Los militares que desconocieron al gobierno tenían su plan montado desde hacía meses. En Washington ya sabían de estas acciones desde el 6 de abril, cuando desde la Embajada de EEUU se envió una comunicación al Departamento de Estado de ese país. El embajador estadounidense en Caracas, Charles Shapiro, ya había tenido encuentros con políticos, sacerdotes y gente de los medios de comunicación en Venezuela.
La mañana del 12 de abril comenzó la cacería de brujas. Los alcaldes de derecha Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López, que gobernaban municipios ricos de la capital, emprendieron procedimientos para apresar a funcionarios del gobierno depuesto. La captura del ministro de Interior, Ramón Rodríguez Chacín y el diputado Tarek William Saab, fueron transmitidas por televisión como actos heroicos. El asedio a la Embajada de Cuba, donde los burgomaestres trataron de localizar a líderes chavistas, fue una de las torpezas políticas más notorias de la jornada.
Al otro extremo de la ciudad, el Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, daba una rueda de prensa que convocó bajo engaño para que los medios la transmitieran. En su intervención ratificó que el presidente Chávez no había renunciado y que, por el contrario, lo tenían preso en el cuartel militar Fuerte Tiuna.
De inmediato, los medios comprometidos con el Golpe de Estado sacaron la transmisión del aire. Solo algunas radios continuaron la transmisión con la explicación detallada de cómo ocurrió el arresto de la máxima autoridad del país.
En horas de la tarde, embriagados de poder, los golpistas que habían tomado el Palacio de Miraflores se concentraron para presenciar la autojuramentación de Pedro Carmona, empresario y jefe de Fedecámaras, como Presidente de la República. En el acto, se despojaron de sus cargos a todos los funcionarios electos por votación popular, se disolvió el parlamento, se destituyeron los funcionarios del Poder Judicial y el Poder Ciudadano y se eliminó la palabra “bolivariana” del nombre oficial del país.
Para tratar de maquillar el Golpe de Estado, los funcionarios del nuevo gobierno y algunos militares que participaron en el complot, comenzaron a tejer la tesis del “vacío de poder”, lo que motivó la toma de las riendas del país por el sector opositor. Sin embargo, la constitución venezolana no admite esa figura, pues en ausencia total del presidente, el control lo asume el vicepresidente, y si éste también falta, el mando recaerá en el presidente del parlamento. Nada de ello ocurrió. El golpe empezaba a tambalear.
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