martes, 18 de septiembre de 2018

Hacia el orden multipolar: las nuevas rutas energéticas

Las placas tectónicas del mundo están en pleno movimiento y se dirigen hacia nuevos equilibrios geopolíticos que el caos global del imperio quiere condicionar o volcar a su favor con el mayor control de daños políticos de las últimas décadas, con la doctrina de dominación de espectro completo, conocida con el nombre artístico de "Guerra contra el Terrorismo Global".
En este choque de estrategias del gran juego global, la mezcolanza va desde las claves de las rutas de comercio y energía de China hasta el apoyo e implantación del fundamentalismo sunita, no por casualidad desplegados en sus puntos neurálgicos, y el nacimiento de nuevas arquitecturas institucionales de seguridad, energía, comercio y el establecimiento de bloques geopolíticos que abren paso a un mundo multipolar en gestación.

Las (nuevas) rutas de la seda

Con el progresivo ascenso de China como principal potencia económica, su estrategia ha consistido en poner varios huevos en la canasta energética para asegurar el flujo para su crecimiento económico.
Así es como ha elaborado lo que es conocido como las "nuevas rutas de la seda", que son resaltadas en todos los análisis de los periodistas más cercanos a la realpolitik mundial, como Pepe Escobar.
Dato de contexto: la ruta de la seda fue el nombre que se le dio a las históricas rutas comerciales terrestres que desde la antigüedad comunicaban a China, que a través de Asia central desembocaban en Europa. Con el tiempo se fue reconfigurando de diversas maneras y con diferentes actores desde el Imperio romano hasta Marco Polo. Su desactivación paulatina se debió a diversos factores, entre ellos fundamentalmente el auge de las rutas marítimas y la caída de Constantinopla en manos de los selyúcidas (turcos). Justamente la interrupción de esa ruta y los controles militares turcos estimularon que los imperios más influyentes del momento fomentaran la exploración marítima, entre ellas, la de Cristóbal Colón.
Los diferentes caminos que comunicaban el extremo pacífico con el mediterráneo mediante transporte terrestre hoy en día se traducen centralmente en rutas de circulación energética y oleoductos.
Estas apuntan centralmente a disminuir, eliminar o evitar el poder de extorsión militar de Estados Unidos, principalmente en el importante dominio marítimo, que posee en zonas neurálgicas del transporte como el Estrecho de Ormuz, donde fluye casi el 20% de las importaciones chinas de petróleo, el de Malaca (Singapur e Indonesia), por el que pasa casi el 75% de las importaciones de petróleo de China, y, por qué no, el del Canal de Panamá por el que se transporta el crudo venezolano y materias primas varias.
En ese sentido, una de las rutas de la seda más visibles es la que se plantea en forma de conducto desde el Mar Caspio hasta el occidente chino en la provincia de Xinjiang, que atraviesa importantes zonas petroleras y gasíferas de Medio Oriente, e incluso se plantea instalar un puerto en Irán y Gwadar, Pakistán, para que los buques chinos o afines terminen el trayecto en una ruta segura.
El caso de Pakistán-Irán tiene las complejidades de la región de Baluchistán, en la que los nacionalistas y los fundamentalistas baluchis no están contentos con la repartición de la torta pakistaní (incluso está el plan de convertir la zona en un nuevo Estado), y enfilan a repetir el poder de extorsión energético que tienen los talibanes en Afganistán para los distintos planes de conexión entre Medio Oriente y China.   
Otra ruta de importancia es la que va desde los centros gasíferos de Rusia y está plasmada en el acuerdo de gas firmado entre los dos países que establece el pago en yuanes y rublos. Esto representa una parte importante del 30% de las importaciones de gas de China, un desembolso cercano a los 400 mil millones de dólares para Moscú y un cuarto de sus exportaciones a Europa.
Esto va en línea también con las conexiones energéticas que tiene con ex repúblicas soviéticas de Asia Central tales como Uzbekistán y Turkmenistán, muchas de las cuales aún mantienen una importante influencia estadounidense y están siendo disputadas por Rusia con el establecimiento de la Unión Euroasiática (formada en conjunto a Bielorusia y Kazajistán), que genera una contraparte europea en integración económica-militar-tecnológica y un bloque para negociar la energía de una parte de Asia Central.   
La conexión de China con esta región es indispensable para su expansión y conexión con Europa, y en gran medida explica la línea de Washington de llevar al viejo continente al aislamiento con Ucrania y debilitarlo para absorberlo formalmente con el Tratado Transpacífico made in capitalismo del desastre, que fortalecería la trasnacionalización occidental y perpetuaría el "libre comercio" en una parte importante del mercado mundial que en este momento busca una nueva configuración.
Mientras tanto, en la perspectiva china también están América Latina y África. Ambos continentes son estratégicos en alimentos, minerales, agua y energía, y están bajo asedio imperial, lo que en el continente negro se ve en guerras civiles, división de países y aumento de cooperaciones militares u ocupaciones occidentales, como ocurre en Malí y la República Centroafricana.

Conflictos y nuevas arquitecturas institucionales

En paralelo a esta competición aparece otra disputa por quién controla el flujo energético a Europa y qué actores emergen como cabezas de playa en las periferias, donde destaca la megadisputa intrarregional entre las monarquías árabes y el eje chiíta encabezado por Irán (visibilizado en las guerras impuestas o agudizadas por factores externos en Siria e Irak) y el pulso en Ucrania, que sirvió para acelerar el acercamiento chino-ruso para que los moscovitas ya piensen en explotar Siberia y ofrecer ese gas a los países de la periferia gringa en Asia (Corea del Sur, Japón, etc.).
En esta gran guerra de posiciones resalta la herramienta del fascismo en sus distintas versiones, identificadas homogéneamente como "terrorismo", que aparece en los puntos en disputa en Medio Oriente para caotizar, pero también en pasos o lugares claves como Xinjiang de China, donde existe un sinfín de recursos blandosde Estados Unidos al servicio de los fachos islámicos y el oenegeismo anti Beijing para boicotear ese crucial paso energético que conecta a China con Asia Central y otras regiones.
La necesidad de estabilidad en la seguridad regional de estas zonas ha desembocado en el nacimiento, durante los 90, de la Organización de Cooperación de Shanghai (que incluye a asiáticos, europeos del este, Rusia, y países del mundo árabe y musulmán, entre ellos Irán como Estado observador) y se dirige directamente a un pacto de asociación comercial con otros mecanismos de integración económica a definirse, que aún no se sabe si serán similares a los de libre comercio pactados entre China y otras periferias asiáticas, africanas y sudamericanas, como Costa Rica, por ejemplo.
En esa línea, uno de los acuerdos bisagra que se plantean en este sentido es la Asociación del Tratado de Seguridad Recíproca, que China y Rusia impulsandespués de su histórico acuerdo del gas para la región de Asia y Medio Oriente, entre las que destacan Irán, Irak y Afganistán.
La particularidad de este tipo de acuerdo es que identifican claramente al salafismo como el enemigo a derrotar, al igual que cualquier tipo de intervención extranjera en un claro atiende el teléfono a Estados Unidos, a sus aliados europeos y regionales.

Bloquear el financiamiento del caos

Todo este entrompe general se da con el progresivo aumento de la coordinación entre los gigantes, los bloques autónomos con actores globales, como sucede con América Latina y Brasil, y el resto de las periferias, que en algunos casos se traducen en posturas similares en los organismos internacionales y sus equilibrios occidentales producto de la posguerra y la caída de la Unión Soviética.
El caso más audaz se da dentro del grupo de países conocidos como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que mezcla a las economías emergentes con China y Rusia e intenta incluir a otros países como Argentina, lo que le da una dirección clara en la interpretación geopolítica del papel que juegan los "fondos buitres" en este momento. Ahí se empieza a vislumbrar una estrategia general que se planta contra el orden unipolar y que apunta a construir una arquitectura financiera que sea paralela al FMI y al Banco Mundial y aumentar el comercio intramoneda, que principalmente va en dirección a cuestionar al actual del petrodólar basado en el poder de Estados Unidos sobre el mercado energético, que comenzó con el establecimiento del dólar como moneda de intercambio con la venta de petróleo en esta moneda de Arabia Saudita a Washington.
Mientras esto sucede, China avanza a toda velocidad con la instalación progresiva del petroyuan y el aumento del comercio con monedas propias con otros países de su periferia y con el estratégico acuerdo con Rusia, que prevé esto y más para debilitar a Estados Unidos y reflejar su poderío, que financia su economía, influencia mundial y crecimiento militar en el marco de la guerra infinita con la emisión de bonos de deuda pública, que equivale al 108% de su PIB y no es otra cosa que imprimir billetes sin respaldo, disminuir tasas de intereses y generar el infle y desinfle continuo de burbujas con la especulación financiera, la que a veces juega con las monedas de las economías emergentes en el contexto de devaluación permanente del dólar.  
En parte de esta mezcolanza es que la acumulación de poder geopolítico se da con regiones como Medio Oriente, África, América Latina y Asia, con un mayor margen de maniobra para crear órdenes propios y apalancarse con los alternativos para plantarse de tú a tú al imperio del caos y al ascenso chino.
Todo después, claro, de unirse en un frente común y heterogéneo tácticamente y estratégicamente para vencer la guerra infinita gringa y emerger con la máxima fortaleza posible para ser un polo de poder mundial, en el que el Sur-Sur del Comandante es el horizonte, como el eje bolivariano planteó en la última cumbre del G77 más China, rumbo al nuevo orden multipolar.

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