El gobierno de los Estados Unidos, inseguro de su superioridad militar a nivel global, designó a un grupo de expertos interinstitucionales para que determinara la verdadera consistencia de la defensa nacional en caso de una guerra, realizando una meticulosa evaluación de la industria militar manufacturera. Los resultados aclaran los pasos dados en el enfrentamiento comercial contra enemigos y aliados.
Entre las acciones hostiles de Donald Trump se encuentra la guerra comercial contra China, una apuesta por subir los aranceles de productos chinos importados a Estados Unidos, medida que alcanzó en su primera ronda artículos chinos valorados en 50.000 millones de dólares y que en septiembre de este año se elevó a 250.000 millones, comprendiendo 5.745 productos.
De esta manera se pretende proteger a las fábricas, productores nacionales y recuperar puestos de trabajo. Esto, sobre la base argumental de "prácticas desleales de comercio y el robo de propiedad intelectual" por parte del gigante asiático, convirtiéndolo en un asunto de seguridad nacional.
Aunque la cobertura de este conflicto entre los mayores socios comerciales del mundo habla sobre los efectos en la industrial general estadounidense, la reciente desclasificación de un documento del Pentágono apunta al sector de la industria militar.
Evaluaciones anteriores realizadas por el Mckinsey Global Institute para estudiar el desempeño financiero de las empresas, determinaron que mientras las multinacionales han superado los obstáculos de la crisis financiera gracias a la deslocalización de los procesos industriales en países con precios más competitivos, la debilidad de pequeñas y medianas empresas nacionales, que abastecen a grandes contratistas, experimentan desde hace dos décadas un crecimiento negativo, al no poder reponerse de los recortes en el gasto del gobierno de Estados Unidos.
En el año 2017, los números relacionados a las fábricas estadounidenses mostraban la pérdida de 60.000 empresas y 5 millones de puestos de trabajo. Al desglosar estas cifras y calcular las consecuencias dentro del campo militar, teniendo en cuenta que EEUU destina el mayor presupuesto en defensa que cualquier otro país, se encontraron vulnerabilidades sensibles para cumplir con las exigencias de la agenda militar internacional.
Esto se precisó con la orden ejecutiva 13806, emitida por el presidente Donald Trump en julio de ese mismo año, buscando identificar los riesgos de la base industrial del complejo militar estadounidense.
Los resultados de esa investigación, una parte publicada en el documento titulado"Evaluación y fortalecimiento de la base industrial de fabricación y defensa y de la resistencia de la cadena de suministro de los Estados Unidos", alarmaron a funcionarios del Departamento de Defensa, por detectar al menos 300 brechas en la cadena de suministros de los fabricantes de armas que podrían entorpecer futuras campañas de guerra.
Retos de la industria armamentista de los EEUU
Según un artículo elaborado por el investigador económico F. William Engdahl para el portal New Eastern Outlook, detalla la "suficiencia o falta de la cadena de suministro industrial que alimenta componentes vitales para las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en los últimos años".
Durante un año, 16 grupos de trabajos interagenciales, determinados por la Oficina de Políticas de Comercio y Manufactura de la Casa Blanca y la Oficina de Políticas Industriales del Departamento de Defensa, se dieron la tarea de ordenar la base industrial de manufactura en sectores que van desde aviones y misiles hasta la mano de obra y materiales, priorizando los efectos en las operaciones militares actuales.
El analista Engdahl nombra, entre los elementos que EEUU tiene pocas fuentes nacionales de producción (en los casos más graves llegan a un solo proveedor nacional), a "las tierras raras", un conjunto de escasos metales que son vitales en distintas aplicaciones tecnológicas de la industria militar.
La minería doméstica, desmanteladas por las prácticas globalizadoras de grandes firmas empresariales, que seducidas por la materia prima barata compran fuera del país, ha hecho que la nación norteamericana importe el 81% de estos metales de tierras raras directamente de su enemigo comercial, China. Las empresas de primera línea que el Departamento de Defensa contrata, como la de aviación Boeing y la aeroespacial Lockheed Martin, subcontratan a su vez su cadena de suministros a productores chinos, debido a su eficiencia.
Por otro lado compañías de segundo y tercer nivel, que funcionaban en algunos casos como fuente única nacional de suministro de materiales, han cerrado sus fábricas o abandonaron la producción nacional y ahora importan esos elementos desde el continente asiático por el menor costo que implican.
El reporte recalca que esta dependencia abarca distintas estaciones en la cadena de producción, entre ellos "la dependencia de una sola fuente para los ejes de las hélices de los buques de la Armada, las torres de cañones para los tanques, el combustible para los cohetes y los detectores infrarrojos basados en el espacio para la defensa de los misiles".
Una de las áreas sensibles es la del suministro de perclorato de amonio, un ácido que es utilizado en la fabricación de las placas de circuitos impresos, presente en la composición de cualquier dispositivo electrónico. Actualmente sólo existe una fuente doméstica de este recurso en los Estados Unidos, mientras que existe una sola empresa nacional que produce estas piezas electrónicas. En comparación, Asia elabora el 90% y la mitad de esa producción se encuentra en China.
El incremento de 10% en las tarifas sobre bienes chinos, anunciado el pasado mes de septiembre por la administración Trump, incluye entre los productos tecnológicos y artículos electrónicos a estas placas de circuitos impresos.
Engdahl destaca otro componente vital que fue incluido entre las 300 vulnerabilidades asociadas al creciente uso de fuentes extranjeras. Se trata de la fabricación de carbono impregnado ASZM-TEDA1, material que se utiliza en sistemas de filtración química y sirve para proteger contra gases tóxicos y ataques de guerra química.
Estados Unidos tiene un único proveedor local: la compañía Calgon Carbon of Pittsburgh que desde principios de este año fue adquirida oficialmente por Kuraray Co. Ltd, un conglomerado manufacturero de Japón, país que está acercándose a China en búsqueda de alianzas que estabilicen económicamente a la región asiática luego de la escalada en las tensiones comerciales con EEUU.
Estos ejemplos de la limitadas amplitudes de autonomía en la adquisición de materiales de armamento militar, son argumentos que ubican coherentemente todas las acciones del gobierno estadounidense en el transcurso del año 2018 para acusar las "prácticas desleales chinas" en el comercio internacional e intentar revertir la vulnerabilidad a la que se encuentran expuestos.
Asimismo en el reporte de las capacidades en la industria militar se refleja la preocupación por la corta disponibilidad de mano de obra calificada que asuma puestos claves en la línea de producción, incluyendo operadores, técnicos, distribuidores y maquinistas. La brecha en la industria manufacturera general de EEUU aumentará de 488 mil empleos que hoy no están cubiertos a 2.4 millones para el 2028, según una proyección realizada por el Instituto de Manufactura.
Esta debilidad se extiende a los campos de la ingeniería, ciencia y tecnología. El informe señala que el 81% de los profesionales universitarios que cursaron estudios en las carreras de ingeniería eléctrica y petrolera de universidades estadounidenses, tienen origen extranjero. En las ciencias de computación, el porcentaje corresponde a un 79%. El grueso de estos estudiantes extranjeros proviene de Asia, principalmente de China.
Guerra del acero y aluminio: ¿asunto de seguridad nacional?
Las disposiciones proteccionistas que giran en torno a las inconsistentes imposiciones arancelarias al acero y aluminio, que afectan a la Unión Europea, México y Canadá, además de a China, tienen sentido al relacionarlas con la crisis de las bases industriales militares detallada en el documento del Departamento de Defensa.
Esa vinculación es explicada por el consejero de comercio norteamericano, Peter Navarro, citado en el texto de Engdahl. Impuestos sobre los metales son, según el halcón anti-chino, una "sólida defensa contra el descarado robo de China y las transferencias forzadas de propiedad intelectual y tecnologías estadounidenses" que junto con el aumento del presupuesto militar y la normativa de que el gobierno adquiera productos nacionales, deberían paliar la desmantelada fuerza industrial del país.
Regenerar el aparato productivo del aluminio es urgente para el Pentágono, por la esencialidad de este componente en la construcción de buques, aviones y vehículos militares. La producción de Estados Unidos en el mercado mundial, que a finales de siglo XX lo posicionaba como primer productor, actualmente solo aporta 742 millones de toneladas de aluminio, ubicándolo en el puesto número 12 del ránking mundial, muy por debajo de países a los que mantiene bajo amenazas de sanciones, como Rusia, Canadá y China, quien además lidera la lista con una producción de 32.000 millones de toneladas.
Repercusión del modelo neoliberal y un balance honesto de las intimidaciones belicistas estadounidenses
La decadente hegemonía de EEUU se ve desafiada en el terreno militar, su elemento de disuasión más sólido. Cada uno de los datos publicados en la radiografía obtenida del examen al aparato industrial armamentista, evidencia los retos que se le presentan a esta erosionada potencia militar en un momento geopolítico marcado por continuas amenazas de escalada a conflictos bélicos e intervenciones militares contra países rivales.
Ahora, los esfuerzos se concentran en corregir el impacto del modelo neoliberal, que en unas pocas décadas agotó el mercado nacional con la inundación de productos extranjeros, restringiendo la posibilidad de responder eficazmente al aumento de las necesidades militares.
Con el tiempo en contra, aplica EEUU estas medidas, pues ve con preocupación la óptima inversión nacional de armas, operaciones y entrenamiento que hacen China y Rusia, donde el presupuesto está dirigido a proveedoras de propiedad nacional o fuertemente influenciadas por el Estado que surten de equipamiento militar con costos menores que si fueran importados.
El bloque emergente coordinado por estas naciones, con adversarios políticos de Estados Unidos entre los que se encuentran Venezuela, Siria, Irán y Corea del Norte (estas dos últimas con el propio aditivo nuclear), todos posibles objetivos de una guerra regular, colocan cuesta arriba las pretensiones agresivas del presidente Trump, que lleva bajo sus hombros la retardada labor de reequilibrar la defectuosa inversión en el gasto militar de administraciones anteriores, apoyándose en un proteccionismo violento que desde el principio asomó las secuelas de atacar la esencia globalista de la economía estadounidense.
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