Por: Héctor Rodríguez
Hasta José Gregorio Hernández, a finales de 1902, empuñó su arma y bajó al litoral central para defender la Patria cuando los buques ingleses, alemanes e italianos decidieron bloquear nuestras costas en los tiempos de Cipriano Castro.
Nadie se quedó en su casa… como un solo grupo los venezolanos avanzamos para proteger lo que era y sigue siendo nuestro. Ni un centímetro de esta tierra de libertad podrá ser profanada por la planta del enemigo. Éste es un grito que sacude los pechos de mujeres y hombres cuyos antepasados Caribes, blancos de orilla, maltratados por las élites de la metrópoli española y cimarrones libertos, siguen palpitando en nuestros pechos henchidos de justicia y equidad.
Cada vez que nos ha tocado enfrentar la violencia del enemigo extranjero, y de sus aliados locales que no tienen recato en atentar contra su propia Patria, no hemos dudado en asumir posición de defensa. Las nuestras son las fuerzas que personificadas en el pueblo Wayúu organizado, fueron capaces de enfrentar a los piratas del inglés Sir Francis Drake, que pretendían penetrar al Lago de Maracaibo, o nuestro caraqueño cervantino, el Caballero de Ledezma, quien lanza en ristre defendió a la Caracas colonial del enemigo.
Somos los mismos quienes en tiempos de Bolívar hicimos filas en torno al Libertador, y la fiereza natural de nosotros como pueblo independentista salió a la luz personificado en los llaneros de Páez y Rondón, capaces de derrotar a fuerzas diez o veinte veces superiores, como sucedió en el Pantano de Vargas y en Boyacá. Seguimos siendo las fuerzas indetenibles del general Zamora, porque somos hombres y tierras libres.
Por nuestra innata condición de pueblo valeroso mostramos nuestro temperamento ante las acciones golpistas que nos dejaron sin gasolina y gas por el capricho de derrocar a Chávez; Somos los mismos que antes, cuando secuestraron al presidente Chávez, sacamos el pecho armado de Constitución y volteamos un gran golpe de Estado en menos de 48 horas. Y aquí seguimos, el mismo Pueblo imbatible, con manos jóvenes y viejas, con rostros femeninos y masculinos, con mirada limpia y decisión absoluta de ser libres.
No hay sanción que un imperio pueda imponer contra nosotros, porque a la hora de defender nuestra tierra, nuestra casa, todos somos uno.
Así pues, se le hace cuesta arriba al decadente imperio lograr someternos, y ante el fracaso reiterado de todas sus acciones acude a medidas terribles como robar nuestros activos e impedir que obtengamos los insumos vitales para la producción y procesamiento de alimentos. ¿Por qué, a través de una compañía de seguros internacional, se obliga a un barco cargado con 25 millones de kilos de soya que compramos los venezolanos, a detenerse en su paso por el Canal de Panamá? Muy sencillo, porque para producir los alimentos para animales hace falta esa soya. Sin ella no podremos hacer crecer los animales necesarios para el consumo de las y los venezolanos. Es una manera de generar una crisis trabando la producción alimentaria. En estas acciones se palpa el bloqueo.
También ese ataque va contra la producción de aceites de comer y de numerosos enlatados. Allí serán golpeados empresarios y trabajadores, moros y cristianos. Así las “sanciones” que parecen destinadas a provocar una hambruna, son los nuevos bombardeos, y las pérdidas colaterales seremos cualquiera de nosotros.
Éste es un ejemplo que afecta a todo el país con sus catastróficas consecuencias. Igual podríamos decir con los medicamentos o con los repuestos, e incluso con los equipos electrónicos.
Pero lo que no cuentan es con la decisión de nosotros como Pueblo, de enfrentarnos orgullosos a las fuerzas imperiales, a sus decisiones arbitrarias, a su locura desmedida. No estamos solos, principalmente porque este no es un tema de chavistas o no chavistas, es una situación difícil que nos involucra a todas y todos, es una coyuntura que nos ha unido como se unen las familias en tiempos de dificultades.
Recuerden que nosotros, en la familia, incluso donde haya desavenencias duras, cuando surge una crisis, todos, absolutamente todos, nos convertimos en un solo ser y defendemos lo más preciado que tenemos: nuestro amor, nuestro hogar, guiados por la solidaridad, la hermandad, unidos por nuestro grande y más puro sentir venezolano.
Por eso, el comandante Hugo Chávez fue enfático cuando afirmó: Cada día el mundo está más esperanzado con la Revolución Bolivariana. No podemos fallarle al mundo. De lo que pase en Venezuela, del éxito de nuestra revolución puede depender el futuro, la salvación de este planeta.
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