Aran Aharonian.-
Tienen razón las autoridades venezolanas de dudar de las matrices emitidas desde Washington y promocionadas por los grandes medios de comunicación, que suavizarían la agresión y los planes de injerencia de EEUU en el país, con una nueva “hoja de ruta” que, sin embargo, incluyó un ataque cibernético contra la estructura energética, extendiendo la oscuridad a lo largo y ancho del territorio, sobre las ciudades y el campo.
No solo fue un apagón: éste tiene sus secuelas en la creación de un clima de inseguridad general e incluso de indefensión; el corte de expendio de gasolina con el colapso del transporte colectivo e individual, el bombeo del agua corriente, la caída de las comunicaciones, incluyendo la internet y la televisión, el control aéreo… y la muerte de decenas de hospitalizados por imposibilidad de operarlos o aplicarles diálisis. ¿De esto se trata la “ayuda humanitaria”?
Y el imaginario colectivo no olvida que en 2016, cuando la oposición pidió amnistía para los presos por el terror callejero, incluyeron a aquellos que participaron en el sabotaje energético y eléctrico. Ningún dirigente opositor ni la llamada “comunidad internacional” de la que habla Washington y sus cómplices del Grupo de Lima condenaron el sabotaje, ni entonces ni ahora.
Con apagón incluido, militantes bolivarianos salieron a la calle a protestar por este nuevo ataque criminal También la oposición, midiendo fuerzas en sendas marchas. Con un megáfono y desde una camioneta, Juan Guaidó reiteró que está dispuesto a usar la acción de una fuerza extranjera para deponer a Maduro. “¡Intervención!”, vociferó parte de sus seguidores, a lo que contestó con una frase amenazante de su mandante, el presidente Donald Trump: “Todas las opciones están sobre la mesa”.
El efecto de Guaidó entre sus seguidores que pedían “intervención” tras el fracaso de las acciones del 23 de febrero (Operación Cúcuta) fue de receptividad, señala Marco Teruggi. El portavoz de Washington afirmó que podría apelar al artículo 187 de la Constitución, que abriría la puerta a una intervención, según dijo, “cuando llegue el momento”. El fugado y exiliado dirigente acciondemocratista Antonio Ledezma, tuiteó: “Vamos pdte. @jguaido solicite formalmente la intervención humanitaria”.
El autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, degradado por los medios hegemónicos a “presidente de la Asamblea Nacional” tras el fracaso de la Operación Cúcuta, regresó al país… y no pasó nada. Ni los veteranos líderes de la oposición se le acercaron, mientras algunos países latinoamericanos, la socialdemocracia europea y sectores de la iglesia buscan un diálogo entre el gobierno y la oposición, instancia para cuya concreción Caracas puso sus condiciones.
La parte difundida de la “nueva ruta”, calificada de “adormecedora” para que el gobierno baje la guardia, son las anunciadas sanciones y presiones diplomáticas, financieras y políticas de EEUU para conseguir el derrocamiento del gobierno constitucional y la insistencias para que otros gobiernos se adueñen (pirateen) los fondos venezolanos en sus país. La idea es deteriorar permanentemente a Venezuela.
La oscuridad
Y la muestra de la parte de la “hoja de ruta” con la que realmente Washington quiere dañar no solo al gobierno sino al país, fue el ataque cibernético al backbone (columna vertebral) del sistema de generación (turbinas) eléctrico de El Guri, que dejó sin luz ni electricidad a casi toda Venezuela, y de paso también al norte de Colombia y Brasil, que dependen de la energía venezolana.
Ya la bélica Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) había señalado que “la interrupción del abastecimiento energético de una nación puede destruir la economía y el entramado social de un país de una forma similar a una guerra, aún sin haberse disparado un solo un tiro”.
La represa hidroeléctrica de El Guri es controlado casi 100% por sistemas robotizados de apertura/cierre de compuertas de flujo hídrico que alimentan las turbinas generadoras de electricidad que surten al país, con protocolos de seguridad que son de los más modernos y seguros del mundo. Pero también existen también ciberatacantes de alta factura, que manipularon a distancia su Centro de Control Automatizado.
Curiosamente, el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, tuiteó: Las políticas de Maduro no traen más que oscuridad, para agregar que “Sin comida, sin medicinas, ahora sin electricidad. Próximamente, sin Maduro”. Por su parte, Guaidó tuiteó: “Venezuela tiene claro que la luz llega con el cese de la usurpación”.
La estrategia de EEUU es la de estrangular a Venezuela, económica y financieramente y para eso exige el apoyo de sus cómplices. Las advertencias de Rusia y China, hicieron reaparecer los fantasmas de la Crisis de los Misiles de 1962, y la falta de respaldo total por parte de los países latinoamericanos y caribeños. Hicieron cambiar la hoja de ruta.
Por las sanciones, las refinerías de EEUU suspendieron la compra de 500,000 barriles diarios de petróleo de Venezuela, cuota que fue absorbida por China y principalmente por India, la que fue advertida por Washington de no comprar crudo de Venezuela. Curiosamente, India recibió un ataque misilístico desde Paquistán, que decidió distanciarse de EEUU y acercarse a Rusia-China, una alianza que Washington tratará de impedir.
Antecedentes acá y acullá
Este accionar de Washington ya lo había sufrido Venezuela tras el golpe de abril de 2002, cuando durante el llamado golpe-paro petrolero (diciembre de 2002 a febrero de 2003 desde Miami la empresa Intesa, que monopolizaba el “cerebro”, se manipuló el sistema que regía toda el área operativa de la estatal petrolera Pdvsa, que fue recuperado por expertos en software u hackers venezolanos.
BBC Mundo recuerda que en enero de 2010, los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica que visitaban una planta nuclear en Natanz, Irán, notaron con desconcierto que las centrifugadoras usadas para enriquecer uranio estaban fallando.
El fenómeno se repitió cinco meses después en el país, pero esta vez los expertos pudieron detectar la causa: un malicioso virus informático, Stuxnet, diseñado con una mentalidad bélica, había tomado el control de mil máquinas que participaban en la producción de materiales nucleares y les dio instrucciones de autodestruirse.
Esa fue la primera vez que un ataque cibernético logró dañar la infraestructura del “mundo real”. Pero el 23 de diciembre de 2015, alrededor de la mitad de los hogares en la región ucraniana de Ivano-Frankivsk (1,4 millones de habitantes) quedaron sin electricidad durante horas, a causa de un “virus” (BlackEnergy) utilizado en un ataque de hackers.
Nueva hoja de ruta
El ciberataque al que fue expuesto el sistema eléctrico trató de generar e impulsar un caos, que justificara la aplicación de la Doctrina de la Necesidad de Proteger. Los venezolanos pasan a ser, para los autores de esta nueva hoja de ruta, daños colaterales en esta guerra, Frente a un modelo de caos social, no sirve una estrategia militar, sino una estrategia social.
La nueva hoja de ruta significa entrar en una guerra compleja de desestabilización, con acciones bélicas encubiertas o con aplicaciones de la guerra psicológica (las llamadas de cuarta y quinta generación) que lleven a generar violencia, e incluso una confrontación interna, excusa para una externa. Supone también la preparación de un proceso de balcanización, que podría conducir a una fragmentación del territorio.
Llega tras el fracaso de la Operación Cúcuta, donde con el auspicio del gobierno colombiano y la dirección de Washington, participó grupos de guarimberos profesionales venezolanos, paramilitares colombianos, fuerzas especiales estadounidenses, con el concurso del inmenso aparato de terrorismo comunicacional y actores de las grandes empresas del espectáculo y la comunicación.
Fracasó porque no lograron vulnerar la seguridad fronteriza, defendida por militares de la FANB, pero también por milicianos, campesinos, trabajadores, pueblo. Fracasó porque los militares colombianos y brasileños no están en condiciones (y tampoco de acuerdo) con una invasión y la consecuente ocupación de la Amazonia, con temor al poder de fuego venezolano.
La nueva hoja de ruta retoma el camino de sabotajes y terrorismo interno, con el fin de aumentar el descontento y el miedo entre la población (de allí el gran apagón), afectando la distribución de alimentos y medicinas o prestación de servicios (electricidad, agua) y buscando un golpe militar contra el gobierno de Maduro. Pero el “goteo” de militares hacia la oposición, base de la propaganda opositora made in usa, fracasó (por ahora, diría Chávez)
En esta nueva hoja de ruta posiblemente estén previstos asesinatos selectivos, en busca del cambio de la correlación interna de fuerzas del bolivarianismo. Según la agencia noticioso-financiera Bloomberg, EEUU desgasta a Guaidó para abrir paso a la guerra. Y obviamente, para EEUU en estos momentos Guaidó le sirve más como mártir que como héroe.
Si Jehová mandó la siete plagas contra Egipto para salvar al pueblo judío, pareciera que el presidente tuitero estadounidense, autoproclamado nuevo mesías imperial, está dispuesto a toda costa ya no a derrocar al gobierno constitucional venezolano y erradicar el “virus” chavista, sino también para destruir al país.
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