El INPE de Brasil dice que ha detectado más de 72 mil incendios en
lo que va de 2019 (Foto: Ueslei Marcelino / Reuters)
En la última semana hubo una oleada mediática sobre los fatídicos incendios en la Amazonía. Diferentes personalidades del mundo político y del espectáculo se pronunciaron en sus redes sociales ante este hecho. Miles de imágenes, falsas o no, se propagaron en todos los medios globales de comunicación, mostrando cómo los incendios se habían salido de control.
La destrucción de la Amazonía lleva tiempo, y se intensificó de forma pronunciada en la era preparatoria del saqueo corporativo de la administración de Michel Temer.
Hoy, este incendio asoma una aceleración en la maniobra de despejar el camino para el capital corporativo extractivista, siendo evidente que la Amazonía es una zona de interés estratégico mundial por el sinfín de recursos que posee.
MICHEL TEMER PREPARÓ EL TERRENO
Michel Temer, luego del impeachment a Dilma Rousseff, aprobó diferentes decretos, apoyado por diputados, que facilitaban autorizaciones a empresas mineras privadas, principalmente canadienses, para la extracción de múltiples recursos en la Amazonía.
Conjuntamente, contaba con el apoyo de otra bancada de diputados ruralistas del sector del agronegocio, que deseaban conservar sus tierras, acumular más terreno y disminuir hasta la mínima expresión las reservas indígenas, afectando considerablemente a la Amazonía.
Días después, Temer anunció modificar el decreto que daba apertura a la explotación minera luego de duras críticas, manifestaciones en contra de esa implementación y presiones de algunos congresistas. Sin embargo, fue una mínima edición, mientras abría la Reserva Nacional do Cobre e Associados (Renca) para las actividades mineras, pero ofreciendo supuestas garantías ambientales.
Cabe recordar que la Renca es una región de la Amazonía en la que se estableció la protección de diversos minerales estratégicos en 1984, en la que solo una empresa pública del Estado brasileño podía extraer los minerales de esa área.
Ahora bien, Temer, solo estaba adecuando la esfera legal, casi por debajo de la mesa, para la extracción demoledora que estaba por venir.
Con una llegada al poder político carente de legitimidad popular, era menester para el brasileño operar de formas totalmente diferentes a como hoy lo hace Jair Bolsonaro.
El presidente brasileño, horas después de tomar posesión de su cargo, aprobó un decreto para que sea el Ministerio de Agricultura de Brasil el ente que certifica la protección de los territorios ancestrales de los indígenas, que anteriormente se encargaba la Fundación Nacional del Indio.
Con este paso, al estilo hard power, Bolsonaro le otorgó privilegios a las corporaciones mineras y del agronegocio para realizar sus actividades propias.
Así, Temer dejó el terreno abonado a Bolsonaro para que concluyera el trabajo sucio transnacional.
EL CALDO DE CULTIVO CORPORATIVO
Ya para julio había un caldo de cultivo con el tema de la Amazonía, porque a principios de ese mes, el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) informó sobre focos de incendios en lo que va de año y la aceleración de la deforestación en la Amazonía respecto al año pasado a más de 1 mil kilómetros cuadrados, aumentando pronunciadamente.
Ante esto, en una conferencia de prensa con periodistas extranjeros, Bolsonaro desmintió la información y le respondió a un periodista europeo que "La Amazonía es nuestra, no suya".
En agosto, Bolsonaro destituyó al director del INPE, Ricardo Galvao, tras la publicación de los datos de deforestación de la Amazonía y, a su vez, abrió un concurso para contratar a una empresa privada que realice el monitoreo satelital en el área.
Tras este reporte, fue poco o casi nulo el pronunciamiento de los medios; el tema no era tendencia para el momento.
Días después fue cuando este hecho obtuvo una amplia cobertura mediática. Desde celebridades hasta políticos del mundo se pronunciaron lamentando lo ocurrido.
Entre los "preocupados" estaba el presidente de Francia, Emmanuel Macron, que a través de su cuenta Twitter, previo a la Cumbre del G7, publicó que "nuestra casa está en llamas", extrapolando el asunto a una crisis internacional, y agregó que el tema debía tratarse en la agenda del G7 que estaba por realizarse en Biarritz, Francia.
Horas después, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, mostró su apoyo a la iniciativa de Macron, en actuar por la Amazonía.
Ambos actores políticos muestran un claro interés. Desde marzo, Trudeau esgrimió lo fundamental que es la minería para la economía canadiense y su participación en otras regiones. Ni hablar de los controvertidos planes mineros en la Guayana Francesa, por parte de la administración de Macron, en la que participan empresas francesas y la Columbus Gold de Canadá.
Con los letales incendios, el despeje de esos grandes espacios en la Amazonía facilita las venideras actividades de las corporaciones que allí participen.
Luego el presidente Donald Trump se pronunció sobre este hecho ofreciendo ayuda para el incendio. Resalta la sólida alianza entre ambos mandatarios, en la que tienen perspectivas comerciales futuras.
Aquello continúa correspondiendo a las líneas del Consenso de Washington, no solo articulando megaempresas mineras sino también las que forman parte del agronegocio, como Monsanto.
EL INCENDIO LETAL EN LA AMAZONÍA CAMBIA EL PANORAMA
Por redes y medios de comunicación se propaga que la Amazonía es el pulmón del planeta, brotando nuevamente el discurso sobre la internacionalización de esta zona que es considerada como prioridad estratégica nacional de Brasil.
Pero, ¿por qué hay tanto auge discursivo actual en torno a una zona que lleva tiempo devastada por los grandes capitales extractivistas, ganaderas y agrícolas?
La extensiva Amazonía cuenta con la mayor biodiversidad del mundo, el reservorio más grande de agua dulce y, por supuesto, minerales. Al haber tantos recursos, la presión internacional, ONG, lobbys transnacionales y financieros, van de la mano con la innegable intención de internacionalizar lo sucedido en esta zona y crear la matriz de la reducción de la capacidad de acción del Estado brasileño.
Al cierre de la Cumbre del G7, el anfitrión francés calificó al incendio como una catástrofe y anunció la movilización de 20 millones de dólares y apoyo militar en la Amazonía.
Bolsonaro respondió a Macron, que no aceptará el dinero, y agregó que los temas de la Amazonía no deben entrar en la agenda del G7 sin contar con la participación de Brasil, ya que esa práctica corresponde a un pensamiento colonialista.
Ahora es que inicia una nueva etapa en el escenario amazónico en la que diferentes élites corporativas se jugarán su puesto en esta amplia zona llena de recursos. Así, Bolsonaro sin disimulo muestra su acercamiento con la élite estadounidense, triangulando a su vez con el presidente de Colombia, Iván Duque, para crear un plan conjunto que garantice, aparentemente, la soberanía de sus Estados y de sus riquezas naturales.
Simplemente, el incendio es un síntoma a todo lo que se ha llevado a cabo en estos últimos años en la Amazonía. Las preocupaciones son la pantomima a los verdaderos intereses políticos y económicos que orbitan en esa extensa zona rica en recursos.
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