La palabra que nos agrada no siempre es la más cercana a la realidad, ni está lo más próxima a tu palabra.
Debido a una vieja militancia que en el mayorisísimo de los casos empezó en la realidad, terminamos muchas veces, a consecuencia de un lenguaje y de unos códigos asumidos según las circunstancias odiosas y amorosas para interpretar e incidir en esa realidad, conformando una ética divinamente aplomadora ante la cual no hay realidad que valga y por la cual asumimos verticalmente morir con ella, más aún cuando la misma es el agua ande navegas junto a tus afectos más íntimos y que ya en la cierta edad del tanto andar juntos, a propósito y exclusivamente con los argumentos del corazón, somos incapaces de contradecirla en lo más mínimo.
Las evidencias y sus conversas ebrias y sobrias indicaban que a este momento histórico sólo podía llegarse a partir de la guerra conocida: flecha, lanza, machete, cuchillo, tolete, plomo, cañón, bomba y etcétera.
Del pilón y la totuma / nace una mano e pilón. / De una jacha y un machete / nace un cuchillo tocón.
Y no de la guerra sin esos etcéteras pa atrás: bomba, cañón, plomo, etc., pero que también es guerra y que llamamos "paz", la vía pacífica.
¡Allende!, el corto tiempo de un gobierno y el largo tiempo emotivo de ese corto tiempo, Albert Einstein, para siempre en la historia de los que somos lo que somos y contundente realidad, la cual hay que echarle ovarios y bolas para sostenerla más allá de los 3 años de Allende y bolas y ovarios pal pueblo chileno esos 3 años y de repente en pleno "fin de la historia", ¡Chávez!, y 20 años y aún gobierno.
¿O es que acaso alguien duda de que seguimos siendo gobierno? ¿Revolución? Sí, revolución. ¿Cuál revolución? ¡¡¡Ah!!!, la que sucede, la que está sucediendo y sucederá a pesar de ti y tus pensamientos y de tu ética. Ay, ¿pero esa no es mi revolución? Bueno, ¿es que tú pensabas que la realidad iba a parir las condiciones adecuadas para tu revolución mental debido a los libros que leíste y de las discusiones y de las reuniones del partido?
Hay que ser estúpido o bien irresponsable para no darse cuenta de eso. ¿O será que somos tan jovencitos en el ego? Tan estrenándonos en el pensamiento. Tan hace poquito que dejamos de ser el animal y tan arrogantes por esa migajita de ser persona, de ser idea, que es lo máximo que deseamos ser cuando ya probamos y nos enviciamos a la cultura.
Increíble que a pesar de tu ineludible finitud no te sea posible asumir el infinito.
¿Cómo es posible, metidos en el coje culo donde estamos, que alguien ande pendiente de que si somos de izquierda o de derecha, o marxista o religiosos o ateos (ni tan pendejo para ser religioso ni tan arrogante para ser ateo) y etc.? ¿No es posible detenerse un ratico a jugar una partida de dominó en la esquina del barrio? ¿Ver con tu hija de 3 años la imbécil comiquita, la cual "yo", "intelectual", me preocupa porque es alienante como que si ella al crecer se va escapar de la tiránica realidad que nada tendrá que ver con ese ridículo televisor que una vez pensó que nos dominaría? ¿Cómo tú que te llamas vanguardia revolucionaria no vas a agarrar la bolita del mundo entre tus manos y escarbar en su pelambre para quitarle las garrapatas mientras tu espalda desnuda soporta la arremetida de los zancudos que emergen de los agujeros negros del universo?
Dijo Fidel, quien le tocó la clásica vía violenta, 50 años después: "Uno de los errores cometidos fue creer que sabíamos cómo se construye el socialismo". Sí, porque nosotros chavistas, seguimos llamando al futuro, socialismo. Ante lo cual hay un puño de gente pensando y sufriendo, o al revés, según lo ineludible que sin alternativa te induce a hacer lo posible según las posibilidades y otros que de buena fe o absurdamente creen, sólo creen, en la magia de concretar el pensamiento en base al mismo pensamiento.
Falta tanto por andar y tal vez es largo el trecho por andar, pero es maravilloso los tres, cuatro o cinco pasos que hemos andado desde aquella vez hasta Haití y de allí hasta Bolívar. Mucho menos de esos cinco pasos podría ser el presente en los términos que satisfagan nuestras ambiciones y esperanzas, pero la dignidad tiene un tranco muy largo que abarca y sobrepasa hasta más allá de la existencia de este pobre planeta en el cual toda criatura reclama la alegría de vivir desde el instante en que la lágrima apacible que por misterio nos corresponde se transfiguró en el horrendo alarido que no nos permite parrandear y morir en paz, y por tanto en esta lucha nos extinguiremos, pensamos los pesimistas, pero quién quita, para ser optimistas y victoriosos, si podamos alguna vez saldar esa cuenta con la vida para que si un día un enorme meteorito choca contra nosotros nos extendamos en el cosmos como fiesta.
Pero mientras tanto qué. ¿Tendrá importancia cómo te nombren y nombres? ¿Hemos tenido chance como pueblo de construir el país que deseamos según las teorías revolucionarias que manejamos? Si es que aún estamos en la guerra revolucionaria. ¿No hay que ganar la guerra primero para tener la suficiente paz para construir ese país que aún es puro concepto? ¿Es posible ir construyendo ese país a la par de la guerra?
No sabemos si es posible, pero estamos, sin opción, obligados a hacerlo y en esto, demasiado ingenuos seríamos, si no entendemos que la guerra impondrá condiciones en esa construcción para hacer, en el mayor de los casos, lo que se puede más que lo que se quiere. De allí las dos vertientes de la revolución. Revolución como lucha, en el criterio más conocido, para la toma del poder, como lucha de clases (categoría que tiene sus vericuetos en el capitalismo y que a mí se me ocurrió llamar una vez "competencia de clases" en la extrema rapiña de plaga devorándose a sí misma en esta jauría que somos), es decir, revolución en el combate y revolución en la constitución del nuevo mundo, el cual para que sea posible no basta modificar el espacio, las condiciones objetivas, sino también consumar las transformaciones de índole espiritual. La construcción del hombre y la mujer nueva, diría el Che.
Son más fáciles las revoluciones políticas y sin embargo cuánto cuestan, que las revoluciones económicas y mucho más difíciles aún las revoluciones culturales, pero aunque resulte paradójico, toda revolución debe necesariamente tener como fundamento el aspecto cultural, aun cuando se haga lo que se puede.
Y quién puede negar que aún en la guerra no lo hayamos intentado. Chávez a la par de la revolución política se lo propuso. Apostó al pueblo, a su organización, a lo colectivo, a la comuna, a la industria de propiedad social; y también apostó a la burguesía nacionalista en su firme convicción de asentar y consolidar el Estado-nación. En ambos sectores hubo fracasos. Cada culpable tendrá sus argumentos para justificarse y seguro estoy que el más reiterativo será aquel de que se atendió a un sector más que a otro y que donde se inyectaron recursos hubo corrupción.
La promesa electoral de una extremista opositora en una oportunidad fue "el capitalismo popular" y todos los chavistas le caímos encima, pero no piense usted que esa propuesta no llena las expectativas de un buen porcentaje de la población en un país donde el sueño individual ha sido tener una empresa privada, aunque sea un puestico en un "policía acostao" para vender café colao. Todo el mundo quiere tener un negocio. En este instante este país es un negocio por todas partes. Yo no entiendo por qué no votamos por esa mujer aquella vez. Será porque tenemos sueños, porque eso que odiasamente somos, en el fondo no queremos serlo, pero "amor con hambre no dura".
El Comandante Chávez también insistió, en el contexto de la guerra, en lo necesario de ser soberanos en lo alimentario y productivo en general. En este momento ese escenario de guerra se ha acentuado. Hoy la situación económica hace estragos entre nosotros.
Ahora uno de los nuestros nos habla de "burguesía revolucionaria" y también le caemos encima. En esa expresión existe una antítesis aparente si la miramos a través de los pegostes ideológicos con los que vamos por ahí "miando fuera del perol". En este instante en este país quien apueste con franqueza a la recuperación económica, es revolucionario. Desde el más grande hasta el más chiquito con la pequeña empresa de su "capitalismo popular". No le tengamos miedo a eso en el marco de lo coyuntural.
Miedo, pavor sí deberíamos tener si por nuestra incapacidad para la organización y el trabajo colectivo, venga la burguesía a "salvarnos", restregándonos en la cara que nosotros sólo servimos pa esclavos. Un Estado revolucionario debe propugnar la participación colectiva, pero tampoco puede invertir en un hueco sin fondo. Hay que desechar los parásitos del lado que sea. Ricos parásitos hay bastantes, pero pobres parásitos también y peor cuando nuestra enfermedad es consecuencia de recoger las costras de aquellos.
Si es posible "una burguesía revolucionaria", bienvenida, el país los necesita, pero también nosotros como pueblo, los pobres tenemos la capacidad para la recuperación económica de la patria, sólo que con los mismos esquemas capitalistas no vamos pa ningún lao, podremos superar tal vez la coyuntura inmediata pero no vamos pa ninguna parte. Nosotros proponemos en el marco del Congreso Campesino solicitado por el presidente Maduro que se discuta, se incentiven y se propugnen otras propuestas productivas para el futuro.
Que el movimiento campesino no se quede sólo en lo reivindicativo en cuanto a tierra e insumos. Que se seleccionen amplios territorios donde se hagan diversos asentamientos con heterogéneas formas productivas. Áreas familiares, áreas comunes, etc., diseñar eso a gran escala. Esto repele hasta el propio sicariato, pues en cambote formamos nuestra milicia. Mientras más aislados estemos más presa fácil somos del paramilitarismo.
Lo cierto es que en estos momentos para nosotros la producción es vital sea como, sea porque más vital aún es la revolución.
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