El 25 de septiembre de 1828 mientras se desarrollaba la Convención de Ocaña la Asamblea Constituyente, el padre de la Patria Simón Bolívar fue informado de que Francisco de Paula Santander y sus amigos habían comisionado a un oficial para que fuese a Bucaramanga, Colombia y lo asesinara.
Bolívar a pesar ante el alerta no concedió mayor importancia al consejo, afirmando que Santander no era en realidad tan malvado como para llegar a eso. Y en efecto, luego de culminada este encuentro pre-separatista, el Libertador retorna a Bogotá, y se dirigió inmediatamente a la catedral, pues deseaba evitar todo contacto con los liberales y masones de Santander.
En la gran plaza, en presencia de las autoridades locales, nacionales, el Gabinete, la Suprema Corte, el gobernador y sus oficiales, Bolívar asumió el poder como presidente recibió las respectivas felicitaciones, también se le sirvió un banquete en el palacio, en que brindó por la República de Colombia, todos sus generales de alto rango: Urdaneta, Mariño, Páez, Soublette, Arismendi, Flores, Córdoba, Montilla, Bermúdez y Salóm, le aseguraron su lealtad.
Santander pasó a ser el cabecilla de una proyectada conspiración contra Simón Bolívar. El nuevo lema de estos liberales fue: “No habrá libertad mientras viva el Libertador”.
Los miembros de la conspiración respondían diversos intereses: “Sociedades de Salud Pública”, como ellos mismos lo calificaban en sus reuniones secretas, jóvenes escritores como Vargas Tejada; individuos aislados como el francés Horment, de quien se decía que era un espía pagado por el desmoronado imperio español; Florencio González y Marino Ospina.
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