domingo, 30 de septiembre de 2018

Guerra en Venezuela: ¿la sorpresa de octubre?

El discurso del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas fue un duro golpe para la soberbia de Estados Unidos y sus socios estratégicos en el mundo. Menos de 24 horas después, Washington ha decidido desatar los demonios en contra de la nación suramericana.
Primera parte: de la antesala al conflicto
Durante las primeras horas de la tarde, se ha filtrado a la opinión pública internacional un radiograma, atribuido al Comando General de las Fuerzas Militares de Colombia, donde se ordena “acuartelar” todas las unidades castrenses de ese país. Una acción que no parece traer buenos augurios.
En paralelo y con una sincronía demasiado sospechosa, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprueba una resolución que insta a Venezuela a “permitir la entrada de ayuda humanitaria”.
​Ambas acciones fueron precedidas por las declaraciones del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, quien alertaba que Nicolás Maduro “había movido tropas militares a la frontera de Colombia”, en lo que califica como “un obvio intento de intimidación”.
​Con estas declaraciones, Mike Pence convirtió una legítima y defensiva maniobra militar venezolana en la excusa perfecta para elevar el nivel de amenaza de Colombia y empujarlos al borde de una guerra con Venezuela.
La verdadera razón por la que Estados Unidos le teme al despliegue de la llamada Operación Estratégica Defensiva, ordenada por el presidente Nicolás Maduro, es que lucha contra los delitos transfronterizos y cohesiona a la nación venezolana con sus aliados globales, como es el caso de China. No esperaban que el Gobierno venezolano blindara con tanta velocidad el flanco más susceptible de ataque.
Hace algunas semanas, el jefe de gabinete de Barack Obama, Rahm Emanuel advertía que Trump usaría una acción militar en Venezuela para “obtener beneficios políticos” en las elecciones internas que se desarrollarían próximamente en Estados Unidos.
​Uno de los mayores beneficiarios sería el radical promotor belicista Marco Rubio, senador del estado de la Florida, quien cuenta con amplias conexiones en Colombia, en especial, con el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
El día del cierre de los discursos de la Asamblea General de la ONU, el medio neogranadino Caracol Radio ‘confirmó’ que Trump se reuniría con Nicolás Maduro en Nueva York. Lo que resultaba una muy mala noticia para los intereses de políticos como Rubio.
No es descartable que la virulencia con la que se activaron las corporaciones mediáticas en Bogotá y Miami para generar matrices negativas en contra de la posible reunión, hubiesen sido ordenadas por el binomio Rubio-Uribe para boicotear cualquier acercamiento entre Washington y Caracas.
​Segunda parte: del posible conflicto
Con una oposición política inexistente al interior de Venezuela y el temor de que una acción bélica pueda convertirse en un callejón sin salida, Estados Unidos tiene dos cosas bastante claras: la primera de ellas, es que necesita fracturar la unidad de la Fuerza Armada para poder garantizar la gobernabilidad del país. En segunda instancia, que no intervendrá directamente sino que utilizará a Colombia para el desarrollo de la violencia.
Por otro lado, es importante acotar que la estrategia va a estar dirigida no a una victoria bélica propiamente dicha. Estados Unidos sabe que Colombia no tiene la fortaleza armamentística de Venezuela. Para ello, tendría que intervenir la OTAN y eso tropieza con la condición que describimos en el párrafo anterior. Por tanto, se pretende ejercer acciones puntuales, usando las fuerzas de operaciones especiales de Colombia, entrenadas por los comandos norteamericanos, en articulación con los grupos paramilitares que actúan en la frontera colombiana.
Sin embargo, la agresión se realizaría para provocar el efecto psicológico de quiebre al interior de la Fuerza Armada venezolana y también para generar presión política sobre el Gobierno de Nicolás Maduro.
El Pentágono y en la Casa de Nariño están conscientes de que el desarrollo de un conflicto con Venezuela provocará que los miles de colombianos que se atienden en los hospitales públicos venezolanos, así como los cientos que cruzan la frontera para estudiar en universidades venezolanas y comprar comida a precios más bajos que en los automercados de su país generen un problema humanitario para Colombia. Por lo que precisarían una maniobra que no se extienda en el tiempo.
En este punto, sería interesante evaluar la siguiente hipótesis:
¿Qué pasaría si la agresión del lado colombiano no fuese sino una simple distracción para el verdaderoobjetivo militar?
Sería este un botín de primer orden, pues forzaría a una negociación con el Gobierno venezolano. Además, de que en un escenario de pesadilla como este, posiblemente Guyana en alianza con las grandes transnacionales petroleras aprovecharía para avanzar ilegalmente sobre el Esequibo. Imaginemos que mientras las fuerzas militares y la atención política venezolana desplazan su atención hacia los más de 2.000 kilómetros de frontera con Colombia, los aliados militares de Estados Unidos intentan a través del Delta del Orinoco y la Amazonía venezolana controlar el estado Bolívar y con ello las centrales generadoras del 70% de la electricidad del país.
Es una tesis de ‘divide y vencerás’ muy cónsona con la propuesta de balcanización que desde los más importantes tanques de pensamiento estadounidenses se ha planteado como la nueva estrategia de control sociopolítico del futuro. Las protestas violentas de los años 2014 y 2017 en Venezuela fueron un globo de ensayo para probar el éxito de tal estrategia. Así que ya cuentan con un precedente.
En cualquier caso, se evalúa la situación minuto a minuto y tenemos aún que sumar a este complejo panorama el papel que jugaría la guerrilla colombiana, específicamente el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la nueva disidencia de las FARC en un posible conflicto.
Por los momentos, la mejor defensa que tiene Venezuela ante los deseos guerrerista de Washington y Bogotá se encuentra en su doctrina militar y en que los analistas de inteligencia de EEUU y la OTAN, tras bambalinas y fuera de los fuegos artificiales que generan las redes sociales, saben que una acción militar contra la nación venezolana sería poner la alfombra roja para que Rusia y China tomen la iniciativa en el continente suramericano y le dieran la vuelta al tablero geopolítico de una buena vez.
SPUTNIK

No hay comentarios:

Publicar un comentario