Por Héctor Rodríguez
Si vis pacem, para bellum, Si quieres la paz, prepárate para la guerra, reza un adagio latino escrito por Flavio Vegecio en el siglo IV dC, en su libro Epitoma rei militaris (Delimitación del arte de la guerra), y repetido hasta el cansancio por nuestro comandante Hugo Chávez Frías.
Una enseñanza que caló hasta lo más profundo de nuestros huesos, de los huesos de este pueblo dispuesto, por sobre todas las cosas, a vivir en paz.
Un aprendizaje que cristalizó en los labios de ese hombre, quien resumió en sí mismo la esencia del indio caribe, del negro liberto, del europeo harto de las cadenas imperiales, y de todas aquellos mujeres y hombres que durante siglos han aportado a nuestra genética el sueño de una Patria, así con mayúscula, independiente, pacífica, capaz de albergar todos los criterios, todas las visiones, todas las opiniones sin que por eso tengamos que matarnos entre hermanos para imponer una posición única.
Y ante cada reto, los venezolanos demostramos de lo que estamos hechos. Una gran mayoría sabemos que en la unidad está la fuerza, y que no importa lo duro que nos golpeen, si estamos juntos podremos resistir sin resquebrajarnos.
Desde hace más de seis años, luego de la partida física de nuestro Comandante Chávez, las fuerzas estadounidenses, combinadas con los grupos internos que no creen en la democracia y menos en la pluralidad de ideas, decidieron que si no podían convencer a la mayoría votante, entonces patearían la mesa y buscarían tomar el poder, incluso “autojuramentándose”, cometiendo desafueros y principalmente estableciendo un bloqueo contra el país.
Un bloqueo consiste en evitar que los suministros (alimentos, medicinas, insumos técnicos, equipos) puedan entrar en un país, para lograr asfixiar, quebrar a sus pobladores.
Un bloqueo es una operación militar y toma en cuenta el valor del objetivo (petróleo, gas, oro, coltán, agua potable, como es el caso de Venezuela); el uso de la superioridad por parte de la nación bloqueadora (en este caso Estados Unidos y su poder económico); la disposición de sus socios para lograr la efectividad del bloqueo (los gobiernos aliados de EEUU en nuestro continente, así como la banca internacional, los grupos aduaneros, los grandes consorcios mediáticos y las fuerzas capitalistas sedientas del robo y la rapiña contra nosotros); y finalmente la previsión de ir incrementando la presión para endurecer el referido bloqueo.
La historia habla de bloqueos famosos como el que los espartanos le hicieron a Atenas en la batalla de Egospótanos (rompiéndoles la importación de granos y la comunicación con el imperio). Otro interesante fue el que le aplicaron los británicos a Francia durante la Revolución Francesa con miras a detener el “mal ejemplo” que allí se estaba fraguando con miras a generalizar los derechos del ser humano. Los mismos británicos bloquearon las costas estadounidenses en la guerra de 1812, y los franceses a Río de la Plata entre 1838 y 1840. Incluso vale la pena recordar que Inglaterra, Alemania e Italia nos bloquearon las costas a los venezolanos entre 1902 y 1903, porque querían ponerle la mano a nuestro petróleo, y Cipriano Castro junto con un pueblo le hizo frente a esas potencias.
No resulta nada casual que en la situación actual surjan los mismos nombres, las mismas caras, y las mismas razones.
Ahora ese bloqueo, no sólo nos lo están aplicando frenando nuestras importaciones de medicinas y alimentos, de repuestos y bienes industriales, también decidieron pasar a un ataque más brutal: quitarnos el servicio eléctrico y el agua, que sumado con la ola especulativa de muchos buscan ahogar al gobierno y presionar a la población para que actúe violentamente.
Pero allí se vuelven a equivocar: los venezolanos estamos hechos con la pasta de los libertadores, somos un pueblo recio que no arredra, nunca echa atrás. Sabemos qué queremos, estamos claros que la paz se conquista restándole la efectividad a la violenta del oponente. Para lograrlo nos convertimos en uno, compartimos, nos ayudamos, y no cedemos.
Somos una “amenaza inusual” porque no estamos dispuestos a dejarnos esclavizar, porque no estamos dispuestos a dejarnos arrebatar lo que la naturaleza nos dio. Somos peligrosos porque el ejemplo de una economía de justicia y equidad es lo opuesto al paradigma explotador del capitalismo salvaje.
Somos una “amenaza inusual” porque estamos conjugando los intereses de un pueblo con las iniciativas de empresarios nacionalistas, de universidades dispuestas a hacer ciencia diferente a favor de las mayorías y en contra de la acostumbrada por las transnacionales.
Ya no hay vuelta atrás. Mientras más nos presionen, mientras más afinquen su guerra contra nosotros, más firme será nuestra mano y nuestra decisión a ser libres, independientes, bolivarianos, zamoranos, y profundamente chavistas
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