martes, 19 de noviembre de 2019

¡Bolivia no se rinde!



ADÁN CHÁVEZ FRÍAS


“Si la oligarquía latinoamericana, arrodillada al imperio norteamericano, rompe las reglas del juego y desconoce los derechos soberanos de los pueblos, nos estarían autorizando a nosotros también a activar cualquier mecanismo para devolverle a los pueblos sus legítimos derechos. Venezuela no se va a quedar de brazos cruzados ante la agresión contra el hermano pueblo de Bolivia”
Hugo Chávez. 12 de octubre de 2006
Comienzo estas líneas, este sentir bolivariano, con las palabras de nuestro Comandante Eterno, cuando la derecha boliviana iniciaba la campaña de desestabilización contra el gobierno popular y democrático del presidente Evo Morales. Eso fue hace trece años, en tiempos de la naciente revolución en el hermano país.  Ya para entonces, la oligarquía tutelada por los EEUU conspiraba para derrocar el proyecto de liberación indigenista en Bolivia, temerosos de perder sus privilegios en una nación con abundantes recursos mineros, que durante décadas de oprobio fueron aprovechados únicamente para enriquecer a las clases poderosas, plagando a la población de hambre, miseria y discriminación.
El golpe de estado en Bolivia expresa las permanentes pretensiones imperialistas de reimplantar las políticas neoliberales en el continente,  tal como lo han venido ejecutando allí donde la más rancia burguesía ha retomado el poder (Brasil, Chile, Argentina).  Políticas antipopulares que fueron frenadas por los gobiernos revolucionarios y democráticos en Latinoamérica, inspirados por el proyecto liberador bolivariano del Comandante Chávez.
En la nación del altiplano, la hija predilecta del Libertador Simón Bolívar, bajo la conducción del compañero Evo, se produjeron grandes cambios en favor de los más necesitados, de la población indígena, de los trabajadores y trabajadoras, de los campesinos y campesinas.  La recuperación, por parte del Estado, de grandes empresas estratégicas que estaban privatizadas, como la de hidrocarburos, electricidad y telecomunicaciones, logró aumentar el ingreso de recursos para distribuir en la inversión pública, en la salud y la educación, disminuyendo los niveles  de pobreza en los que durante muchos años  estuvo sumergido el pueblo boliviano. De igual forma, el crecimiento económico experimentado durante los años de gobierno progresista, son un ejemplo de los grandes logros en catorce años de gestión progresista, que los grandes medios internacionales han querido ocultar.
No sólo en el ámbito de la vida material han sido las conquistas de los bolivianos, que hoy pretenden arrebatarles. La democracia participativa, el reconocimiento y protagonismo de los pueblos indígenas, las luchas contra la discriminación de género, la reivindicación de los movimientos sociales, son importantes victorias que los bolivianos y bolivianas han logrado en estos años de construcción del Estado Plurinacional.
Son estos los grandes avances populares por los que el más poderoso imperio de todos los tiempos,  apuntaló la acción injerencista en Bolivia.  Así ha ocurrido históricamente: allí donde los pueblos comienzan a forjar su soberanía, el   imperialismo interviene para proteger sus intereses.  Para no irnos muy lejos, repasemos solamente la relación de golpes de estado en Latinoamérica y el Caribe en lo que va de siglo XXI, y en el marco de los procesos de liberación continental (cada uno con su particularidad, y todos enmarcados dentro de la estrategia de “golpe no violento”, que al final siempre resultan en violencia): Venezuela, en el año 2002; Haití, en el 2004; Honduras en el 2009: Brasil en el año 2016.  Hay que añadir el intento por derrocar a Rafael Correa, en Ecuador, en el año 2010, y la permanente agresión sobre la República Bolivariana de Venezuela, los intentos golpistas y los frustrados magnicidios.  Todo un prontuario injerencista e intervencionista con la colaboración  de la OEA, organismo nefasto que lejos de  representar a los pueblos de este continente, se ha convertido en cómplice fiel de  los EEUU.
Pero ni Bolivia, ni los pueblos latinoamericanos y caribeños, que han elevado su conciencia política en estos años de avance progresista, están  resignados a entregar su soberanía, a perder sus conquistas, a retroceder  hacia las vías neoliberales (ahí están los chilenos y chilenas, demandando el fin de los gobiernos entreguistas y el nacimiento de una constituyente; ahí están los argentinos y argentinas, que expresaron su descontento contundente  con el Macrismo y se preparan para una nueva etapa de cambios; igual viento de rebeldía sopla en Brasil y en Haití; el movimiento popular revolucionario en plena  insurgencia).
Los bolivianos y las bolivianas hoy toman las calles de la Paz. Como un solo puño, que nos trae a la memoria la avalancha de pueblo que salió a rescatar el hilo constitucional en Caracas, el 13 de abril de 2002, han salido a defender la revolución indigenista, el Estado Plurinacional, los logros alcanzados; han salido a condenar, ante el mundo, el fascismo desatado por los militares del gobierno de facto; han salido, valientemente, a la reconquista de sus sueños de independencia.
La frase de nuestro Comandante Eterno con la que inicia este texto,  resuena en los costados de la Patria de Bolívar, cuyo pueblo se ha manifestado con todas sus fuerzas por el retorno de Evo a Bolivia, por la continuidad de la paz y el buen destino en nuestra hermana nación.

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