanos; que vibran con los triunfos de la vinotinto, que disfrutan un juego Caracas- Magallanes; y en los que el modelo a seguir es el del consumismo desaforado, el del excluyente modo de vida norteamericano que tiene en los Centros Comerciales los nuevos templos en los que se le rinde culto a los valores del capitalismo neoliberal: el dinero, el hedonismo, el individualismo, etc.
Jóvenes provenientes, en buena medida, de las clases medias, entrampados por una madeja cultural alienante montada a través de los medios de comunicación de la burguesía, la industria cultural imperialista, el conservatismo de los colegios católicos privados, un sin número de ONGs, etc., que se conjugan para generar en este sector un extrañamiento total o parcial de la realidad histórico-social venezolana.
Ardua tarea, la que le corresponde al gobierno bolivariano y a la sociedad patriótica, para tratar de incorporar a estos jóvenes venezolanos en el gran esfuerzo colectivo que se viene desarrollando por consolidar la soberanía nacional y construir la Patria buena en la que tienen cabida todos los venezolanos de buena voluntad. Estimular el debate de ideas es el camino idóneo, es decir, la lucha ideológica; en eso creemos.
*miguelugas@gmail.com
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