Por: Amauri Chamorro (*)
Intentar dar un golpe de estado en Venezuela desde un puente en la zona de los ricos de Caracas, con dos carros antimotines y quince soldados rasos, dejó a los EEUU en un callejón sin salida. La intentona fue un fracaso militar y político para los estadounidenses y la derecha venezolana, reconocido por gran parte de las empresas de comunicación del mundo. Los distintos análisis apresurados y superficiales variaban en forma, pero de fondo admitían que las Fuerzas Armadas Bolivarianas están absolutamente alineadas con el Presidente Nicolás Maduro y que los golpistas no lograron motivar el alzamiento de las fuerzas castrenses.
Una semana después de haber sido testigo ocular del fallido golpe, puedo afirmar temerariamente que la derecha siempre supo que no tenía el apoyo militar para un golpe. Es más, la consciencia de no contar con dicho apoyo me permite clasificar la acción como suicida.
Los EEUU y parte de la Unión Europea necesitan sangre opositora en las calles para darle un nuevo significante al relato que han construido sobre Venezuela. La autoproclamación se desinfló muy rápidamente. La absoluta falta de carisma y experiencia política no permitieron que Guaidó se fabricara como un líder capaz de motivar, siquiera a los diversos sectores contrarios al gobierno bolivariano. Si no logra cautivar ni a su gente, ¿cómo va liderar las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas?
Para que ocurra un golpe de Estado en cualquier lugar del mundo, se requieren dos elementos básicos: apoyo de algún sector significativo de la población y el de las fuerzas armadas. La derecha venezolana no tiene ni uno ni lo otro. Por eso, la decisión de declarar un golpe de Estado, a escasos metros de un cuartel militar sin tener apoyo del mismo. El objetivo no era cooptar los militares que estaban en el cuartel, sino provocarlos. Las declaraciones de Leopoldo López y Juan Guaidó a las 5 de la mañana llamando al golpe, generaron una inmediata y corpulenta cobertura internacional en vivo de lo que debería ser una virulenta respuesta armada del gobierno, iniciando casi un Caracazo 2.0.
Lo que ellos no esperaban era la reacción de ajedrecista del Presidente Nicolás Maduro. Inmediatamente a la puesta en escena de lo que en realidad era la representación de un golpe, el Presidente ordenó a los militares de la base La Carlota no responder bajo ninguna circunstancia a las provocaciones. En lugar de tratarlo como un golpe de Estado, -sabiendo que los provocadores tenían apenas el control de 200 metros cuadrados sobre un puente-, se trató como un caso de orden público. Por eso, la reacción fue de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y no del Ejército. La GNB es la institución pública responsable de este tipo de eventualidades. Tiene los equipos y el entrenamiento para dispersar lo que era una aglomeración de delincuentes armados que hacían un llamado a una sublevación popular que nunca ocurrió.
Las empresas internacionales de comunicación estaban vendiendo nuevamente un producto que no han entregado a sus clientes. El 30 de abril no hubo una masacre de civiles, ni tampoco bombardeos o desaparecidos. Así como el 23 de febrero de este año, al son de Juanes y un desafinado Miguel Bosé, la falsa ayuda humanitaria escoltada por una violenta agrupación de paramilitares que acabaron quemando los camiones sobre el puente obligaron el “mea culpa” del The New York Times. Las acciones lideradas por Guaidó han fracasado.
A las 10 de la mañana, cinco horas después de las declaraciones de Guaidó y López, las acciones se dividieron en dos puntos distintos, cada una con su objetivo específico. Al mismo tiempo que miles de manifestantes en la plaza de Altamira, zona de la élite económica opositora, escuchaban a Guaidó, paramilitares armados iniciaron un cerco al cuartel La Carlota. Tumbaron parte de las rejas exteriores de protección esperando que en ese momento los militares reaccionaran. La reportera de Telesur Madeleine García logró registrar el momento exacto en que los militares saludan y le dan la mano a los paramilitares pidiendo muy tranquilamente que se retiraran de la base. Sí, tranquila y educadamente, no cayeron en provocaciones. Cumplían órdenes directas de su Comandante en Jefe. El asedio duró algunas horas. Desde posiciones privilegiadas, francotiradores dispararon contra los militares. Entre disparos de armas cortas y largas, 8 militares fueron heridos, algunos de gravedad. Las fuerzas armadas se mantuvieron firmes a las órdenes del presidente y no respondieron.
Pese a las imágenes de la arremetida de un blindado contra un grupo paramilitar armado que lo cercaba para quemarlo con coctel molotov, y algunos heridos con perdigones de plástico y bombas de gas lacrimógeno, el saldo fue sorprendente. El día de la intentona golpista no hubo fallecidos. Lo que las empresas privadas de comunicación nunca mostraron fueron las más de cien mil personas que auto convocadas salieron a proteger el Palacio de Miraflores. El relato se construyó solo desde un pequeño recorte de la realidad: el enfrentamiento de la oposición y la Guardia Nacional Bolivariana. Las muertes ocurrieron al día siguiente: el 7 de mayo, la Fiscalía venezolana reportó un total de cinco muertos, 233 heridos y 18 órdenes de captura.
El fracaso de Guaidó de generar un derramamiento de sangre en el país, pese a los muertos y heridos, confundió a parte de la opinión pública consumidora de la prensa internacional, y contribuyó a la victoria comunicacional del Presidente Maduro. Los periodistas y la oposición tuvieron que asumir públicamente que las Fuerzas Armadas son fieles a la Constitución, y, consecuentemente, a su Comandante en Jefe. Analistas pasaron días enteros conjeturando e inventando excusas para justificar la “fidelidad” de los militares.
El próximo paso de la maquinaria estadounidense es obvia: la invasión. La dificultad en aplicar la misma recetas belicistas estadounidenses es que no existe consenso entre lo que el alto mando civil de EEUU, Colombia y Brasil, y el alto mando militar. Duque, Bolsonaro, Bolton y Abrams, han dado todas las muestras de apoyo a una solución militar extranjera. El tema es que la tecnocracia militar sabe que entrar en Venezuela será una guerra sin cuartel. El alto nivel de adiestramiento militar, su tecnología y los millones de milicianos y grupos paramilitares llamados “colectivos” que apoyan al gobierno, transformarán la entrada de cualquier fuerza extranjera en una masacre. Cualquier vendedor de helados, joven en moto, jubilada o portero de un edificio, puede ser una persona entrenada militarmente para enfrentarse una invasión. Para vencer en Venezuela no basta tomarse Miraflores, habrá que asesinar millones de hombres y mujeres que pese al deshumano bloqueo económico, están dispuestas a dar su vida para defender la Revolución Bolivariana.
El fracasado golpe de estado generó una llamada telefónica absolutamente inusual entre Putin y Trump. Durante una hora hablaron de diversos temas que sirvieron como cortina para ocultar la importancia de lo que ocurrió horas antes en Venezuela. La verdad es que Venezuela ostenta muchísima inversión rusa y china. Las constantes demostraciones de apoyo de ambas potencias han frenado las ganas de generar otro genocidio en América Latina y el Caribe.
Si analizamos las variables históricas y actuales, la probabilidad es que los EEUU insistan en que Colombia use sus poderosos y temidos grupos paramilitares con soporte logístico y del Estado, para que extra oficialmente entren a Venezuela e implementen una estrategia emulada de Siria con el Ejército Islámico. El terror total y formación de grupos paramilitares venezolanos para nuevamente intentar engañar la opinión pública mundial indicando que son jóvenes que han decidido arriesgar sus vidas en pro de las libertades. La escalada de violencia tomaría proporciones no alcanzadas por el fallido golpe lograr apoyo internacional para una invasión.
La Revolución Bolivariana tiene una amplia experiencia acumulada en resistir, inteligentemente. Ya son 20 años superando todo tipo de desestabilización, golpes de Estado, atentados, sicariatos . Debido a la masacre mediática, el Presidente Maduro ha sido subestimado, pero también ha dado muchas muestras de saber cómo voltearle la tortilla a los líderes de la derecha. Es el peor momento de la derecha en las dos últimas décadas; si no fuera por las tarimas mediáticas, no hubieran ocupado más que un puente y una plaza en un barrio exclusivo de Caracas.
(*) Comunicador Social, de la Universidad de Sorocaba, Brasil, Magister en Comunicación Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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