Por: Equipo Editorial 15 y Último
En una nota que publicamos recientemente, se planteaba la posibilidad de que la dolarización de la economía venezolana termine por ser el “Cisne Negro” de toda esta historia que ya nos consume al menos 6 años. Cuando se hablaba de “Cisne Negro” se lo decía básicamente en el sentido de que si bien tal posibilidad pueda parecer a muchos una sorpresa, en realidad, cuando se miran las cosas en retrospectiva, no lo resulta tanto.
- A nuestro modo de ver, en efecto, nunca como ahora luce tan factible dicha posibilidad. Posibilidad que, como dijimos, no tendría nada de sorprendente. A no ser, y este es el quidde este editorial, la forma en que está evolucionando y las fuerzas que la están animando de un tiempo a esta parte.
- No es la primera vez que alertamos esto. Y de por sí, en líneas generales, nuestro esquema argumentativo sigue siendo el mismo: en estos momentos, más que en una dolarización per se nos encontramos en medio de una desbolivarización forzada, que de seguir la tendencia que lleva puede dar paso a una anarquía monetaria, en el sentido de una fase donde el bolívar o ya desaparece formalmente o se mantiene en una especie de existencia “zombi” entre varias otras monedas pero contándose como la más débil.
- En este último punto es de hecho más o menos en el cual estamos: uno donde un bolívar debilitado sobrevive como medio de pago cada vez menos hegemónico, desplazado por el peso colombiano y el real brasileño en las respectivas fronteras, un dólar norteamericano cada vez más posicionado incluso para el menudeo, un euro que circula en algunos mercados más exclusivos y una indefinida variedad de criptomonedas todavía con alcance marginal pero avanzando. A esta “canasta” de monedas hay que agregar el trueque, que algunos subestiman como medio de pago pero que también se ha posicionado como señal clara de la irrelevancia cada vez mayor del bolívar como única moneda de curso legal en el país, tal y como taxativamente lo manda la Constitución.
- El tema es que esta anarquía monetaria –similar a la padecida por Zimbabue luego de la hiperinflación y la desaparición de su moneda nacional– lo más probable es que le de paso posteriormente a una definitiva dolarización, incluso independientemente de la tendencia política que esté gobernando. Y esto lo decimos pues lo sorprendente del avance actual de la dolarización es que se está produciendo en buena medida por los efectos de la política económica utilizada por el actual gobierno para “combatir la hiperinflación” y “estabilizar el tipo de cambio”. Es decir, por irónico que suene: es resultado directo de la política de “equilibrio revaluador” destinada a proteger el bolívar.
- Ya hemos expuestos con suficiente claridad la peculiaridad de esta política económica en su fase actual: consiste, por una parte, en imponer un anclaje monetario destinado a restringir lo más que se pueda la emisión monetaria en bolívares. La lógica tras esta práctica es que se parte del principio de que la inflación (ahora hiperinflación) tiene causas exclusivamente monetarias, derivadas de la emisión “excesiva” de bolívares, que presionaría los precios hacia arriba pero también el tipo de cambio. En tal virtud, según este criterio, la solución entonces pasa por eliminar dicho “exceso”, lo que se busca alcanzar disminuyendo la emisión monetaria, tanto la llamada “base monetaria” (billetes y monedas) como de la liquidez monetaria en términos amplios (todos los medios de pago, incluyendo el dinero electrónico en cuentas, créditos, etc.), lo que a su vez se logra restringiendo el multiplicador monetario, esto es, la capacidad de los bancos (públicos y privados) de emitir nuevo dinero derivado de la base monetaria original emitida por el BCV.
- Hablando en términos concretos, esta política se expresó en el cóctel de shock cambiario más lobotomía monetaria aplicado en una primera dosis entre el 29 de noviembre de 2018 y el 28 de enero de 2019 y administrado en dosis adicionales a partir de entonces hasta la fecha y que se seguirá aplicando, tal y como anunció en una escueta nota el BCV. La primera dosis arrancó con el desanclaje del bolívar soberano a El Petro y el anclaje de ambos al dólar de las subastas DICOM, lo que imprimió al bolívar un ritmo devaluacionista que lo hizo perder el 98% de su valor con respecto a su “revaluación” del 20 de agosto. En términos nominales esto implicó que el tipo de cambio oficial pasó de 60 bolívares soberanos por dólar en agosto de 2018 a 3.300 el 28 de enero de 2019, cuando con la ayuda de la sospechosa Interbanex se realizó su última megadevaluación, de 5.400% acumulado desde el inicio del plan de estabilización de agosto.
- El efecto inmediato de esta dosis ha sido la fuerte contracción monetaria que supuso que la liquidez en términos reales se reduzca en torno a un 90% en el mismo lapso de tiempo. Pero es más, y esto es lo determinante a efectos de nuestro tema, ésta acelerando el desplazamiento del bolívar como medio de pago, pues el hecho de que hoy día sea cada vez más frecuente ver pagar con dólares o de hecho más sencillo pagar algunos montos con dólares que con bolívares se debe justamente a esa política. Y es que no solo hay circulando menos bolívares físicos (billetes y monedas) de los que debería haber, con denominaciones ya desfasadas de los niveles de precios, sino que además los nuevos límites impuestos al crédito bancario por la vía de los encajes (caso de las tarjetas de crédito), sumado al congelamiento salarial desde noviembre y reforzado en enero (lo que actualmente lo mantiene en 5 US$ mensuales el mínimo y en unos 30 US$ el promedio), así como la ralentización de los bonos parasalariales ha supuesto que los bolívares ya no alcancen para financiar los gastos familiares.
- Para que veamos este desplazamiento en números: si al día de lunes 08 de abril de 2019, dividimos el total en bolívares de la liquidez monetaria reflejada en el último reporte del BCV de fecha 23/02/2019 (Bs. 273.774.451.197) entre el tipo de cambio oficial vigente (Bs. 3.302,24), eso nos da 1.294.204.676, tanto como la cantidad de dólares a que equivale el total de TODA nuestra liquidez monetaria. Pero si tomamos en cuenta solo los billetes y monedas en circulación, el equivalente en dólares de esos billetes y monedas de bolívares soberanos son 66.532.868 US$.
- Dicho de otra forma: si al día de hoy en un supuesto negado el gobierno decidiera dolarizar la economía, le alcanzaría con solo 1,2 millardos de US$ para dolarizar toda la liquidez monetaria y poco más de 66 millones US$ para cambiar los billetes y monedas nacionales por los de nuestro enemigo del norte.
- Para que nos hagamos una idea más clara de lo que estamos hablando: según las estimaciones más conservadoras el año pasado fueron enviados al país unos 2 mil millones de US$ en remesas. Ahora bien, en realidad de esa cantidad de dólares no todos ingresaron al país, pues buena parte se queda en cuentas internacionales. Pero forzosamente una parte sí. Si asumimos –para seguir siendo conservadores– que solo una cuarta parte de esos dos mil millones ingresaron como billetes. Y le sumamos la circulación de dólares ya existentes atesorados o ingresados por diversas vías, fácilmente podemos concluir que en los actuales momentos, a cambio oficial, hay en términos reales (valor) más dólares circulando que bolívares. Es decir: así en cantidad de billetes haya más bolívares, en la práctica, la forma dinero predominante a la hora de comprar y vender cada vez pareciera ser más el dólar norteamericano.
- Esto en parte explica por qué, como quedó en evidencia tras el blackout eléctrico, el dólar ya circula tan abiertamente en los comercios de las ciudades y pueblos casi tanto como los bolívares. No se trata ya solamente de que las operaciones se calculen en dólares, lo que tiene rato pasando y es un efecto directo de la hiperinflación (que una moneda considerada “fuerte” tome el lugar de unidad de cuenta). Y tampoco que a la hora de ahorrar la gente abandone los bolívares y se vaya a los dólares u otras divisas y criptomonedas, lo que también tiene rato ocurriendo como efecto de la hiperinflación (el efecto reserva de valor que también cumplen las monedas consideradas fuertes frente aquellas que se debilitan), sino que ya en la función más simple y llana de las monedas –servir de medio de intercambio, es decir, para pagar y cobrar– el dólar tiene ahora tanta presencia como los bolívares.
- La flexibilización del mercado cambiario y el orden monetario es la otra pata sobre la cual se sostiene esta política de “defensa del bolívar” que está acabando con él. Ya lo hemos señalado recurrentemente pero además es público, notorio y comunicacional: el gobierno ha venido flexibilizando las condiciones que permiten realizar un creciente número de transacciones financieras y comerciales en dólares. En algunos casos lo ha hecho directamente, como el Convenio Cambiario N° 33 que dictó las normas para las operaciones en divisas en el sistema financiero nacional, o el N° 36 que permite cobrar en dólares los servicios internacionales que prestan las operadoras del sector turismo. La más importante de todas las medidas es la derogación de la ley de ilícitos, lo suficientemente ambigua como para dejar la laguna con respecto a la posibilidad de pagar cualquier cosa con divisas, como de hecho está pasando con las tarjetas internacionales de crédito y débito. En otros casos la flexibilización ha sido indirectamente, como pasa con todo lo referido a las criptomonedas, que por la vía de hecho ha coadyuvado al desplazamiento del bolívar como moneda de curso legal. Lo más reciente en la materia son las medidas del SENIAT tendientes al pago y cobro de impuesto en dólares y divisas, lo que ya parece un comienzo de oficializar de derecho lo que se ha venido impulsado de hecho.
- En aquella nota sobre la dolarización como Cisne Negro se culminaba diciendo que, paradójicamente, lo que viene evitando que la dolarización forzada se profundice más de lo que ya está, son las medidas unilaterales y el boqueo norteamericano, cuyo torniquete se dirige precisamente a evitar el ingreso de divisas. Ahora bien, esta “paradoja” hay que replantearsela a propósito de lo dicho la semana pasada por Larry Kudlow, a la sazón, Director del Consdejo Económico de la Casa Blanca, tanto como decir principal asesor económico de Trump y por cierto su amigo personal.
- En efecto, en unas declaraciones que fueron recogidas por varios medios Kudlow señaló que distintas agencias del gobierno norteamericano se encuentran trabajando en un “plan muy completo (…) un plan de rescate, un plan de restructuración, un plan que llevará efectivo al país.” En la elaboración de dicho plan se encontrarían implicados “el Departamento del Tesoro, el de Comercio, el Consejo de Seguridad Nacional, la propia sede presidencial e incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI).” Según Kudlow, las vías empleadas para ejecutar el programa serían: “bancos, iPhones, aplicaciones y muchas formas inteligentes de llevar efectivo allá”, quien enfatizó que el dinero enviado a Venezuela “no serán bolívares, serán dólares, al menos al principio, porque no hay demanda de bolívares”.
- Aunque evidentemente el plan descrito por Kudlow supone la salida del gobierno del presidente Maduro –de hecho lo dice explícitamente- no cabe duda que en semejante escenario no necesitaría empezar de cero, pues lo único que tendrían que hacer es inyectar dinero norteamericano en una economía donde la cantidad de bolívares circulando se encuentra en niveles críticos, pero que además en la práctica ya viene funcionando con una gran cantidad de dólares en circulación y con todo un andamiaje institucional que tanto por la vía de hecho como la del derecho se está disponiendo para ello. De por sí, tomando como referencia los datos reflejados en el numeral 8, las cifras requeridas para tal operación de “rescate” les resultarían ridículamente baja. Tanto, que se podrían dar el “lujo” hasta de triplicarla, llevándola por ejemplo a los niveles propuestos por Francisco Rodríguez en ocasión de las elecciones de mayo de 2018 y que tanto tirios como troyanos, chavistas y oposicionistas y voceros del gobierno mismo coincidimos en denunciar se trataba de una locura de la cual sería muy difícil retornar.
- Más allá de todas las otras alertas que ya hemos realizado en torno a lo peligroso y dañino que resultaría para nuestro país una dolarización, en este caso concreto debemos reiterar que su principal efecto sería una pérdida total y absoluta por parte del gobierno central tanto del ejercicio de gobernabilidad sobre la economía como de la “simple” aplicación de política económica: un país que no tiene control sobre su moneda y utiliza la de otro –en este caso además su principal enemigo- es un país sujeto a los designios de las autoridades económicas y políticas dueñas de la moneda que usa. A este respecto, sirva como ilustración el caso griego luego del referéndum de 2015 donde por más de un 60% de los votos el pueblo decidió apoyar la propuesta del gobierno de no acatar el ajuste impuesto por la troikaeuropea y emprender otro camino. Pues bien, al tratarse de un país periférico sin moneda propia y por tanto sin Banco Central ni direccionalidad económica plena, la troika le pasó por encima a la voluntad democrática de los griegos y su gobierno simplemente restringiéndole el acceso al efectivo y el dinero (en este caso los euros) aplicando un corralito financiero monetario de hecho que dejó el país prácticamente sin circulante. Podemos discutir si el gobierno “socialista” pudo o no haber aguantado más, pero lo que está fuera de toda discusión es que tal manipulación financiero-monetaria significó la derrota de la causa griega, la capitulación vergonzosa de su gobierno y el sometimiento de Grecia a un paquete de ajuste peor al planteado originalmente y administrado por el propio Syriza, en buen medida por venganza de la plutocracia europea por atreverse a desafiarlos.
- Todo esto finalmente para decir que este gobierno que tanto explica y argumenta sobre la guerra multidimensional, de amplio espectro, financiera, monetaria, comercial, etc., debería darse cuenta no solo que al mismo ritmo que “fracasa” la intervención convencional militar disfrazada de ayuda humanitaria, la que se va imponiendo es una intervención de tipo monetaria que más temprano que tarde lo pondrá en jaque un poco como el virus que infectó el SEN. Esperemos que como en este último caso no se “de cuenta” cuando ya es bastante tarde, lo mismo que con PDVSA y tantos otros ejemplos más. Pero además que, también como es evidente ahora en estos mismos casos, sepa que dentro de sus propias filas se está tributando por omisión o comisión, consciente o inconscientemente, en pro de ese jaque. Que no se diga nunca que nadie lo advirtió y los tomaron por sorpresa. La dolarización que está en el principio mismo de la actual guerra, que es un viejo anhelo de los enemigos de la revolución bolivariana, en la medida que se le deje seguir avanzado impune terminará significando su fin.
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