La diplomacia a nivel internacional se encuentra en un terreno de disputa, cuyo contexto se exacerba en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, Suiza.
De manera simultánea, se intenta arrinconar a Venezuela en dos instancias bastante manidas a la hora de llamar a la intervención de un país: el Consejo de Derechos Humanos, del que se retiró el gobierno de los Estados Unidos a principios de año, y el Consejo de Seguridad, que la preside en estos momentos la embajadora estadounidense ante esa institución multilateral Nikki Haley.
Por un lado, no sólo se presentó el informe del experto independiente Alfred de Zayas, que confirmó una vez más que en el país no existe una crisis humanitaria como la venden políticos y medios occidentales, sino que también el canciller venezolano Jorge Arreaza acotó las observaciones hechas por el reconocido investigador, quien reconoció asimismo que en Venezuela se desarrolla una guerra no convencional, cuyos actores más poderosos provienen del extranjero.
La visibilización de la agresión externa contra el país es un logro de la diplomacia venezolana, que ha acompañado a esta instancia en los recaudos y solicitudes que necesitaran para cumplir con los pormenores del informe ya expuesto, y que además se vale del despliegue de los diplomáticos connacionales para explicarle a cada Estado la situación que se vive a nivel nacional.
La anterior administración en el Alto Comisionado de los Derechos Humanos, encabezada por el príncipe Zeid Ra'ad Al Hussein, cumplió un papel de agresión sobre Venezuela desde ese lugar, con una constante criminalización ya denunciada por el Gobierno venezolano, y que tenía como principal aliado interinstitucional a Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), ente regional latinocaribeño instrumentalizado por la agenda estadounidense.
Con el nombramiento de Michelle Bachelet, ex presidenta chilena, el canciller Arreaza saludó una nueva manera de relacionarse entre el Consejo de Derechos Humanos y el Estado venezolano, con la diplomacia, el diálogo y los sesgos partidistas fuera del tono de la colaboración institucional. El nuevo planteamiento de la situación tiene frustrados a operadores venezolanos que aún promocionan y tienen como esperanza el cambio de régimen.
Pero otro frente en la misma ONU se abre con relación a lo planificado por los agentes de la intervención en los Estados Unidos, como respuesta a la ofensiva diplomática y política que el ejecutivo venezolano ejecuta desde que anunció su Plan de Recuperación Económica. Son los mismos que intentan manipular los pretextos humanitarios como herramientas para la intervención militar, la agresión financiera y el caos sostenido.
Nikki Haley y la "fórmula Arria"
A los propósitos de seguir manteniendo "la crisis de Venezuela" en la palestra mediática internacional, y de intentar conseguir un consenso entre las partes en el Consejo de Seguridad de la ONU con el fin de preparar el terreno para una coalición que aterrice en suelo venezolano, Estados Unidos convocó una nueva reunión que trataría al Gobierno Bolivariano como corrupto, producto de todos los males que acusa el país y América Latina.
Tanto a los gobiernos de Irán como de Venezuela, dos de los objetivos de la política exterior de la Administración Trump, fueron criminalizados bajo la vocería de Nikki Haley en esta reunión colateral, que fue convocada fuera de agenda, consistente en el tema de la corrupción, sus desafíos y propuestas en torno a su disminución.
Es necesario recalcar que "la lucha contra la corrupción" forma parte de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de este año 2018, un documento elemental del Departamento de Defensa que establece los lineamientos geopolíticos sobre los cuales se intenta recomponer la hegemonía estadounidense bajo sentencia de muerte luego de las asunciones de China, principalmente en el área económica-comercial, y Rusia por el lado militar y político.
Este ítem para atacar a Venezuela fue acompañado por la "fórmula Arria", que supone invitar a otra delegaciones o personalidades al Consejo de Seguridad de la ONU que ayudasen a definir las negociaciones y decisiones de esa entidad mediante informes, testimonios y materiales a difundir. Diego Arria, ex alcalde de Caracas y opulento protegido de Carlos Andrés Pérez (formó parte de los llamados Siete Apóstoles), quien fue el representante de Venezuela ante la ONU que presidió el mismo Consejo de Seguridad en la última década del siglo XX, dio origen a este proceder y por ello acuña su apellido.
Entre los acompañantes que justificarían la trampa estadounidense durante el primer día (10SEP2018), denominada "Venezuela como caso de estudio de corrupción, paz y seguridad", se encontraba Mercedes De Freites, la directora ejecutiva de Transparencia Internacional Venezuela, una ONG bastantemente apoyada en el Departamento de Estado norteamericano, pero también financiada (y obviamente dirigida) por gobiernos de la Unión Europea (UE), instituciones de la ONU y la Comisión Europea, además de Open Society Foundations (marca Soros) y el fondo financiero KKR. Sí, el mismo fondo de inversiones que envió recursos monetarios y armas al Daesh en Siria y tiene estrechos lazos con la CIA y el finado senador ultraguerrerista John McCain.
Al discurso de Freites ("en Venezuela se instaló una cleptocracia") se le unió el de Marshall Billingslea, operador del Departamento del Tesoro que también trabajó en la administración de George W. Bush y para la OTAN y el Pentágono, incluso. El estadounidense dijo que el gobierno de Nicolás Maduro está "saqueando" el oro venezolano para financiar su supuesto sistema de corruptelas que acaba con la población venezolana. Atacó a los CLAP y dijo tener sospechas (y no pruebas) de que la "cleptocracia" saca mucho dinero de allí, tal como lo argumentara también Carlos Vecchio el segundo día de la "fórmula Arria" (11SEP2018). Todo en el marco del expediente de "Estado fallido" y "crisis humanitaria".
Los embajadores de Polonia, Francia, Kuwait, Costa de Marfil y Perú hablaron en consonancia con este discurso, acompañando lo expuesto por Nikki Haley.
Esta disposición fue muy diferente a la expuesta por la Alta Comisionada de los Derechos Humanos, quien contrasta su actitud con la actual presidenta del Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, no debe ser una sorpresa la afrenta, pues desde el mismo Congreso estadounidense se tiene planificado llevar el "tema Venezuela" al mismo Consejo de Seguridad de la ONU para promover más sanciones de manera multilateral y una "intervención humanitaria" tipo Libia 2011, como lo confirmara Misión Verdad en octubre del año pasado.
Los rumores de pasillo en torno a la "opción militar" sobre Venezuela, primero anunciado por el presidente Donald Trump, ahora se promociona de manera verbalmente beligerante en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El hecho de que, a lo interno del país, las opciones de golpe de Estado por parte del sector mlitar se han visto frustrados repetidamente, los agentes de la intervención intentan azuzar la bandera que los identifica trasladando el conflicto transnacional contra el Estado y la población venezolana a instancias donde los Estados Unidos se sienten cómodos a nivel multilateral.
Pero la ONU también padece de una crisis en sus estructuras, que está condicionada por el carácter excepcionalista de la política exterior estadounidense y las acciones de sus principales funcionarios operativos, que juegan un papel crucial en las guerras de tierra arrasada del Pentágono.
Feltman vs. Rusia o la implosión de la ONU
Nos encontramos en un punto en el que la alta burocracia de la ONU está cumpliendo todas las normas contra lo establecido en sus estatutos fundamentales, lo que genera una imagen de poca autoridad por parte del organismo multilateral más grande del mundo.
La Red Voltaire publicó un documento interno de esa organización en el que figura su redactor, el subsecretario general de la ONU a cargo de los Asuntos Políticos Jeffrey Feltman.
Esa web califica a Feltman como representante de "los intereses del Estado Profundo estadounidense. Este diplomático de carrera trabajó en Israel y posteriormente estuvo en Irak como funcionario de la Autoridad Provisional de la Coalición ocupante que, a pesar de su nombre, fue un organismo privado -no dependía de la coalición- y que concentró en su seno a los miembros del «Gobierno de Continuidad» estadounidense".
También fue embajador estadounidense en el Líbano, donde "organizó el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, la Comisión Investigadora de la ONU encargada de 'aclarar' el crimen y el Tribunal Especial creado contra el entonces presidente del Líbano, Emile Lahoud, y el presidente sirio Bashar al-Assad".
Y resalta, a su vez, que Feltman fuera posteriormente segundo de Hillary Clinton en el Departamento de Estado (era Obama, lo que le enlaza con los llamados halcones liberales), "antes de entrar en la ONU como el funcionario más importante, después del secretario general, en la jerarquía de esa organización internacional".
Traemos a colación la figura de Feltman pues él mismo ha sido denunciado por el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, de haber forjado el mencionado documento que preveía la capitulación sin derecho a réplica del gobierno de Bashar al-Assad en el conflicto sirio, echando por tierra todo acuerdo y negociación habidos en el marco de esa guerra y firmados en Astaná (Kazajistán) y ante las correspondientes instituciones de la ONU.
Feltman, visto más como un agente estadounidense que como un funcionario comprometido con los objetivos de la ONU, atenta así con la reputación y la confianza que genera esa institución multilateral, y Rusia empuja a los Estados Unidos hacia una arena en donde la pugna geopolítica y militar toman acentos diplomáticos.
Es allí donde se inserta Venezuela, incorporado al circuito que pugna contra la decaída y caótica hegemonía estadounidense.
Despliegue diplomático del Plan de Recuperación Económica
Con el torbellino preparado por Estados Unidos en la ONU, el presidente Maduro respondió ante el escenario, producto a su vez de la política gubernamental venezolana. El Estado ha enviado a sus emisarios diplomáticos a China e India para estrechar los lazos de cooperación en diversas materias de interés común, sobre todo en el marco del Plan de Recuperación Económica que el ejecutivo venezolano ha puesto en marcha.
El despliegue internacional del Gobierno comienza a servirse para acompañar una política de disuasión del conflicto a escala global y de estímulo a las inversiones en la República Bolivariana. De hecho, la alianza que tiene Venezuela con los dos grandes euroasiáticos, China y Rusia, es la herramienta principal que tiene el Estado para contener las pretensiones reales de los Estados Unidos en la ONU.
Así, la llegada a la República Popular China por parte de la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez y del ministro de Economía y Finanzas Simón Zerpa (con la compañía de Joselit Ramírez, superintendente de Criptoactivos) dan cuenta de las prioridades que da el presidente Maduro al fortalecimiento de la cooperación económica entre ambos países. La Iniciativa de la Ruta y el Cinturón ha sido trasladada a suelo latinoamericano, y Venezuela, siendo punto focal de la geopolítica en el Hemisferio Occidental, construye un marco de confianza en el que pueda operar de los distintos puntos que toca el Plan de Recuperación Económica.
El presidente Nicolás Maduro había anunciado anteriormente que en el Plan de Recuperación Económica participan asesores de China y Rusia, por lo que los movimientos hacia estos países en el plano diplomático deben ser leídos también en esta línea de afianzación en la cooperación económica, comercial y financiera.
Sobre esto, el periodista de Bloomberg, Ben Bartenstein, reportó que el Ministerio de Relaciones Exteriores de China afirmó a los medios que prepara una nueva línea de crédito hacia Venezuela para contribuir a la recuperación económica, asediada por la Administración Trump. Esto viene a confirmar que el escenario de conflicto en Venezuela se desarrolla en el tablero geopolítico de las grandes potencias en pugna.
Por su parte, el ministro de Industrias y Producción Nacional y vicepresidente del Área Económica, Tareck El Aissami, viajó hasta la India para complementar los acuerdos comerciales ya obtenidos por la alianza entre ambos Estados, como la adquisición de medicamentos indios por parte de Venezuela, además de incorporar a otro país BRICS a las relaciones internacionales del mencionado plan de resurgimiento económico del ejecutivo nacional.
Venezuela está jugando un papel protagónico en el conjunto de la situación internacional, tanto como Estado víctima como por la diplomacia bolivariana para afianzar la estrategia de Miraflores en lo geopolítico y lo económico. La agenda de la Administración Trump se encuentra en una paradoja, pues por los canales legales no consigue la rendija por dónde imponer una acción coordinada para atacar al país.
Todo en un momento signado por las contradicciones emanadas del poder duro estadounidense. La inmensa grieta que está dejando la guerra interna por los poderes fácticos en Occidente está abriendo unas posibilidades insólitas hasta nuestros días de maniobra para países bajo asedio, entre ellos Venezuela. No es un momento sólo para defenderse.
Aunque se esté discutiendo a la luz pública si se debe o no intervenir Venezuela, este es un plan que se viene discutiendo desde hace un tiempo en los principales pasillos políticos y militares de los Estados Unidos, pues el gobierno de ese país y su ejército no han tenido problemas en saltarse las instancias internacionales como la propia ONU. Además, a nivel regional no existe un consenso pleno que consienta una invasión militar sobre el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo.
Para intervenir en Granada (1983) y Panamá (1989), el Pentágono no vaciló en ignorar las decisiones y declaraciones que emanaban de la ONU. El expediente de esas experiencias sigue fresco en la memoria reciente latinoamericana.
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