viernes, 24 de mayo de 2019

Cómo funciona el fascismo


Para explicar cómo funciona el fascismo, Jason Stanley, filósofo y profesor de la Universidad de Yale, escribió ‘How fascism works. The politics of us and them’ (publicado en España por Blackie Books con el título ‘Facha. Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida’)En una entrevista con Vox (el medio norteamericano, claro), explicó los mecanismos culturales y psicológicos que se repiten en todos los países en los que han prosperado movimientos fascistas. Su padre escapó de la Alemania nazi cuando tenía seis años.
“En el pasado, las políticas fascistas se centraban en el grupo cultural dominante. El objetivo es que se sientan como víctimas, hacerles sentir que han perdido algo y que ha sido un enemigo concreto, habitualmente una minoría o gente que se opone a la nación quien se lo ha arrebatado.
Es por eso que el fascismo florece en momentos de gran ansiedad, porque se puede relacionar esa ansiedad con una idea falsa de pérdida. La historia que se cuenta es que una sociedad antes poderosa ha sido destruida por el liberalismo o el feminismo o el marxismo cultural o lo que sea, y así haces que el grupo dominante se sienta enfurecido o resentido por la pérdida de su estatus y poder. Casi todas las manifestaciones de fascismo reflejan este discurso”.
El periodista le pregunta por una frase de Hannah Arendt, que dijo que los fascistas no se contentan con mentir. Deben transformar esa mentira en una nueva realidad y persuadir a la gente de que deben creer en ella.
“Es cierto. Parte de lo que las políticas fascistas hacen es conseguir que la gente se desconecte de la realidad. Hacen que suscriba esa versión de la realidad anclada en una fantasía, habitualmente un discurso nacionalista sobre el declive del país y la necesidad de contar con un líder fuerte para recuperar la grandeza, y de ahí en adelante su roca no es el mundo que les rodea, sino el líder”.
También se refiere a las dificultades a la hora de enfrentarse a ese discurso mitológico del pasado nacional, lejano o reciente, tan habitual en el discurso fascista.
“Los fascistas siempre están hablando de un pasado glorioso que se ha perdido, y se aprovechan de esa nostalgia. Por eso, cuando luchas contra el fascismo, tienes una mano atada a la espalda, porque la verdad es compleja y confusa y el discurso mítico es siempre claro, atractivo y agradable. Es difícil minarlo con hechos”.
El periodista le pregunta si el fascismo no ha estado latente desde hace mucho tiempo en la política norteamericana.
“Bueno, el Ku Klux Klan influyó poderosamente en Adolf Hitler. Elogió de forma explícita como un modelo útil la Ley de Inmigración de 1924, que establecía fuertes límites al número de inmigrantes a los que se permitía entrar en el país. Los años 20 y 30 fueron un tiempo marcado por el fascismo en EEUU. Existían unos valores familiares muy patriarcales y una política de resentimiento dirigida contra los negros americanos y otros grupos a los que se consideraba una amenaza, y eso se exportó a Europa.
Así que tenemos una larga historia de genocidio contra los pueblos nativos, además del racismo antinegro y la histeria contra la inmigración, que se manifiesta en un tipo de historia mitológica y que fomenta que los americanos piensen que su país es una fuerza singular del bien. Eso no convierte a América en un país fascista, pero todos esos ingredientes pueden utilizarse en favor de políticas fascistas”.
¿Qué pueden hacer los ciudadanos y los gobiernos?
“Deberíamos escuchar el aviso que figura en el poema que se encuentra en un lateral del edificio del Museo de EEUU del Holocausto, que dice ‘primero, vinieron a por los socialistas, y yo no dije nada porque no era socialista. Luego vinieron a por los sindicalistas, y no dije nada porque no era sindicalista. Luego vinieron a por los judíos, y no dije nada porque no era judío. Luego vinieron a por mí y no quedaba nadie que hablara en mi favor’. Llega un momento en que ya es demasiado tarde.
Por el poema, sabemos primero quiénes son los objetivos. Los objetivos son izquierdistas, minorías, sindicatos y cualquiera o cualquier institución que no es glorificada por el discurso fascista. Incluso si no formas parte de estos grupos, tienes que proteger a los que los integran, y debes hacerlo desde el primer momento. Actos simples de valentía al principio te ahorrarán otros actos de valentía que después serán imposibles”.
Foto: Hitler y Mussolini. Bundesarchiv CC.

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