Vijay Prashad / Resumen Latinoamericano / 18 de octubre de 2019
Las calles de Quito tiemblan entre el anhelo y la represión; el olor del gas lacrimógeno y los gritos de libertad reverberan en igual medida de un punto a otro de la ciudad. El estado de emergencia del presidente Lenín Moreno (3 de octubre) y el toque de queda (12 de octubre) dan más autoridad a los hombres armados, pero a pesar de los cientos de manifestantes heridxs y de al menos cinco muertxs, la violencia no ha quebrado el entusiasmo en las calles. Las protestas continúan. Las opciones de Moreno pronto van a agotarse. La oligarquía y el Fondo Monetario Internacional (FMI) —con un guiño de la Casa Blanca— podrían pedirle que dimita. Quieren que su socio sea creíble.
El 13 de octubre Moreno tuvo prometer que iba a retirar el Decreto 833. La presión desde las calles, las Naciones Unidas y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana lo forzaron a sentarse a la mesa, donde se sostuvo una discusión televisada. Lxs líderes indígenas ganaron el “debate”, estaban mucho más preparadxs y fueron mucho más humanxs que el presidente y sus torpes ministros. Moreno y su equipo —la ministra de Gobierno María Paula Romo y el ministro de Defensa Oswaldo Jarrín— dejaron la sala por un receso y se rindieron. Este es un triunfo del pueblo. Pero ahora Moreno debe ir al FMI. ¿Qué presión pondrán sobre él? La batalla continúa.
El directorio del FMI se reúne en Washington, DC para su reunión anual. La nueva líder del Fondo es Kristalina Georgieva, de Bulgaria, quien solía trabajar en el Banco Mundial. En Perspectivas de la Economía Mundial, publicado en julio por el FMI, se calcula que en 2019 el crecimiento estimado se reducirá a 3,2%, comparado con el 3,8% (2017) y 3,6% (2018). Para permanecer optimistas —con pocos datos que sostengan esta actitud— el Fondo estima que el crecimiento mundial subirá a un 3,5% en 2020. Pero Georgieva y sus socios en el directorio del Fondo saben que las cosas son mucho más sombrías. “El crecimiento económico mundial continúa decepcionando”, dijo recientemente Georgieva. Las guerras comerciales y los altos niveles de deuda contribuyen a profundizar una crisis general del capitalismo.
El nuevo Informe sobre Comercio y Desarrollo (2019) de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), publicado a fines de septiembre, dice que es más que probable que se produzca una recesión en 2020. Durante los últimos años, las tasas de crecimiento han sido sostenidas por “recortes tributarios puntuales y déficits insostenibles, agravadas aun más por una rápida acumulación de posiciones de deudas privadas, especialmente en el sector empresarial”. Mientras tanto, “las cifras de desempleo ocultan problemas de empleos inseguros y trabajadorxs desanimadxs”. Si a esto se agrega “la perturbación de las cadenas de suministro, la volatilidad de los flujos de capital, y el aumento de los precios del petróleo”, parece inevitable que “con estas tendencias parece probable que se produzca una ralentización o incluso una recesión”.
No hay nada que pueda hacer el FMI. Está en deuda con Estados Unidos, de quien Georgieva espera recaudar fondos de alrededor de 1 billón de dólares para la reserva del FMI. Estados Unidos continúa dominando el FMI. En 2015, el FMI publicó un estudio de su personal que argumentaba en contra de la “economía centrada en la oferta”, sugiriendo que la política que propone recortes de impuestos y de presupuestos no conduce a la utopía. En cambio, escriben lxs autorxs, los recortes de impuestos y presupuestos producen resultados cuyos beneficios “no gotean”. Las implicancias de este estudio no penetraron en los altos pisos del FMI, ni en la oficina del gerente general ni en el directorio. Sus propios economistas no son tan importantes como los susurros que vienen del departamento de Hacienda estadounidense o de la Casa Blanca.
A fines del año pasado, la Red Europea de Deuda y Desarrollo (Eurodad) publicó un estudio importante sobre las condiciones de los préstamos del FMI y el impacto que esto ha tenido en el servicio de salud. El autor —Gino Brunswijck— observó los préstamos del FMI a veintiséis países entre 2016 y 2017. En veinte de esos países “la gente se ha declarado en huelga o han salido a las calles para protestar contra los recortes del gobierno, el alza del costo de vida, la reestructuración de los impuestos y reformas salariales impulsadas por las condiciones del FMI”. Desde que salió el estudio, los pueblos de Argentina, República Checa, Ecuador, Egipto, Haití, Jordania, Marruecos, Pakistán, Sudán, Túnez y otros países han salido a las calles. Para ellos no hay alternativa: o protestan o pasan hambre.
Soldados alemanes, su mula y el gas lacrimógeno (1916)
Del estudio de la Red Europea se desprenden varios puntos que merecen reflexión:
- En los últimos años, los préstamos del FMI vienen acompañados de un creciente número de condiciones de ajustes estructurales. Entre 2017 y 2018, el promedio de condiciones por préstamo fue de 26,8; entre 2011 y 2013, fue de 19,5.
- Dentro del denso lenguaje del préstamo, hay una serie de condicionantes “escondidas”, que se encuentran habitualmente en los documentos anexos.
- Una vez que los acuerdos del préstamo se han firmado, el FMI vuelve a añadir más condiciones al mismo préstamo.
- De los veintiséis préstamos estudiados, veintitrés exigieron “consolidación fiscal”, que significa que los gobiernos están forzados a restringir el gasto. En otras palabras, el FMI ha impuesto la autoridad a estos países.
- La mayoría de los países que fueron al FMI eran “deudores recurrentes”, lo que significa que los préstamos del FMI no solucionan sus problemas, sino que solo los exacerban. El Fondo no hizo nada para resolver la insolvencia estructural de esos gobiernos, y en cambio los introdujo en una deuda insostenible. En 2013, un estudio del FMI admitió que debido al acuerdo con Grecia en 2010, “La confianza en el mercado no ha sido restaurada, el sistema bancario perdió el 30 por ciento de sus depósitos y la economía se enfrentó a una recesión mucho más profunda que lo esperado, con un desempleo excepcionalmente alto”. Las demandas del Fondo solo profundizaron los problemas de Grecia. Esta lección aún no es absorbida.
- Finalmente, el FMI exigió austeridad a países en desarrollo incluso en tiempos de crisis, sabiendo bien que este es el momento en que es importante que los gobiernos inviertan para estimular la economía deprimida. Por otro lado, países de capitalismo avanzado no se atienen a las demandas del FMI. Entre el otoño de 2008 y comienzos del 2009, calcula el economista francés Cédric Durand, estos Estados comprometieron el 50,4& del PIB mundial para apoyar al sector financiero. Nunca ha habido una generosidad similar para apoyar a los sectores empobrecidos, que constituyen la gran mayoría de la población del planeta.
Camuflada detrás de frases del FMI como “forjar un contrato social más fuerte” viene la tónica anticuada de austeridad para lxs pobres, generosidad para los ricos. El acuerdo entre el FMI y Ecuador instaba al gobierno de Moreno a recortar los salarios y a despedir a 140.000 empleadxs del sector público, mientras se elevarían los precios de la energía y las tarifas de los servicios gubernamentales. Los ricos no pagarían el precio. El dinero gastado en pagar galones de gas lacrimógeno y equipamiento de la policía antidisturbios podría fácilmente haber sido utilizado para pagar los servicios de salud y educación. El “contrato social” que el FMI se encuentra construyendo en cada país no está forjado a través de lazos de la sociedad, sino a través de las barricadas de las protestas y la represión.
Kalamashaka, Ni Wakati, 2001.
Cada jefe del FMI llega al puesto con una agenda distintiva. Christine Lagarde quería impulsar la equidad de género, lo que significaba —para Lagarde y el FMI— aumentar el número de mujeres en la fuerza laboral. En uno de los artículos del personal del FMI, lxs investigadorxs señalaron que esto solo sería posible si los países invirtieran en infraestructura (como transporte público), promovieran la igualdad de derechos para las mujeres (como leyes de herencia y de propiedad igualitarias) y el acceso a servicios de guardería asequibles. No obstante, la mayoría de los acuerdos de los préstamos del FMI exigen recortes en la infraestructura púbica y en los servicios de guardería y salud. La política del FMI, de hecho, iba en contra de la ya limitada agenda promovida por Lagarde.
Ofelia Fernández en la oficina de Tricontinental en Buenos Aires
Lagarde, quien ahora está compitiendo por ser la cabeza del Banco Central Europeo, podría haber hecho bien escuchando a Ofelia Fernández, la militante argentina de 19 años que va como candidata en el gobierno de Buenos Aires. Ofelia no quiere definir su política de manera estrecha. El mes pasado quería dejarme claro que el feminismo debe abordar todos los asuntos sociales desde una perspectiva feminista, no permitir ser restringido a “cosas de mujeres”, que son en sí mismas, como señaló, cosas de todxs. En los sectores más pobres de Argentina, han surgido organizaciones para lucha contra el resultado de la crisis. El hambre es un asunto serio, especialmente el hambre infantil. La mayoría de lxs líderes de estas organizaciones populares, dijo Ofelia, son mujeres. Su lucha en torno a la economía del cuidado y contra la austeridad también debe ser vista como una lucha feminista. La lucha contra el hambre, dijo Ofelia, también es feminista.
Georgieva llega a su puesto deseosa de enfrentar los “riesgos climáticos” y de promover un cambio urgente hacia un sistema energético post-carbono. Su política consistirá en recortes a los subsidios energéticos y un aumento a los impuestos de carbono. Un estudio reciente del FMI muestra que los precios de la gasolina y de la energía doméstica deberían subir dramáticamente para limitar el calentamiento global. Lo que tenemos aquí es austeridad con un envoltorio de ambientalismo. En lugar de promover una política de impuestos regresivos para lxs pobres, el FMI podría impulsar un mayor gasto en transporte público y en una transición desde la energía basada en el carbono a formas de energía más sustentables. Pero ese no es el carácter del FMI. Sus contornos son las políticas neoliberales y la austeridad.
El título de este boletín no proviene de un poeta radical. Viene del Wall Street Journal. Durante la crisis asiática de 1998, el WSJ publicó una editorial que decía que el FMI “no ha estado combatiendo los incendios financieros, sino apagándolos con gasolina”. El FMI vierte la primera porción de gasolina.
Los pueblos quieren detener esas llamas. Sus esperanzas estallan de los versos de Dennis Brutus (1924-2009), el poeta sudafricano antiapartheid:
Llegará un tiempo creemos
en que la forma del planeta
y las divisiones de la tierra
serán menos importantes.
Estaremos envueltos en el brillo de la amistad.
Una estrella roja de esperanza
iluminará nuestras vidas.
Una estrella de esperanza.
Una estrella de felicidad.
Una estrella de libertad.
en que la forma del planeta
y las divisiones de la tierra
serán menos importantes.
Estaremos envueltos en el brillo de la amistad.
Una estrella roja de esperanza
iluminará nuestras vidas.
Una estrella de esperanza.
Una estrella de felicidad.
Una estrella de libertad.
Tricontinental
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