HÉCTOR AGÜERO / OPINIÓN
2.NOV.2014
Son varios los obstáculos con los que tropieza la construcción de un Plan Nacional para TV y Audiovisual. La no claridad en los objetivos, la escasa participación comunitaria, el factor presupuestario y el cotidiano acoso mediático del adversario, figuran entre los considerando a la hora de examinar las causas por las cuales el movimiento revolucionario no contrarresta de manera planificada, adecuada y efectiva, los ataques de los enemigos del Pueblo.
No seríamos equitativos si dejáramos de mencionar el esfuerzo desplegado por el gobierno nacional en campañas de obras realizadas, en la inmensa e incesante tarea de extraordinario comunicador que asumió el Comandante Hugo Chávez. Basta con mirar los Aló Presidentes que reponen los domingos para entender con qué lucidez y oportunidad el Comandante Eterno desarticulaba las maniobras oposicionistas y los desnudaba ante la opinión pública. Pero ese titánico esfuerzo no encontró eco en el aparato gubernamental, en la maraña burocrática. En más de una ocasión dijo que en materia de comunicación estábamos ponchados. Es hora de saldar esta deuda y hacer más eficaz el aparato comunicacional.
Para decidir qué podemos hacer en el campo de la Televisión y otras disciplinas audiovisuales es importante mirar de cerca la experiencia del cine venezolano. El cine, un medio de comunicación masivo tradicional, por su origen, ha logrado posicionarse en el ámbito nacional fruto de la unidad y el combate de gremios profesionales y sindicatos de trabajadores durante más de treinta y cinco años. Piezas claves en ese activismo social han sido la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos, ANAC, la otrora sección de Cine del Sindicato de Trabajadores de Radio, Televisión, Teatro y Afines del Distrito Federal y Estado Miranda, la lucha por la Ley de Cinematografía impulsada por el sector, la presión de los gremios logró incluir una Dirección General en el antiguo ministerio de Fomento que se ocupara de los asuntos de cine que luego derivó en el Centro Nacional de Cinematografía, hoy CNAC.
La Asamblea Nacional Bolivariana aprobó en 2005 la Ley de Cine, creó la plataforma Cine, construyó la Villa del Cine cerca de Caracas, único en su género en América Latina, propició la producción de películas históricas que describen nuestra gesta libertadora y que han alcanzado elevados niveles de factura técnica y rasgos ideológicos que las posicionan en todos estratos sociales. Pongo como ejemplo el largometraje Bolívar de Arvelo. El cine venezolano ha logrado atraer a casi catorce millones de venezolanos.
Es colosal el reto que tiene ante sí el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información: convertir la televisión pública venezolana en un instrumento poderoso que refleje los cambios sociales acaecidos a partir de 1999, reducir la dispersión de emisoras de señal abierta y locales así como enfrentar el paralelismo en las comunitarias. Convocar a los Consejos Comunales, a todos los sectores, para debatir el contenido de las programaciones que deben incluirse en un Plan Nacional de Televisión y Audiovisuales. Por ahora la televisión pública está ausente en el debate ideológico.
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