Ya es costumbre que “Venezuela”
se convierta en el pan nuestro de cada día en los distintos procesos de
campaña electoral en Nuestra América y más allá. La pregunta de los más
connotados periodistas de los medios tradicionales de comunicación es
sencilla: ¿Para usted Venezuela es una dictadura? Pero esta historia no
es nueva. En el año 2004 en Venezuela, bajo la atenta mirada del mundo,
se desarrolló un hecho único en la historia política americana: Hugo
Chávez, presidente electo y en ejercicio de su mandato, colocó su propia
investidura de Primer Mandatario ante la voluntad del pueblo para saber
si era ratificado, o no, en el ejercicio de su mandato. Esta
posibilidad está expresada en la Constitución del país que, para mayores
señas, fue propuesta por el propio presidente Chávez. Esta elección se
llevó a cabo en el marco de un ataque incesante e incansable por parte
de los actores políticos liberales capitalistas y la prensa hegemónica
mundial, que vociferaban rabiosos que en nuestro país había una cruenta
dictadura sin parangón en la región. El referéndum arrojó la victoria
incuestionable del Comandante Chávez y de la Revolución Bolivariana y
fue certificado y avalado, entre otros, por la parcializada OEA y el
Centro Carter, a quien no le quedó más remedio de referirse sobre el
sistema electoral venezolano como uno de los mejores y más seguros del
mundo. A este proceso asistió, en calidad de observador, el pensador e
intelectual Eduardo Galeano, quien escribió las siguientes y preclaras
líneas al respecto:
“Extraño dictador este Hugo Chávez.
Masoquista y suicida: creó una Constitución que permite que el pueblo lo
eche, y se arriesgó a que eso ocurriera en un referéndum revocatorio
que Venezuela ha realizado por primera vez en la historia universal.
No hubo castigo. Y esta resultó ser la
octava elección que Chávez ha ganado en cinco años, con una
transparencia que ya hubiera querido Bush para un día de fiesta.
Obediente a su propia Constitución, Chávez aceptó el referéndum,
promovido por la oposición, y puso su cargo a disposición de la gente:
“Decidan ustedes”.
Hasta ahora, los presidentes
interrumpían su gestión solamente por defunción, cuartelazo, pueblada o
decisión parlamentaria. El referéndum ha inaugurado una forma inédita de
democracia directa. Un acontecimiento extraordinario: ¿Cuántos
presidentes, de cualquier país del mundo, se animarían a hacerlo?. Y
¿cuántos seguirían siendo presidentes después de hacerlo?”
La interminable letanía sobre la
cualidad democrática en nuestro país no se ha detenido durante dos
décadas de elecciones. Es inexplicable conciliar el “falso positivo” de
la dictadura en Venezuela con el hecho real, palpable y verificable de
que en el país se han realizado veinticinco (25) elecciones en veinte
años (20) de Revolución Bolivariana, de ellas seis (6) elecciones
Presidenciales, Cuatro (4) Parlamentarias, cinco (5) elecciones a
Gobernadores, cinco (5) elecciones Municipales y Consejos Municipales,
dos (2) elecciones Constituyentes y tres (3) Referendos Nacionales. Si
hubiera una dictadura, cómo puede explicarse entonces la ampliación de
la participación e inclusión social siendo que se han creado más de tres
mil (3.000) Comunas, más de cuarenta y siete mil setecientos cuarenta y
ocho (47.748) Consejos Comunales, setecientos cuarenta y un (741)
núcleos de formación comunal, ochocientos sesenta y seis (866) Bancos
Comunales, que han fomentado una participación activa en comunas y
movimientos sociales con dos millones setecientas mil (2.700.000)
personas en todo el país. Cómo explicar entonces que una “dictadura” ha
facilitado la democratización de la cultura al incorporar más de un
millón de niños y jóvenes de los sectores más humildes al Sistema de
Coros y Orquestas de Venezuela; cómo se explica que se haya
quintuplicado la matrícula escolar y a su vez Venezuela se posicionó
como el quinto país del mundo con la mayor tasa de matrícula
universitaria. Pero esas no son las cifras que merecen la atención del
sistema hegemónico global que se maneja bajo parámetros de balanzas de
pago crecimiento económico y explotación del hombre por el hombre.
La sociedad venezolana en la última
década del siglo XX comenzó a ver y sentir la privatización de todos los
servicios y estaba al borde de ver la privatización y negación total de
sus derechos sociales: salud, educación, seguridad social. La
Revolución frenó esos procesos y evitó que la dictadura del capital
privado se apropiara de la vida del pueblo. Hoy esa misma sociedad ha
visto democratizarse ampliamente, universalizarse, como jamás imaginó,
esos derechos sociales y ha sido protagonista del surgimiento de otros
tantos, producto de su organización y protagonismo político.
No importa cuántas veces el pueblo
venezolano se exprese políticamente en las urnas y en las calles en el
ejercicio diario de democracia comunal. No vale para los ojos ciegos y
oídos sordos del capitalismo mundial la extraordinaria disciplina de una
sociedad que no ha pisado el peine de la guerra interna inducida por
más provocaciones disparadas desde todas las latitudes del planeta. Sólo
existe una voz válida para aquellos que quieren ver arrodillado al
pueblo venezolano, y es la “verdad” que emana de los intereses políticos
y económicos de los Estados Unidos.
Debería resultar sospechoso que con no
poca frecuencia, este “democracionómetro” que se pretende aplicar
utilizando a Venezuela, se alinea con intereses geopolíticos o
económicos del capitalismo mundial, a menudo ambos a la vez. Así, una
vez habiendo declarado la “incompetencia democrática” de sus semejantes,
enfilan de inmediato su artillería de guerra contra los “presuntos
indiciados” sometiéndolos a cualquier tipo de atropellos que vulneran el
Derecho Internacional Público con el mayor cinismo del mundo. Las
acciones que desarrolla Estados Unidos a través de intervenciones
militares, sanciones económicas coercitivas unilaterales y demás
artilugios de soberbia imperialista, colocan a este país al margen de la
democracia planetaria.
Si en algo se han especializado Estados
Unidos a lo largo de la historia, es en su capacidad para acabar con la
democracia en cualquier lugar donde sus intereses son amenazados.
América Latina es el espacio más intervenido en su particular ejercicio
de proyección política. Desde principios del siglo XX, cuando se supo
con el poder militar suficiente como para hacer valer su peso y aplicar
el llamado “Corolario Roosevelt”, que no era más que la posibilidad real
de hacer letra viva lo expresado 74 años atrás por la Doctrina Monroe:
“América para los americanos”. Con la política del garrote y el uso del
dólar como mecanismo de coerción, fueron derrumbando democracias y
voluntades en Centroamérica y el Caribe. Más adelante, en pleno apogeo
de Guerra Fría, necesitaban darle cuerpo teórico al ejercicio
dictatorial en la región, así que crearon la tristemente célebre Escuela
de las Américas. Allí se formaron sistemáticamente, usando manuales
provenientes de la guerra de Vietnam y el resto de los conflictos en los
cuales solía entrometerse sus tropas invasoras, los esbirros y
torturadores que llenaron de horror y sangre la región durante al menos
dos décadas.
Algunas cifras de las dictaduras más
brutales de América del Sur arrojan luces de lo que realmente supone un
régimen dictatorial. De acuerdo con estudios especializados, se estima
que en Uruguay hubo aproximadamente unos dieciocho (18) procesados por
la justicia militar y treinta y un (31) presos políticos por cada diez
mil (10.000) habitantes, es decir para un país con una población cercana
a tres millones de habitantes, hubo ocho mil trescientos setenta
(8.370) presos políticos. En Argentina, según algunos informes, se
estima en treinta y cinco mil (35.000) los desaparecidos de la dictadura
militar. Por su parte, la cruenta dictadura de Pinochet en Chile habría
supuesto cerca de cuarenta mil (40.000) víctimas, de ellas tres mil
sesenta y cinco (3.065) fueron muertas o desaparecidas corroborándose
una política sistemática de exterminio contra opositores políticos de
izquierda. La dictadura de Stroessner en Paraguay, supuso dieciocho mil
setecientos veintidós (18.772) personas torturadas y ciento siete mil
novecientos ochenta y siete (107.987) victimas indirectas. Cuando
hablamos de promoción de dictaduras nadie le gana a Estados Unidos y su
maquinaria.
Sorprende que nuestro país esté siempre
en la agenda política de algunos gobiernos vecinos que se han dedicado a
vulnerar deliberadamente, amparados y aupados por la soberbia de
Estados Unidos, los asuntos que sólo tienen que ver con la soberanía
venezolana. Nuestra doctrina siempre ha sido la hermandad
Nuestroamericana. Desde los fundamentos profundos del Libertador Simón
Bolívar que visualizó en la Carta de Jamaica la necesidad de la unión de
nuestros pueblos como requisito indispensable para la verdadera
libertad del hemisferio. Para nosotros, el pensamiento bolivariano está
plasmado en la esencia del ejercicio democrático y se traduce en el
texto constitucional. Fuimos y seremos un país amigo de los pueblos
necesitados. Siempre recibimos con las puertas abiertas a los
desplazados de numerosos conflictos del mundo entero, de los perseguidos
políticos de las dictaduras promovidas por los Estados Unidos en la
segunda mitad del siglo XX. En nuestro país hacen vida numerosas
colonias que jamás se han visto afectadas por campañas de odio xenófobo
como hoy promueven gobiernos de otras latitudes tan cercanas que
avergüenzan nuestra historia común. Todo lo contrario, nuestro espíritu
se basa en las más profundas raíces de solidaridad y buena vecindad.
Nuestro sistema democrático, tal vez no se parezca al de Estados Unidos,
pero podemos asegurar sin temor a equivocarnos es nuestro y que es más
democrático que aquel.
Los intereses imperialistas de Estados
Unidos pretenden quebrar al pueblo venezolano y su decisión soberana de
definir su destino económico, político y social. Por medio de la opinión
publicada tratan de arropar la verdad con el único propósito de saquear
una vez más nuestras riquezas, aquellas que con tanto esfuerzo la
Revolución Bolivariana ha devuelto al pueblo a través de un sistema de
“justa distribución de la riqueza”, como bien o dice la Constitución de
1999. No faltan tampoco las voces cómplices de la oligarquía nacional
que se hacen eco irreflexivo para entregar en bandeja de plata los
recursos del pueblo al imperialismo norteamericano. Pero la acción
decidida y constante del pueblo, la voluntad inquebrantable del
Presidente Nicolás Maduro nos llevarán una vez más a incuestionables
victorias. Por más que nos azoten con sanciones y bloqueos, por más que
aúllen con el propósito de acallar la verdad de nuestro ejercicio
político democrático e incluyente, seguiremos adelante con la firmeza de
siempre para preservar nuestra independencia, nuestra soberanía y
coadyuvar con los pueblos y las naciones libres del mundo a la
restitución de un sistema democrático mundial que derrote de una vez y
para siempre la soberbia y el cinismo de los Estados Unidos en su afán
de apoderarse del mundo.
Una humilde sugerencia para quienes se
ven sometidos a la inquisición mediática utilizando a Venezuela como
tema distractor, no cedan al chantaje, cíñanse al respeto a Derecho
Internacional, traten de informarse mejor sobre la realidad de nuestra
democracia de nuevo tipo y no caigan en la trampa de la dictadura
comunicacional, que a su vez responde y sustenta en la feroz dictadura
mundial del capital. En la República Bolivariana de Venezuela creemos en
el diálogo político como esencia de la democracia participativa y
protagónica que nos hemos dado. No crean en cuentos de camino, ni se
dejen desviar del centro de sus propuestas electorales. El dilema sobre
el sistema político venezolano, termina siendo una trampa caza bobos,
muy bien elaborada en los laboratorios de la CIA. En democracia, con
nuestro pueblo organizado, en Venezuela derrotaremos toda agresión, toda
injerencia y toda intervención.
Jorge Arreaza Montserrat.
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