jueves, 12 de diciembre de 2019

Sergio Rodríguez Gelfenstein: “Chávez cambió la doctrina militar y evitó que acá sucediera lo mismo que en Bolivia”.



11 diciembre 2019.
Lo que Venezuela podría aprender del infausto fin del gobierno de Evo Morales en Bolivia ya lo había anticipado el comandante Hugo Chávez cuando se volcó a cambiar la doctrina que guiaba la formación de la Fuerza Armada y asumió el enfoque de la unidad cívico-militar. Tal es la visión del analista internacional Sergio Rodríguez Gelfenstein acerca de uno de los escenarios fundamentales del momento actual para Latinoamérica.
Licenciado y magister en Relaciones Internacionales, analizó lo ocurrido en los últimos meses en el hemisferio, siempre bajo la óptica de la confrontación estratégica entre grandes potencias. Dijo que Estados Unidos es un imperio en decadencia, derrotado en varios teatros de operaciones en el planeta, y por ello es que se esfuerza por mantener el control de América Latina, vista como patio trasero.
Rodríguez Gelfenstein conversó con LaIguana.TV sobre estos y otros aspectos del efervescente escenario geopolítico global. De seguidas, una versión del diálogo:
-La franqueza más brutal parece haberse impuesto en la manera como la derecha trata los asuntos internacionales. En pocas palabras están diciendo que van a seguir reprimiendo a los pueblos, que los gobiernos de derecha se van a apoyar entre sí para eso y que van a contar con el apoyo de EEUU. ¿La crisis ha puesto de manifiesto el desparpajo en las relaciones internacionales?
-Sobre eso hay que preguntarse si todo esto que está pasando es reflejo de que EEUU está muy fuerte o está ocurriendo porque EEUU es débil. La respuesta que uno de le dé a esa pregunta será una buena explicación para esa agresividad desembozada de la derecha en casi todos nuestros países con el aval y el apoyo de EEUU. Personalmente creo que esto ocurre porque hay una situación de debilidad en EEUU, en términos estratégicos, en términos globales. La confrontación estratégica más importante de estos momentos es la que hay entre China y EEUU, entre un poder global emergente y un poder global decadente. Esa pelea la está perdiendo EEUU y por ello está recurriendo a situaciones extremas como la agresividad militar en los mares adyacentes a China y, más visiblemente, a través de la llamada guerra comercial, que en realidad va mucho más allá de eso porque es tecnológica, es política, es diplomática, tiene muchas aristas. Al lado de esa confrontación estratégica comienzan a producirse una serie de confrontaciones derivadas, tácticas o regionales en los diferentes continentes del mundo. A EEUU no le ha ido bien en Asia ni en Europa ni en África. Frente a esa necesidad de encarar en algún momento un conflicto global con China, debe asegurar el “patio trasero”, se ha volcado a tratar de asegurarlo. Es muy difícil para EEUU ir a una confrontación estratégica con China sin tener el entorno asegurado y tranquilo. Todo es producto de la debilidad, que se expresa en el plano económico. El crecimiento de EEUU desde los años 80 no ha pasado de 3,2% y el promedio de los últimos 40 años creo que es 2,6. Eso, sumando al crecimiento vegetativo de la población, es casi un crecimiento nulo, sobre todo en términos de un país que es potencia global. Pero, aparte de lo económico, a EEUU le disputan la hegemonía varios países. La presencia de China, de Rusia y de otros actores internacionales, como los BRICS, es cada vez mayor. Incluso, se aprecia una confrontación no antagónica, pero ya evidente en la relación de EEUU con Europa. En la Cumbre de la OTAN se notó que EEUU ya no puede sentar una posición que se acepte sin discusión, ha resurgido el europeísmo, la doctrina de De Gaulle. Todo eso nos permite decir que a EEUU no le ha ido bien en lo que va de siglo. Todo esto que estamos viviendo en América Latina tiene que ver con ese afán de asegurarse al menos el espacio inmediato que le permita librar esas otras batallas que necesariamente tendrá que dar.
-Al inicio de 2019,  cuando Venezuela era el epicentro de la pelea en Latinoamérica, Rusia y China tuvieron una posición muy firme. En cambio, en el último tercio del año, ante crisis como las de Bolivia, Chile y Ecuador, han tenido una actitud mucho más discreta. ¿A qué obedece eso?
-A que el nivel de la conflictividad global ha ido creciendo. Esos países tienen que medir sus pasos frente a un presidente como Trump, que no tendría dudas de ir a un conflicto global, incluso en términos bélicos. Esa debilidad de Rusia y China, algún día la comprenderemos y hasta la agradeceremos porque tiene que ver con prudencia en el sentido de evitar niveles de confrontación y agresividad superior en el plano global. Para China y para Rusia, América Latina es un continente muy lejano. Ucrania la tienen al lado. El Medio Oriente lo tienen al lado. Corea la tienen al lado. La conflictividad en al Mar del Sur de China es en un mar adyacente. Son problemas inmediatos que deben cuidar porque, diciéndolo de modo grosero, esos son sus respectivos patios traseros. Entonces, estamos en un momento en el que las potencias cuidan sus patios traseros y, en ese sentido, efectivamente, hay una cesión a EEUU del control de América Latina, en función de que no incrementen su presencia y su agresividad en escenarios que sí son inmediatos a Rusia  y China. El problema de Ucrania es el número uno para Rusia, que tiene además un diferendo con Japón, país aliado de EEUU. Está el problema de Corea y también hay una presencia creciente del terrorismo musulmán, que afecta a los dos países, porque en China hay provincias y en Rusia hay repúblicas de mayoría musulmana. Es ya una realidad que el conflicto del Medio Oriente se trasladó a esas regiones. En Sinkiang (China) está el terrorismo islámico, y en Daguestán (Federación Rusa) también. Son problemas internos de China y Rusia. Ni siquiera son problemas de política exterior, y les tienen que prestar atención preferencial, lo que va en detrimento de nuestros intereses como latinoamericanos.
-¿Cómo puede influir en todo esto el impeachment que se está desarrollando contra Trump? ¿En qué podría cambiar la situación para 2020?
-Vamos a tener que ver la política exterior de EEUU en 2020 a partir del impeachment. De cuánto avance o retroceda la acusación real dependerá lo que haga Washington en el plano global. No parece un caso destinado a tener éxito, por una razón muy sencilla, no por algo de gran política: los senadores republicanos van a ser quienes tomen la decisión de si sobreviven con Trump o se hunden con él. Lo demás es pura baba jurídica, intentos de un show mediático interno que tratarán de llevar al plano internacional, pero la decisión final la va a tomar a mayoría de los senadores republicanos que son quienes finalmente deciden. La Cámara de Representantes (donde tienen mayoría los Demócratas) lo que hace es investigar el caso y ponerlo a la disposición de los senadores. Personalmente creo que ellos no van a optar por hundirse con Trump. En este momento creo difícil que el impeachment pueda ser exitoso en su propósito de destituir al presidente Trump. Y voy a decir algo que parecerá muy loco, pero preferiría que Trump continuara cuatro años más a que vinieran los demócratas, igual como en su momento dije que era preferible que ganara Trump y no Hillary Clinton. En términos de la conflictividad global, los demócratas son mucho más peligrosos. Trump apunta al proteccionismo y al aislacionismo, que eran los basamentos de la política exterior antigua de EEUU, mientras los demócratas tienen una vocación imperialista y agresiva mucho mayor que los republicanos. No debemos olvidar que en temas globales, han sido los republicanos los que llegaron a los acuerdos SALT (de limitación de armas nucleares) con la Unión Soviética y también los que establecieron relaciones con China. Debemos decidir si lo miramos como venezolanos o lo miramos en términos de sobrevivencia de la humanidad. Creo que para la sobrevivencia de la humanidad, hubiera sido mucho más agresivo un gobierno de la señora Clinton que este de Trump, aún cuando haya roto el acuerdo con Irak y se haya retirado de los acuerdos del Cambio climático. Me parece que en este caso se aplica eso de que más vale malos conocidos que buenos por conocer.
Chávez lo vio antes
-Bolivia fue como una reacción, un contragolpe a lo que venía pasando en Chile, en Ecuador y en Colombia. ¿Qué experiencia deberíamos aprender en Venezuela de lo ocurrido?
-La enseñanza la vio Chávez antes que nosotros, cuando se volcó a transformar a la Fuerza Armada, muchas veces en medio de una gran falta de comprensión. Y cuando hablamos de transformar a la Fuerza Armada significa que se metió en los pensum de estudio de la Academia Militar, que les incorporó a los cadetes estudios de historia, de economía, de derechos humanos. Él sabía lo que estaba haciendo. Sabía que la clave estaba en la construcción de una doctrina nueva, lejos de la doctrina de seguridad nacional de EEUU, que sacará a la Fuerza Armada venezolana de la égida de EEUU, lo que se aceleró después del golpe de 2002. Hoy, a la luz de los hechos de Bolivia se ponen en evidencia cuánta validez tenía ese enfoque y cuánta visión tuvo el comandante al entender que no basta con el apoyo popular, aunque sea mayoritario y aplastante, sino que se necesita la unidad cívico-militar, se necesita una doctrina de defensa de la soberanía real, no solo en lo que respecta a la confrontación con otro país, sino también en lo que se refiere al voto popular. Evo ganó por diez puntos. Supongamos que no ganó en primera vuelta, que ganó por 9,8… es casi diez puntos y demuestra que los votos no sirven de nada, que la democracia representativa es una gran mentira, una gran farsa porque ni siquiera ganar por diez puntos tiene validez. ¿Por cuánto tienes que ganar? Lo que se está poniendo en evidencia es una crisis de la democracia, de ese modelo que nos vendieron siempre: gobierno de las mayorías, del pueblo para el pueblo, la separación de poderes. Hoy es desembozada la actitud de la derecha porque se ha puesto en evidencia que cuando aprendimos ganarles en términos de sus reglas, son ellos los que destruyen las reglas. Yo quisiera que las reglas se estuvieran destruyendo desde una perspectiva revolucionaria, de los intereses de los pueblos. No es así. Las están rompiendo ellos desde la perspectiva de los intereses de las oligarquías. No les sirve ya esa democracia que construyeron desde la Revolución Francesa y no tienen una opción distinta. No saben qué hacer. Les queda la fuerza, el avasallamiento, el chantaje, la amenaza, la agresión, la invasión, los bloqueos, las sanciones. Son todas medidas que violentan los principios fundamentales que la humanidad había logrado darse como valores de convivencia pacífica, iguales para todos.
-Otros actores que han quedado al desnudo son los organismos internacionales. Por ejemplo, la Organización de Estados Americanos, como estructura, ha demostrado ser un aparato de sostenimiento de las derechas, ello aparte del sello que le imprime Almagro como secretario general. Ahora se ha tratado de resucitar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y se montó el tinglado del Grupo de Lima. Ha sido un año muy intenso en ese campo…
-Uno tiene que remontarse al origen de estas instituciones, en este caso, del Sistema Interamericano. Esto es consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. El TIAR y la OEA son la expresión regional de los acuerdos que llevaron a la construcción de la Organización de las Naciones Unidas en 1945 y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, a nivel global, en 1949. En el plano americano se crea primero el órgano militar, el TIAR, en 1947, y luego el órgano político, la OEA, en 1948. Responden a una lógica de Guerra Fría. Lo curioso es que la Guerra Fría terminó, pero estas instituciones se mantienen. Al no estar el enemigo que le dio origen (el comunismo), EEUU se ha visto obligado a fabricar nuevos enemigos. Después que desaparece la Unión Soviética, en la última década del siglo pasado, los enemigos eran el narcotráfico y los inmigrantes. Eran los tiempos del Plan Colombia. Eso pasa a un segundo plano después del 11 de septiembre de 2001, cuando EEUU aprovecha para introducir la dinámica de lucha contra el terrorismo, con aquella famosa frase del presidente Bush de “o están con ellos o están con nosotros”. Bajo este enfoque se ubican el TIAR y la OEA. El TIAR había muerto con el conflicto de Las Malvinas porque no se cumplió su objetivo fundamental, mientras la OEA se fue adaptando a la política de EEUU. En realidad, siempre ha sido como un apéndice de la política exterior estadounidense. Personalmente, desde el momento en que este país comenzó a llamarse República Bolivariana de Venezuela, empecé a decir que era un contrasentido, una falta de respeto estar en la OEA. Escribí muchos artículos y hasta tuve un debate con el comandante Chávez al respecto. Le dije que teníamos que salirnos de la OEA no por cuestiones políticas del momento, sino porque la OEA es la expresión del antibolivarianismo, del monroísmo, del panamericanismo, de la doctrina de EEUU, que es contraria a la doctrina de Venezuela. En esta última contingencia, tal como el resto de los actores, la OEA se comporta desembozadamente porque el sistema lo permite. Pero no es algo nuevo. Si se analiza la actuación de la OEA desde el año 48, siempre ha sido el mismo. En varias ocasiones he conversado con diplomáticos de países amigos que están en la OEA y se quejan de ella. Les he dicho que no pueden quejarse porque están allí, avalando todo lo que hace la OEA. Para quien de verdad profesa un sentimiento bolivariano, lo único posible es salirse de la OEA. No se puede ser bolivariano y estar en la OEA. Es un contrasentido, una contradicción de origen y una vergüenza.
-Las organizaciones internacionales alternativas que nacieron en la primera década del siglo ahora están debilitadas por esta reacción de la derecha. ¿Hay posibilidades de reactivarlas?
-Hay que revisar caso por caso. En lo que respecta a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) creo que debemos mantenerla aunque nos quedemos solos con los cubanos porque es la expresión del propósito de continuar las ideas de Bolívar en materia de integración. Es una bandera para decir que la integración es posible desde la perspectiva de las ideas del Libertador. En el caso de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), respondía más a una lógica brasileña que a cualquier otra. Lo digo con todo respeto por quienes difieran. Brasil siempre se ha asumido más como suramericano que como Latinoamericano, entre otras cosas porque siempre ha aspirado a ser una potencia subregional. Con Lula, Brasil descubrió que Latinoamérica era más grande que Suramérica, y procedió a establecer, por ejemplo, embajadas en los países del Caribe, donde no las tenía. Desarrolló mayor presencia en Centroamérica y Lula hasta buscó una alianza con México, pero no eran los tiempos de México para ese tipo de encuentros, así que no se logró. Entonces, en la primera década del siglo, Brasil intentó copar el espacio suramericano mediante Unasur. El comandante Chávez, para tratar de atenuar el peso de ese gigante que es Brasil, estableció una relación estratégica con Argentina. Ahora, mientras Brasil esté en manos de Bolsonaro es muy difícil que pueda seguir avanzando. Entonces, tengo muchas más esperanzas, estoy mucho más optimista con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Primero porque ahora hay dos países grandes, México y Argentina, que han declarado que quieren darle fuerza a Celac. De hecho, la próxima cumbre será en México, lo que le dará por un año la secretaría de Celac. La otra razón por la que soy optimista es porque Celac logró ser el referente latinoamericano tanto para China como para Europa. A pesar de toda la situación que ha pasado, se siguen haciendo las reuniones ministeriales China-Celac. Esto implica que tanto China como los europeos siguen considerando a Celac como el referente de América Latina. Eso significa oxígeno para estas formas de integración, más allá de toda la incapacidad de las élites latinoamericanas para ponerse de acuerdo, a diferencia de las europeas, las asiáticas y las africanas, que son capaces de superar sus contradicciones a favor de la unidad. Las élites política más atrasadas del mundo, en este sentido, son las latinoamericanas. Ojalá estos factores exógenos obliguen a esas élites a mantener en alguna medida la idea de la integración.
(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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