Juan Manuel Mendoza
A partir de la de las 4:30 a.m. en Venezuela los trabajadores urbanos comenzamos a movilizarnos para poder llegar a los centros de trabajo donde, durante ocho horas, será extraída nuestra energía o fuerza de trabajo y, como bagazo, seremos escupidos nuevamente en la tarde, para que vayamos a nuestras hogares a recargar baterías, como si fuéramos un electrodoméstico. Al día siguiente se repetirá el ciclo y así continuará hasta nuestra edad de jubilación. Eso, siempre y cuando, no nos asesine o nos deje lesionados de por vida el capitalismo por una enfermedad ocupacional o cualquier otra causa relacionada al trabajo.
A partir de la de las 4:30 a.m. en Venezuela los trabajadores urbanos comenzamos a movilizarnos para poder llegar a los centros de trabajo donde, durante ocho horas, será extraída nuestra energía o fuerza de trabajo y, como bagazo, seremos escupidos nuevamente en la tarde, para que vayamos a nuestras hogares a recargar baterías, como si fuéramos un electrodoméstico. Al día siguiente se repetirá el ciclo y así continuará hasta nuestra edad de jubilación. Eso, siempre y cuando, no nos asesine o nos deje lesionados de por vida el capitalismo por una enfermedad ocupacional o cualquier otra causa relacionada al trabajo.
Cuando utilizamos cualquier unidad de transporte terrestre de carácter privado, perteneciente a una línea de buses, microbuses, carros por puesto, piratas, taxi, moto-taxi, expresos, camioneticas, rapiditos, etc., perdemos por ese lapso de tiempo nuestra condición de gente y pasamos a ser tratados como una vulgar mercancía que debe ser trasladada de un sitio a otro.
Es importante señalar que en el marco del capitalismo todo es mercancía, y la gente no podía escapar de esta caracterización. Tenemos tiempo de vida útil, nos apilamos por millones, somos utilizados, nos vamos deteriorando y luego somos desechados.
Es importante señalar que en el marco del capitalismo todo es mercancía, y la gente no podía escapar de esta caracterización. Tenemos tiempo de vida útil, nos apilamos por millones, somos utilizados, nos vamos deteriorando y luego somos desechados.
Explicado el punto sobre nuestra condición de mercancía, se comprende entonces cómo somos tratados dentro de esta sociedad.
Nuestros pueblos y ciudades están diseñados de manera tal que las distancias comprendidas entre los centros de trabajo y nuestros hogares sea lo suficientemente lejana como para no poder movilizarnos a pie o en bicicleta, es por esto que el transporte juega un papel importante.
Las unidades de transporte son exprimidas hasta el límite de su capacidad, el dueño del transporte aún cuando es pobre como nosotros, actúa como empresario, así que su principio es el mismo que el de un dueño, “máxima ganancia, mínima inversión”. Por eso decirle transporte a las chatarras ambulantes en las que nos movemos es de verdad una exageración.
Estos vehículos son manejados, por trabajadores iguales a nosotros, explotados igual que nosotros, pero como dijimos antes, ellos no nos ven como gente, al igual que nosotros no vemos como gente a las máquinas con las que trabajamos; su violencia hacia nosotros no es intencional, pero es que nosotros representamos las causas de todos sus problemas, de ahí la música a todo volumen, el no importarle si nos hemos subido o nos hemos bajado del vehiculo al arrancar o frenar, el aseo de la unidad, el mantenimiento y buen estado de la misma, el subir más gente del limite permitido y más: las velocidades a las que se desplazan sin importar el riesgo al que somete a los pasajeros a ellos mismos, las peligrosas competencias que se suceden entre vehículos de la misma o distintas líneas para poder ganar las diferentes paradas...
Decirle transporte a las chatarras ambulantes en las que nos movemos es de verdad una exageración
No es casual entonces que en el argot de los chóferes a los pasajeros se nos llame “zafra” en las horas pico.
Como dijimos antes, nosotros no somos gente para el dueño del transporte, el chofer o el colector. Nosotros somos una mercancía y de ahí las condiciones patéticas en las que somos movilizados. De ahí los llamados de atención que hacemos nosotros como mercancía parlante a los conductores y colectores de estos transportes. Les sonará conocido el “Coño, loco, bájale dos que no cargas ganaooo”, “Chamo casi me tumbas cuando arrancaste el carro”, “¿Me vas a lleva pa tu casa mamagüevo?”, “Chamo, ¿le echaste la gasolina en el tanque o en los asientos?”, y no podemos olvidar las respuestas típicas: “Sino te gusta agarra un taxi o cómprate un carro”, “Tres filas en el pasillo”, “Dale guaya que si no nos quitan la parada”.
Pero sería irresponsable achacarle la culpa a los choferes, avances o colectores; todo esto obedece a un sistema donde todos somos victimas de las mafias, conformada por verdaderos sicarios, los dueños y representantes del sindicato del volante y quienes a su vez representan solo y únicamente a los intereses de los dueños de transportes, quienes al mismo tiempo son los que velan por el verdadero dueño del negocio: las grandes ensambladoras de vehículos y los fabricantes y distribuidores de autopartes, neumáticos y repuestos mecánicos.
Usted jamás verá al gremio del volante llamando a una huelga en solidaridad con los pasajeros y en contra de un aumento del pasaje por razón de los usureros aumentos en los repuestos y autopartes, eso no ocurrirá jamás. Los llamados a paros y "horas 0", siempre son en nuestra contra, ya que los intereses de estos sólo tributan en beneficio de los grandes dueños ya señalados.
El transporte y la movilidad de los venezolanos no debe seguir en mano de tan mezquinos y bastardos intereses, el Estado venezolano no puede seguir sosteniendo este modelo de transporte. Es absurdo seguir subsidiando el pasaje estudiantil como hasta ahora se ha hecho, puesto que dicho beneficio sólo ha servido para engordar las arcas de los mafiosos del sindicato. Igualmente, sostener los programas de créditos para vehiculo de transporte masivo o la renovación de flota, ya que esto sólo ha enriquecido a pequeños grupos que ahora son dueños de cinco y seis vehículos que en su mayoría nunca pagaron (FONTUR) y en detrimento de los choferes o avances, quienes ejercen un trabajo casi esclavo de 14 y 16 horas diarias.
La mayoría de los choferes, avances y colectores de este país carecen de seguridad social, beneficios laborales, planes de salud mínimo, vacaciones o aguinaldos. Y cuando se retiran lo hacen sin un céntimo en los bolsillos, y totalmente empobrecidos luego de trabajar toda su vida. La explotación en este sector de la economía es tremendo y no se limita sólo al transporte de pasajeros, igual ocurre con los que transportan otros tipos de mercancía (entiéndase gandoleros).
La necesidad de un sistema de transporte masivo y verdaderamente público no es un mero capricho, es una acción de justicia social, como la salud, la alimentación o la educación.
Sostener el actual modelo sólo apunta hacia el mantenimiento de las mafias, a seguir dependiendo de los caprichos de las grandes ensambladoras (Ford, GM, Iveco, entre otras); significa aceptar el chantaje permanente de estos mafiosos de parar el país sino se hace lo que ellos dicen, implica aumentar el pasaje dos y tres veces por año, implica seguir sometiendo a decenas de miles de trabajadores del volante a condiciones de esclavitud, implica aceptar la tasas de accidentalidad y mortandad en las carreteras, en fin, no crear un sistema de transporte público masivo siempre será una deuda pendiente.
Antes ya hemos escrito sobre esto y hemos planteado algunas ideas de lo que debería ser el transporte, cómo debemos apuntar hacia la construcción de autobuses, ciclobuses, tranvías o trolebuses y ferrocarriles (el metro nos parece costosísimo y poco eficiente, pero es debatible), así como el uso de nuestros ríos y lagos como vías vivas de transporte y movilidad.
Estudiemos los niveles de accidentabilidad de los sistemas de transporte públicos que hoy conocemos, como el metro, el metrobus, el ferrocarril y podremos observar que son muy bajos y en términos porcentuales casi inexistentes, esto obedece a que la explotación de los trabajadores está entre los rangos de lo permitido y no en la locura que hoy representa un ser humano conduciendo durante 16 horas.
En el ahorro de combustibles, así como en la reducción de costo en repuestos y mantenimientos, si se uniforma y centraliza la fabricación y adquisición de los vehículos (iniciativa de autobuses yutong).
La recaudación de ingresos por concepto de pasajes cobrados y la organización del tráfico, así como la reducción del uso del vehiculo particular sería una de las tantas ventajas que se conseguiría. Eso sin contar los beneficios para la salud de la gente y los ahorros en inversión por concepto de mantenimiento en carreteras, calles, avenidas y autopistas. No es nueva esta conversa y seguiremos porfiadamente colocándola sobre la mesa.
PD: Nada de lo planteado aquí es socialista, ni plantea nada nuevo con relación a la sociedad por venir, pero en estos tiempos de transición que pudieran durar mas de 100 años no esta demás empezar poco a poco a dejar la mentalidad individual expresada en los vehículos y empezar a manejar el concepto del colectivo a través del transporte.
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