Por Verónica Díaz Hung/
En Venezuela se libra una guerra que no usa balas, ni cañones, porque la artillería usada es el rumor, la desinformación, la persuasión y el campo de batalla es la mente, el atacado no sabe que es la víctima y que el control o descontrol de sus emociones es el objetivo del enemigo, porque se trata de un “Conflicto Prolongado de Baja Intensidad y de Modeladas Acciones”, como lo define Erick Rodríguez, quien explica que este escenario bélico se enmarca en la Guerra de Cuarta Generación que el poder imperial, con el apoyo de la oligarquía, han emprendido contra el país que posee el 20% de las reservas probadas de crudo del planeta.
El analista social expone que la guerra psicológica es consecuencia de la guerra económica, porque requiere de un factor detonante, necesita un origen.
Para entender la génesis de este psicoterror que tratan de inducir, Rodríguez señala que en la sociedad hay un conjunto de elementos que se relacionan con el equilibrio afectivo, como el estatus y valores, y los miedos y prejuicios, porque a partir de esos elementos se usa una instrumentación de guerra a través de los medios masivos y las redes sociales, donde el teatro de operaciones es la mente humana. Su objetivo es romper el equilibrio afectivo, su ataque va a las emociones primitivas.
Pero se requiere un elemento, que acuerdo con la dosis y la mezcla, provoque un estado de tensión.
Se trata de una estrategia de desgaste, montada sobre el rumor, que puede ser sigiloso, impetuoso o sumergido (aparece o desaparece).
Te abruman de desinformación, te atosigan, para que se agoten los mecanismos de adaptación y resistencia.
Se genera entonces la duda, que provoca tensión, lo que hace que se rompa el equilibrio afectivo, basado en el ánimo, el humor, porque se busca hacerlos inestables.
Según Erick Rodríguez se genera lo que los sociólogos llaman la “terrortimia”, que es romper la tranquilidad del individuo de manera de influir en su estado social habitual.
Al lograr esta ruptura el primer sentimiento es la indefensión y el abandono. Se experimenta una dualidad.
Es cuando el individuo percibe que no hay gobierno, empieza a dudar, experimenta zozobra, alarma.
“Se busca crear confusión, porque al deteriorar la voluntad, el espíritu de reflexión y lucha se diluye, y si no tienes información para analizar, se crea un mecanismo de justificación, que quebranta la fe, y se entra en un ciclo de psicoterror, que evita el raciocinio”, analiza Erick Rodríguez.
Entonces la desinformación y el engaño, genera lo que los sociólogos denominan distorsión cognitiva, que es cuando la mente nos sabotea.
Esta afección es un error en el procesamiento de la información asociado a unas creencias que no se ajustan al entorno. Este error en el procesamiento puede influenciar la conducta y el estado emocional. Sería una especie de fallo en el pensamiento crítico.
“Quieren llevarte a dudar, generarte incertidumbre. Es cuando comienzas a preguntarte si el presidente Maduro lo está haciendo bien, porque buscas un culpable, y te inducen a creer que la culpa la tiene el gobierno, porque se invisibiliza al verdadero culpable, es decir, a los empresarios en el caso de la guerra económica”, expone Rodríguez.
Señala que el objetivo es inducirte a pensar que el Presidente Maduro ha traicionado el mandato del Comandante Hugo Chávez, porque él es el vicario de Chávez, legítimamente electo por el pueblo, que tiene la responsabilidad de resguardar su legado.
Su estrategia es descalificar al vocero principal, porque te están quebrantando la fe de manera progresiva. Quieren acobardarte, confundirte, desanimarte, desesperarte.
La persona cae en un proceso de rechazo, desconfianza, con el objetivo de culpar a quién no tiene la culpa.
Te vuelves incrédulo, piensas que se trata de un discurso retórico, fingido y no fáctico y verdadero, como el que están hablando nuestros líderes revolucionarios.
Su objetivo, enfatiza Erick Rodríguez, es lograr el desencanto, para crear una situación que empiece hacerse irreversible, porque aunque saben que el chavismo no votaría por un opositor, se proponen que se abstenga, que se desilusione, y no concurra a defender el proyecto de la esperanza y la paz.
El analista social, no obstante, advierte que se trata de una estrategia peligrosa, porque no apela a lo racional, sino que apunta a las emociones, a los deseos inconscientes, a los temores. Su método es anular la capacidad reflexiva, porque acuden al cerebro primitivo.
Colas y escasez, la artillería
La estrategia es crear un estado molesto para provocar confrontación entre los venezolanos, y para ello se han enfocado en distorsionar la cadena de comercialización, que es el elemento esencial de la guerra económica, a través de un control corporativo que se ejerce mediante organismos como la Asociación Nacional de Supermercados y Autoservicios (ANSA), la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos (Cavidea), el Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio) y Fedecámaras, quienes provocan una situación de presión, y justifican los desequilibrios creados por ellos, en las regulaciones existentes y en la ausencia de dólares para adquirir las materias primas.
“En pocas palabras, chantajean al gobierno”, expone Erick Rodríguez, quien aclara que en Venezuela hay una economía de transición, porque actualmente existe un modelo económico rentista, importador de bienes de consumo, con dependencia de conocimiento y tecnología foránea, que ha concentrado el capital en manos de unos pocos, creando oligopolios y en el caso del campo, los llamados oligopsonios, que abusan de su posición de dominio para cartelizar mercados verticales y horizontales.
Explica que un mercado vertical es como el que existe en el sector salud venezolano, en donde unos pocos dominan toda la cadena desde los laboratorios, las droguerías y las farmacias.
Sostiene que cinco droguerías controlan todo el mercado de las farmacias, que se concentra en grandes cadenas: Farmatodo, Farmahorro, Farmacias SAAS y Locatel.
En Venezuela hay 200 laboratorios, pero 20 tienen el control del mercado y hay 7 droguerías que dominan el empaquetado, distribución y comercialización, a través de la Cámara Venezolana de Droguerías (Cavedro): Droguería del Oeste, Farvenca, Drochica, Drolanca, Droguería Nena, Organización Comercial Belloso y Servofarma.
En Venezuela hay 6 mil medicamentos con nombres comerciales y genéricos, 5.000 farmacias, y se estima un consumo de 550 millones de unidades de medicamentos anuales, es decir, 19 unidades por persona al año, lo que significa un promedio mayor que Brasil, Argentina e, incluso, México.
Y este inmenso mercado es controlado por estos grupos económicos.
Pero también hay otras prácticas abusivas que define como exclusionarias, que son el boicot y campañas de desprestigio, que impiden la entrada de otros competidores.
Sostiene que estos oligopolios distorsionan la cadena de comercialización con fines desestabilizadores, generando desabastecimiento bajo el asesoramiento de organizaciones norteamericanas, españolas y de otros países latinoamericanos.
Su objetivo es provocar fallas en los productos esenciales, que define como escasez episódicas (el producto se encuentra a veces sí, otras no), intermitentes (colocan un producto pero no otro), suministros zonales (si saben que el oeste prefiere la harina de maíz y el este la de trigo invierten el suministro para generar malestar) y reposiciones limitadas.
Entonces se consigue yogur pero no leche, dulces pero no azúcar, son situaciones absurdas que solo buscan generar malestar. Su objetivo es crear colas para generar lo que los expertos denominan “ristratimia” (que es cuando a la gente no le importa qué se vende en la cola, compra lo que sea, no pregunta precio o lo adquiere aunque no lo necesite).
“Compran por si acaso”, explica Erick Rodríguez.
Recuerda a las señoras que hacen colas sin saber qué es lo que están vendiendo, porque se trata de un estado de neurosis, angustia.
También ocurre la histeria, se compra de manera incontrolable, porque se produce un consumismo histérico.
Señala que las colas también se nutren de bodegueros y dueños de restaurantes que necesitan insumos para continuar con sus pequeños negocios.
Pero se ha incorporado un nuevo integrante, el bachaquero, que compra para revender a precios superiores. Erick Rodríguez prefiere definirlos como desclasados.
Y finalmente las colas se pueblan de los que compran de manera selectiva solo lo que necesitan.
Sostiene que las colas son un inductor de desestabilización. Esta estrategia ha logrado permear a muchos venezolanos, porque aunque se ha ido ganando la batalla en la reposición de bienes básicos, hasta ahora no hemos tenido una respuesta demoledora a las colas. Y esta distorsión ha sido creada por aquellos que controlan el capital, en su modelo económico sustentado en el rentismo, que lucha por perpetuarse y por ello ataca la estabilidad emocional del pueblo.
Oligarquía parasitaria
Relata que fue en 1939 a partir del Programa de Febrero y del Plan Trienal durante el gobierno de Eleazar López Contreras, cuando producto del remanente del ingreso petrolero y bajo la excusa de impulsar el desarrollo, se creó el Consejo de Economía Nacional y la Junta Nacional para el Fomento y la Producción. Y en 1946 se creó la Corporación Venezolana de Fomento, organismos que facilitaron una política de proteccionismo a sectores minoritarios que se apropiaron de la renta petrolera.
Pedro Duno en 1975 escribió un libro que tituló los “Doce Apóstoles”, donde expone como unas pocas familias obtuvieron su poder económico en la explotación inmisericorde del país, algunos desde la época de la colonia.
Menciona a Julio Pocaterra (hoy vinculado a empresas Polar), Ciro Febres Cordero Salas, Concepción Quijada (en el sector agrícola), quienes integran esa aristocracia del dinero que se fue conformando, porque el modelo económico de la Cuarta República protegió a una oligarquía integrada por apellidos como los Delfino (MANPA), cuya bonanza comercial surgió tras la alianza nupcial de un Delfino que se casó con una hija de Juan Vicente Gómez, también menciona a los Mendoza Goiticoa, Arturo Pérez Briceño y Antonio Tofani.
“Todos estos señores hoy pretenden darle lecciones de economía a un gobierno que está junto al pueblo con la inmensa responsabilidad de resolver la deuda social y de garantizar la soberanía y la seguridad alimentaria del país, para seguir manteniendo la liberación económica, porque fue con la Revolución que se ha emprendido la redistribución del ingreso petrolero para resolver esta deuda social, generada por la apropiación de la renta petrolera por parte de esta aristocracia que se fortaleció en los tiempos de la llamada Cuarta República”, expone el analista social.
Erick Rodríguez la define como una oligarquía apátrida que hoy embiste contra el pueblo, recurriendo a sofisticados modelos de guerra económica y psicológica.
Pero sostiene que la Revolución no tiene vuelta atrás, pese a que quieren conducir al país a una guerra civil, porque la derecha responde a intereses foráneos, ya que son administradores coloniales.
“Tenemos que seguir manteniendo la victoria para vencer a un imperio cuya enfermedad incurable es la guerra y la injusticia”.
Finalmente invoca a la comprensión de la militancia sobre la génesis del acoso al que está siendo sometida la Patria, para no caer en los estados de psicoterror al que nos quieren someter los enemigos de nuestra Revolución, bolivariana y chavista.
Despolitización inducida
Erick Rodríguez advierte que la derecha busca la despolitización del pueblo para banalizar el proceso social y económico de cambio que está ocurriendo en Venezuela, de manera de que no se perciba el enfrentamiento de dos modelos: el neoliberal, entreguista y servil frente al proyecto bolivariano, soberano y revolucionario.
“Ellos buscan imponer la fantasía de que si ellos vuelven retornaríamos a un país idílico, color de rosas, pero tristemente solo sería rosada la sangre diluida que se derramaría, sangre de pueblo, porque la lucha que atraviesa el país va mucho más allá de poder comprar la harina o de acceder a las toallas sanitarias, porque hay que entender que esta distorsión en el mercado es generada por una aristocracia que pretende retomar su control de la renta petrolera para proseguir con sus prácticas parasitarias”.
Pero se trata de un modelo fracasado que nos impusieron en 1939 por la presión de la industria petrolera norteamericana, es un fallido modelo rentista, importador que creó inequidad social, desigualdad, injusticia y dependencia.
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