Luego del anuncio de que Google limitará el acceso a sus servicios en los teléfonos móviles de Huawei, trascendió la información de que Xi Jinping realizó una visita a la empresa que explota tierras raras al sur de China. Un diario representante del ala conservadora del Partido Comunista Chino informó que “la producción de tierra raras ayudará a Pekín a controlar la sangre vital del sector de alta tecnología de los Estados Unidos”. [1]
Este último episodio de la llamada “guerra comercial” entre Estados Unidos (EE. UU.) y China pone en evidencia una cuestión geopolítica clave: la dependencia estadounidense de los recursos naturales del país asiático. Asimismo, frente a las amenazas de interrupción del suministro de minerales por parte del Gobierno chino, es de esperarse una mayor ofensiva del sector público-privado estadounidense por el acceso y control de las reservas en América Latina y el Caribe (ALC).
Minerales críticos
Un mineral crítico, tal como lo define el Gobierno estadounidense, se identifica como: (I) un mineral no combustible o material mineral esencial para la seguridad económica y nacional de los EE. UU., (II) cuya cadena de suministro es vulnerable a la interrupción, y (III) que cumple una función esencial en la fabricación de un producto, cuya ausencia tendría consecuencias significativas para la economía de los EE. UU. o la seguridad nacional. Las interrupciones en la oferta pueden surgir por varias razones, entre ellas, desastres naturales, conflictos laborales, disputas comerciales, nacionalismo de los recursos, etc.[2]
El Mineral Commodity Summaries 2019, publicado por el Departamento del Interior y el Servicio Geológico de EE. UU. muestra el impacto de 35 minerales críticos (o grupos de minerales) en la economía del país, que para el año 2018 alcanzó el valor estimado de 3,02 billones de dólares (un 15% del PIB que para este año fue de 20,5 billones de dólares). Asimismo, permite visualizar la importancia de las reservas de China y ALC en relación al total de las reservas mundiales de algunos de estos minerales considerados críticos. Es el caso de las tierras raras: el total mundial de toneladas estimado es de 120.000.000, del que China posee el 37% (44.000.000 toneladas) y Brasil el 18% (22.000.000 toneladas).
Tierras raras
Las tierras raras son un grupo de 17 minerales que se destacan por sus propiedades magnéticas y por ser buenos conductores de electricidad, resultando imprescindibles en la fabricación de productos electrónicos, incluyendo teléfonos inteligentes, baterías, vehículos eléctricos, instrumentos médicos y equipamientos militares. Se las define como “raras” no porque sean necesariamente escasas, sino porque es difícil encontrarlas en estado puro.
Actualmente, EE. UU. importa el 80% de los metales de tierras raras desde China, que tiene las reservas mundiales más importantes.[3] Hasta la fecha, las exportaciones de estos minerales están fuera de los aranceles que impuso recientemente Donald Trump para los elementos que ingresan desde el país oriental.
China ha dominado el suministro mundial de materiales de tierras raras durante décadas, y cualquier cambio en sus exportaciones causa grandes fluctuaciones en los precios globales. En 2015, Mountain Pass (propiedad de Molycorp), la única mina y procesadora de tierras raras en EE. UU., se declaró en bancarrota, y en junio del año pasado fue vendida a Shenghe Resources, un consorcio dirigido por chinos.[4]
Fuera de China, las mayores reservas de tierras se encuentran en Brasil. Ahora bien, pese a que tenga la segunda reserva mundial más importante, el país suramericano es responsable, por lo menos, del 1% de la producción mundial.[5] En 2011, con el Plan Nacional de Minería 2030, el Gobierno brasileño dio a las tierras raras el carácter de minerales estratégicos por la creciente utilización en nuevas tecnologías, al lado de minerales importantes para el mantenimiento de la agricultura nacional, como el potasio y el fósforo, y para la balanza comercial brasileña, como el mineral de hierro, gran fuente de divisas para Brasil.[6] Con la actual configuración de Brasil -que pasa de proyectarse como jugador clave en la geopolítica mundial a un proyecto de país subordinado a EE. UU.- no es descabellada la preocupación por una posible ofensiva del sector público-privado estadounidense sobre las reservas de minerales de tierras raras brasileñas.
¿El incuestionable poder bélico estadounidense?
En lo referente al poder bélico de EE. UU. la dependencia para el mantenimiento de su base industrial es considerada una cuestión crítica para la seguridad nacional. Eso demuestra el informe titulado “Informe de evaluación y fortalecimiento de la base industrial de manufactura y defensa y de la capacidad de recuperación de la cadena de suministro de los Estados Unidos”.[7] El documento, elaborado por un grupo de trabajo interinstitucional del Gobierno de los EE. UU., encabezado por el Departamento de Defensa (DoD), alerta que China representa un riesgo significativo y creciente para el suministro de materiales considerados estratégicos y críticos para la seguridad nacional de EE. UU., ya que el país asiático es la única fuente o el proveedor principal de una serie de materiales utilizados en la industria de defensa. En muchos casos, según el informe, no hay otra fuente o material de reemplazo directo.
Particularmente en lo que se refiere a las tierras raras -materia prima básica para láseres, radares, sistemas de visión nocturna, guía de misiles, motores de reacción y vehículos blindados- se afirma que el dominio chino en su comercialización ilustra una “relación potencialmente peligrosa entre la agresión económica china guiada por sus políticas industriales estratégicas y las vulnerabilidades y brechas en la base industrial de defensa de EE. UU.” Como corolario, se alerta que las inversiones chinas en los países en desarrollo a cambio de sus recursos naturales y el acceso a sus mercados, particularmente en África y América Latina, representan una amenaza para la economía y la seguridad nacional estadounidenses.
La opción “nuclear” sobre los bonos de EE. UU.
China posee actualmente 1,13 billones de dólares de la deuda de los EE. UU., siendo el mayor tenedor de deuda estadounidense extranjero. Esto le otorga a China un arma contra las presiones de EE. UU. en la guerra comercial y un comodín en las negociaciones bilaterales. Sin embargo, se trata de un arma de doble filo, puesto que si China se deshiciera de forma masiva de buena parte de los bonos del Tesoro estadounidense en su poder, también sufriría las consecuencias de la devaluación del dólar y la inestabilidad financiera internacional. Se trata, por tanto, de un arma muy útil en la mesa de negociación, pero que su utilización a gran escala sería una opción perder-perder, pues tendría graves consecuencias para las dos potencias.
China es consciente de esto, por lo que -por el momento- se deshace de parte de la deuda estadounidense de forma gradual, influyendo en los mercados y como represalia a las sanciones comerciales estadounidenses. Durante el pasado mes de marzo, en función de los datos oficiales publicados por el Departamento del Tesoro de EE. UU., China vendió deuda pública estadounidense por valor de 20.450 millones de dólares. Esta cifra constituye la mayor venta de deuda estadounidense por parte de China desde octubre de 2016.
No parece que China vaya a utilizar la opción autodestructiva, pero sí pondrá sobre la mesa las posibilidades que le brinda la capacidad de influir con fortaleza en las disponibilidades de dólares en los mercados internacionales. Además, China lleva años implementando una estrategia de fortalecimiento del Renminbi en la esfera internacional que, unida a la estrategia de tenencia de bonos estadounidenses, le brinda la capacidad influenciar sobre el dólar. Por tanto, la opción elegida por China no será la de pulsar el botón “nuclear”. La opción de China será la de ir sentando las bases para un cambio futuro en el patrón monetario internacional gracias a su capacidad de influencia sobre el dólar y la cada vez mayor presencia de comercio en yuanes.
El acero y el aluminio
En informes pasados mencionamos la importancia de la baja producción de acero y aluminio de EE. UU. como las razones de la imposición de aranceles a estos dos metales. Desde febrero de 2018 el Departamento de Comercio publicó varios informes sobre importaciones de productos de acero y aluminio forjado y sin forjar. El principal objetivo de estos aranceles es elevar la producción nacional de acero del 73% al 80% y del aluminio del 48% al 80%, procurando una “viabilidad” de la industria nacional estadounidense a largo plazo. Este objetivo es un asunto de “seguridad nacional” para el Departamento de Estado y de productos considerados vitales, según el Departamento de Defensa.
El informe del Departamento del Comercio incluye ciertas recomendaciones frente a la competencia china.[8]
La guerra comercial entre EE. UU. y China se ha centrado en ciertos sectores de la economía que son considerados clave: minerales “raros”, acero, aluminio y, recientemente, la imposición de medidas contra Huawei. Detrás de esta guerra contra Huawei está también el control de otra tecnología que podría resultar millonaria: la instalación de la red 5G.
La vulnerabilidad de EE. UU. hacia ciertos minerales lo pone en una disyuntiva sobre cómo seguir la guerra comercial contra China, y por ello América Latina, y sobre todo Brasil, serán esenciales para poder sustituir las importaciones chinas. México, Canadá y Brasil también son cruciales para la industria siderúrgica estadounidense que necesita de acero y aluminio de estos países. Recientemente EE. UU. eliminó los aranceles al acero y aluminio a México y Canadá, por lo que pretenden convertir a la región de Norteamérica en una región clave para EE. UU. en un momento en el que su hegemonía está siendo cuestionada por otras potencias.
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