El 12 de abril del 2002 ocurrió uno de los hechos más bizarros de la historia republicana, Carmona Estanga, dirigente de la patronal Fedecámaras, se autojuramenta presidente de la República e intenta disolver los poderes públicos, revertir la voluntad popular expresada en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y legalizar un gobierno dictatorial e ilegitimo por origen y proceder.
La misma gente
Quienes hoy se intentan vender a los jóvenes como una opción novedosa fueron actores fundamentales del golpe. Actores que ese día dejaron ver el rostro fascista y antidemocrático que les caracteriza. Tal es el caso de la exdiputada María Machado, que firmó e intentó legitimar sin titubear la dictadura de Carmona; de igual forma, el hoy detenido Leopoldo López, quien amedrentó y persiguió funcionarios del gobierno, como al ministro de interior y justicia, Rodríguez Chacín; y por supuesto, no podemos olvidar a Capriles y su asedio a la embajada de Cuba, en su deseo de tomar la vida del entonces vicepresidente, Diosdado Cabello.
Caos Mediático
Los medios de comunicación social, cómplices y actores principales del golpe, celebraban la caída del gobierno y ocultaban el malestar popular que surgía en las calles con comiquitas y programas de relleno.
Canales, emisoras y periódicos, tanto nacionales como internacionales; que llevaban semanas vendiendo al exterior que en Venezuela había un clima de caos y descontento generalizado, al creer haber conseguido su propósito intentaron proyectar una total calma y normalidad.
Aún son los mismos lideres, los mismos medios, la misma estrategia; hoy contra nuestro presidente chavista, Nicolás Maduro. Aún buscan vender una realidad tergiversada donde en Venezuela reina el caos… con violencia artificial, focalizada y financiada por ellos mismos en su terquedad de hacerse del poder, propiciar una intervención extranjera o golpe de Estado. Pero nuestro pueblo es sabio, grande y glorioso, en nuestras venas corre la sangre de los libertadores, somos un pueblo aguerrido y valiente que, como se demostró ese abril de victoria, cuando se levanta en defensa de la democracia no es para tomarse fotos.
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