martes, 18 de febrero de 2020

Tiempo de crisis.



17 de febrero de 2020
1.  Es una jugada conocida que en tiempos de crisis las clases capitalistas buscan generar mejores condiciones para contener la disminución de sus intereses, profundizando los procesos de sobre explotación de la fuerza de trabajo, aumentando los niveles de concentración de la plusvalía generada y radicalizando sus formas de ejercer violencia social, política, militar, ideológica, cultural y psicológica al interior y exterior de las fronteras nacionales.
La incertidumbre mundial crece frente al inminente escenario de recesión que se avecina, pese al optimismo del Fondo Monetario Internacional que habla de una supuesta “desaceleración sincronizada”, producto de los impopulares pero necesarios ajustes de las economías nacionales y los mecanismos de dominación política que los Estados capitalistas han asumido en el actual contexto de crisis.
Lejos del escenario de refrenancia y racionalidad sugerida por los organismos internacionales, estamos frente a un convulsionado panorama, caracterizado en los últimos meses por la multiplicación de nichos de protesta y convulsión social, por procesos de contradicción y tensión geopolítica a escala mundial, regional o nacional y reordenamiento del escenario de la lucha de clases.
La competencia por el mercado mundial entre países hegemónicos o imperialistas tiende por su parte a reordenar las relaciones de subordinación internacional, reasegurar los mecanismos de dependencia y vasallaje semicolonial, a fin de acaparar la mayor parte de plusvalía realizada en los circuitos mundiales de la valorización de capital.
Así, la violencia bélica interimperialista, la inestabilidad de los sistemas de dominio y gobierno estatal junto a la relevante puesta en escena a nivel mundial de las clases populares en importantes y diferentes acciones de lucha de masas, son los rasgos más distintivos del actual momento.
2. Se disputa el mando de la hegemonía mundial los EEUU y La República Popular China utilizando de diferentes formas sus máquinas estatales para proveerse de un mejor lugar en el contexto internacional, es este el proceso geopolítico, económico y militar más relevante del mundo actual. La expansión mundial de capital inevitablemente conduce al imperialismo aumentando la belicosidad geopolítica, los riesgos económicos y la inestabilidad social y política.
Las diferencias están puestas sobre la mesa entre ambas potencias: modelos de gobernanza que viran entre el proteccionismo y el libre cambio comercial, el nacionalismo reaccionario que perfila hoy occidente y el globalismo de la potencia oriental, el intervencionismo imperial o el colonialismo financiero y comercial, atributos disímiles que si bien se muestran contrapuestos comparten la dependencia estructural a las leyes de la acumulación de valor.
Si bien, los designios de la humanidad se encuentran hoy definidos por el rumbo que pueda tomar esta competencia entre centros capitalistas, cabe preguntarse hasta donde, cualquiera que sea el resultado, se darán soluciones a los grandes problemas que acuden a la sociedad contemporánea. Lo cual es válido si se entiende que las bases de injusticia y explotación del capitalismo no han sido puestas en tela de juicio por ningún contendor, pues sus propuestas estratégicas a largo plazo contemplan planes de restauración y potenciación de estas.
Lo que deja en pie el grueso de los grandes problemas del mundo: amplias mayorías sobre explotadas y segregadas de la producción y el consumo en degradantes condiciones de vida a nivel mundial, crudos escenarios de guerras y dramáticas crisis humanitarias, límites naturales y caos ambiental, despotismo imperialista o estatal frente a la permanencia de la lucha social, cada vez más reactiva.
La pregunta es necesaria si se atiende la intención propositiva de superar el plano de la crítica contemplativa, para hacer conciencia del vacío abismal que hoy tiene la humanidad de una alternativa de superación histórica del  capitalismo desde una óptica mayoritaria y solidaria.
Si bien es una coyuntura de intensa movilización a vuelo de pájaro se puede hacer conciencia del grado de reflujo de las masas proletarias, del posicionamiento de enfoques social-liberales o demócratas que difícilmente podrán dar con el tipo de soluciones que se requieren, siquiera desde la óptica del capital, visiones que posan de alternativas, civilizadas, demócratas, legalistas y éticas que a la larga terminan por cooptar el disgusto masivo para escurrirlo en el afluente del capital.
3. Los técnicos e intelectuales del capital han previsto un escenario catastrófico que se oscurece más en cada nuevo informe que redactan y suministran a los agentes del Gobierno mundial.
Los gobernantes disciplinados y esmerados han previsto aplicar las mismas recetas de siempre que están empezando a expresar sus resultados: reproducción de las desigualdades y ampliación de la inconformidad y la lucha social.
La crisis capitalista ha terminado por minar su Estado, la democracia del capital cada vez se pone más en riesgo, el consenso político de ampliación y garantía de derecho se hace agua, es por esto que en la coyuntura actual se expresan dos síntomas de esta cuestión.
A un lado la quiebra de los Estados capitalistas, que como sistema de dominación tiende hacia el autoritarismo para contener los efectos sociales y políticos del descalabro económico, lo cual permite pensar que estamos frente a un proceso de inestabilidad, ajuste de las máquinas estatales y de quiebra de su sistema de Gobierno: la democracia participativa y representativa.
Al otro lado, la lucha social que ha convulsionado a América Latina, aunque se ha expresado a nivel global, los episodios en Chile o Ecuador son de tamaño, equiparados a las sólidas manifestaciones en Sudán y Argelia o el agitado escenario en España y Francia.
La gente en las calles le ha salido al paso a las reformas que en el plano económico se ha orientado por sectores y gobiernos del capital, ven con preocupación cómo su situación se agrava y sus pasivos democráticos se desmoronan al no garantizar derechos reales.
La calamidad doméstica al interior de las fronteras nacionales ha posibilitado que las grandes masas se reconozcan desde la distancia y se motiven con el paso de las luchas, lo lamentable es que sus reivindicaciones y apuestas aún no han podido superar las trampas de elefante que el capitalismo ha extendido para asegurarse la pervivencia.
Las masas ponen sus velas a los santos equivocados, apelan por más democracia, aunque esta esté hecha para  favorecer los derechos del capital, exigen reformas y regulaciones progresivas acorde a sus intereses, pero resignan su realización al mismo Estado del capital.
Bajo el posibilismo de lo que se puede hacer las decisiones son más pragmáticas e inmediatistas, aunque los problemas sean serios y requieran de mayor capacidad en la concreción política. Lo interesante es que las mayorías proletarias han pasado del padecimiento a la acción, y en ello ven sus propios límites y oportunidades como potencia de cambio.
Trochando Sin fronteras*

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