Resumen Latinoamericano, 15 septiembre 2019.-
Por Gisela Marziotta y Nicolás Trotta. Foto: Ricardo Stuckert.
“Hay algún torcedor de Racing, del equipo de Kirchner”, pregunta Lula apenas ingresa a la sala donde se realizó la entrevista. La amistad construida con los Kirchner siempre aparece en los encuentros con el ex presidente brasileño. La afinidad entre presidentes fue un elemento que potenció la agenda de integración.
Siempre priorizó su vínculo con la Argentina. No le resultó sencillo desarticular la histórica desconfianza entre la dirigencia de ambos países. Su primer viaje al exterior como presidente electo, a fines de 2002, fue a la Argentina, al igual que su primera salida como ex presidente luego de traspasarle el mando a la primera presidenta del Brasil, Dilma Rousseff. La tríada que conformaba con su canciller, Celso Amorim y el Asesor Especial en Política Exterior, Marco Aurélio García, permitió sustantivos avances en la integración.
Los procesos políticos entre ambas naciones se retroalimentan. El fracaso del gobierno de Mauricio Macri, la debacle social y económica de sus políticas, es vista como el preludio de un nuevo tiempo en el gigante sudamericano. Allí posan la esperanza muchas de las principales figuras del PT. Argentina se hace presente a lo largo de distintos momentos del diálogo.
–¿Qué impacto piensa que va a tener el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en la política doméstica de Brasil?
–Pienso que el impacto más deseable es que el pueblo argentino recupere el derecho a ser feliz. Viví el período del gobierno Kirchner y les puedo decir como observador y compañero de que Argentina le debe mucho al rol de Kirchner, a la capacidad de Kirchner y al coraje de Kirchner. Porque afrontar la situación que afrontó, no era fácil. Él era valiente e hice una alianza extraordinaria con él. Después con Cristina. Ahora, con Fernández candidato, obviamente no puedo opinar sobre las elecciones de otro país, sería una intromisión indebida. Brasil necesita paz, necesita armonía con Argentina, armonía con todos los países, para que podamos, en tiempos de paz, en tiempos de democracia, crecer y mejorar la vida del pueblo que representamos. Y es por esta razón que la victoria de Fernández significa la posibilidad de mejorar mucho la relación entre Brasil y Argentina.
–¿Qué consejo le daría a Alberto Fernández que se va a encontrar con una crisis?
–El consejo que le podría dar a mi amigo Fernández es uno solo: gobernar para el pueblo pobre. No mentirle nunca al pueblo que tiene expectativas para que la Argentina mejore. No aceptar el terrorismo que el mercado crea. Al mercado no le interesa el pueblo argentino, el mercado tiene interés en ganar dinero. Al mercado no le preocupa si las personas pasan hambre, si las personas viven en las calles. El mercado quiere saber si hay rentabilidad. Y Fernández tiene que tener un compromiso con Dios y con el pueblo: no mentirle nunca al pueblo y gobernar prioritariamente para el pueblo trabajador y para el pueblo pobre argentino. Ese es el consejo que podría darle al compañero Fernández y a la compañera Cristina.
El análisis de Lula sobre el presente y el futuro brasileño
La destitución de Dilma Rousseff se comenzó a gestar horas después de su ajustada victoria sobre el tucano Aécio Neves. Eso fue el comienzo de un proceso que incluyó el encarcelamiento y proscripción de Lula Da Silva . Solo queda en el recuerdo el Brasil que sorprendía al mundo y se codeaba de igual a igual con las principales potencias globales. “Tristeza não tem fim, felicidade sim”, dicen los versos de Antonio Carlos Jobim y Vinicius De Moraes.
–¿Hasta dónde puede llegar la degradación institucional y política de Brasil?
–Estoy asustado porque ellos transformaron el desmantelamiento de los derechos laborales y de la seguridad social, en conquistas. Tenemos hoy en Brasil más de 40 millones de personas trabajando en la informalidad. Tenemos un 12% de desempleado. Ellos dicen en la televisión que va a mejorar. Es como si el pueblo brasileño estuviera anestesiado. Por eso quiero salir de acá. Porque necesito ir a la calle para hablar con este pueblo y decirles la verdad sobre este gobierno y sobre estas personas que están gobernando Brasil. El proceso de privatización es peor de lo que Menem hizo en Argentina. Estas personas no están gobernando Brasil, están vendiendo Brasil.
La relación de Lula Da Silva con América Latina
El futuro es incierto y está en disputa. La oleada conservadora pierde fuerza. Octubre, mes de revoluciones, se presenta como crucial en el despliegue de fuerzas para la próxima década. Argentina se encamina hacia un gobierno peronista y el Frente Amplio y el MAS buscan apoyo popular para darle continuidad a sus gobiernos en Uruguay y Bolivia. El cielo se aclara y una nueva oportunidad emerge. Poner en valor las experiencias y los limitantes del pasado es una obligación de estos tiempos.
–¿Cómo recuerda los años de los gobiernos de cambio?
–Fueron momentos de la cordialidad. Nosotros no teníamos contiendas. Fue el momento en que soñamos: Kirchner, Lula, Chávez, Rafael Correa, Tabaré, Pepe Mujica soñábamos en construir un bloque económico fuerte, desarrollado tecnológicamente para que nosotros pudiéramos disputar la exportación de productos con valor agregado y no solo commodities.
–¿En qué se debería haber avanzado más?
–Muchas cosas, muchas cosas ¿Saben lo que pasa? somos resultado de nuestra formación política y formación cultural. Hubo siglos de desconfianza entre nosotros y uno no consigue en pocos años cambiar la cabeza de las personas. No creamos el Banco del Sur que queríamos crear. Podríamos haber creado más instituciones multilaterales para hacer difícil que cualquier gobierno pudiera cambiar las cosas como se están cambiando ahora. La relación entre los Estados no tiene que depender de los gobiernos. La relación del Estado es algo muy sólido, puede ser un gobierno de derecha, de centro, de izquierda, la relación entre dos Estados tiene que ser perenne, duradera. Pienso que nosotros no conseguimos hacer eso. Construimos una bellísima amistad. No me olvido nunca: Chávez me decía que cuando él era profesor en la academia militar, su clase era para hablar mal de Brasil, que Brasil era el enemigo de Venezuela, que era necesario tener cuidado con Brasil ¿Quién lo orientaba? Era orientación norteamericana. Y eso valió para todos los países de América Latina. Creo que si nosotros pudiéramos volver en el tiempo, y no es posible, creo que haríamos mucho más de lo que hicimos. Muchos más. No ceder a presiones mezquinas de grupos económicos. Ceder sólo a la presión de los intereses populares de cada ciudadano de la Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador.
–¿Cuál es la mirada del gobierno de Bolsonaro hacia América Latina?
–Tienen odio contra América Latina, odio contra África y solo le lamen las botas al gobierno norteamericano. Nuestro gobierno decidió no despreciar a Estados Unidos, tratar con respeto a Estados Unidos, pero tratar con mucho más respeto y con prioridad a nuestros socios. Para que Brasil esté bien, Argentina tiene que estar bien, Uruguay tiene que estar bien, Paraguay tiene que estar bien, Ecuador, Colombia, Perú, Chile. Todos los países tienen que estar bien, porque la pobreza no permite la distribución. Lo que permite la distribución es la riqueza. Es el conocimiento. Y es por eso que tratamos con mucho cariño nuestra integración con América del Sur y América Latina.
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