Algo más cercano a nosotros que la providencia ha querido que la víspera del 5 de julio de 2018, en la conmemoración de los 207 años de la declaración de nuestra Independencia, se revelara el plan de la primera potencia militar del planeta de invadir la República Bolivariana de Venezuela, esta tierra de gracia, patria de Bolívar y Chávez.
Medios y redes privados del país y el mundo lo han publicado como una miscelánea de fin de semana, una noticia de relleno, un fiambre o refrito periodístico, para decirlo en el argot reporteril de alguna sala de redacción antes de la hora de cierre. En la revelación no hay nada de coincidencia ni mucho menos de providencial. Tampoco es un ejercicio de objetividad informativa, aunque se quiera hacer pasar por tal. Esa información la conocieron y la tenían las grandes agencias transnacionales de noticias en su momento y la ocultaron y omitieron. Las más cínicas –algo difícil de determinar entre los monopolios mediáticos- la banalizaron.
En su momento, el presidente Nicolás Maduro hizo la denuncia de los planes de invasión contra la Patria. La Casa Blanca lo negó. La Unión Europea habló de cortina de humo. La oposición interna volvió a sacar el manoseado argumento de que “la dictadura” lo que quiere es perpetuarse en el poder, aunque todos estaban al tanto de lo que se estaba tramando, muchos por estar directamente involucrados en la conjura. Si hoy los medios publican lo que ayer ocultaron es porque los planes fracasaron, lo que no significa que hayan renunciado a ellos. Los imperios jamás renuncia a una invasión porque perpetrarla está en su naturaleza.
El 5 de julio, glorioso día de nuestra Independencia, ha sido estudiado por los historiadores, narrado por los novelistas y cantado por los poetas, antes y después de Venezuela Heroica, la celebrada obra de Eduardo Blanco, calificada de demasiado novelesca por los historiadores y de demasiado historicista por los novelistas, pero exaltada entre otros por un señor llamado José Martí, hombre de armas y letras que más acá o más allá del campo de batalla, en el terreno literario, es reconocido como uno de los poetas más finos del continente y uno de los padres del modernismo en América Latina. La vieja pugna entre las armas y las letras ya don Miguel de Cervantes la dirimió en las páginas excelsas del Quijote.Nosotros, reporteros del tiempo y corresponsables del pueblo, sin duda por sesgo profesional, rememoramos los hechos históricos en función y en relación dialéctica con los acontecimientos actuales. Con Jean Paul Sartre decimos que escribimos para nuestros contemporáneos.
Hace pocos días, cuando conmemorábamos los 200 años de la creación por el Libertador Simón Bolívar del Correo del Orinoco, el 27 de junio de 1818, citábamos la frase de su primer editorial que asienta: “Somos libres, escribimos desde un país libre y no nos proponemos engañar al público”. Esa oración retumba en nuestra conciencia cuando ayer leíamos la información sobre los planes imperialista de invadir Venezuela.
Leemos, mujeres y hombres del siglo XXI, el acta de Independencia, y la realidad que expresan aquellas palabras pareciera que la estuviéramos reviviendo multiplicada por un imperio con poderío atómico: “…Se nos declara en estado de rebelión, se nos bloquea, se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra otros, y se procura desacreditarnos entre todas las Naciones del Mundo, implorando su auxilio para deprimirnos”.
Hoy, en 2018, pueden llamar escrache, guarimbas o plantones las hostilidades. Al bloqueo que se denuncia en el Acta de Independencia, el imperio estadounidense y el subimperio europeo lo denominan “sanciones”. A la desacreditación ante las Naciones del Mundo ayer, hoy lo bautizan “aislamiento”, el mismo que intentan pero no logran ni en la subordinada OEA ni en las Naciones Unidas.
Seguidamente, los diputados constituyentes de 1811, denuncian: “Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del Mundo, y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos”.
La incomunicación de aquellos días iniciales de nuestra vida independentista, es la que aplican las grandes corporaciones mediáticas contra la República Bolivariana de Venezuela hoy. Incomunicación que se alimenta con la más colosal campaña de desinformación que contra país alguno se haya acometido desde finales del siglo XX y los años que corren del XXI. Somos hijos de los Libertadores, de sus glorias y también de sus penurias y agresiones. A las mentiras y propaganda de guerra de la realista Gaceta de Caracas, hoy las llaman “Face News” porque el imperio de hoy habla otra lengua.
Prosigamos leyendo el Acta Solemne de Independencia bajo el cristal de nuestra asediada actualidad. “Para añadir desprecio a la calumnia, se no nos nombran apoderados contra nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos”
Así fue ayer y hoy, en la OEA, que es una organización de Estados, se invita a personajes que no forman parte ni son representantes del Estado a hablar contra su país, Venezuela. Incluso, se nos llegó a designar una “embajadora” con derecho a voz. El presidente extranjero que lo hizo, el panameño Martinelli, hoy está tras las rejas en su país por delitos de corrupción. La legítima reclamación que tiene nuestra nación por su territorio Esequibo, es enviada a la Corte Internacional de Justicia sin consultar a nuestro gobierno. Y para completar lo que a veces parece un sainete, se le da jurisdicción en el extranjero a una Corte que declara la falta absoluta de la Presidencia de la República y otros disparates, aunque ya la Asamblea en desacato que la designó había decretado el “abandono del cargo” por parte de su titular.
En otra oportunidad dijimos que el Acta de Independencia es letra viva. Pero lo es en la medida que mantengamos viva la llama que la alimenta, el fuego sagrado del que nos habló el Comandante Invicto, Hugo Chávez Frías, en su estremecedora proclama del 8 de diciembre de 2012. Lo es cuando el presidente Nicolás Maduro, frente a la decisión imperial de dejar que sus planes de invasión se conozcan y difundan, en el transcurso del acto de ascenso de oficiales a los grados de generales y almirantes realizado en el Panteón Nacional, ayer mismo, al pedir a nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, “defender la patria del imperio estadounidense”, proclamó: “A Venezuela no la gobierna nadie, solo los venezolanos, el pueblo venezolano”.
Y es letra viva el texto y el espíritu de nuestra Declaración de Independencia, cuando el presidente de esta soberana Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, anoche mismo desde su programa de televisión, anunció que “este jueves el Poder Originario abrirá una investigación acerca los planes del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sobre una invasión contra Venezuela” (Últimas Noticias digital, 04/07/2018).
Cuando leemos el Acta de Independencia de 1811 a través de la realidad de 2018, no hacemos un ejercicio periodístico ni historiográfico. Sencillamente buscamos en las mujeres y hombres que nos legaron la Independencia de la Patria y nos hicieron un país libre, las luces y lecciones para enfrentar las agresiones imperiales que hoy nos hostilizan y buscan retrotraernos a etapas superadas de nuestra historia. Si el imperio tiene sus manuales de guerra y de golpes de Estados, sean duros o blandos, nosotros tenemos una hermosa historia escrita con la sangre y el coraje de los Libertadores, cuyas primeras páginas fueron plasmadas el 5 de julio de 1811. Allí abrevamos. Allí leemos. De allí aprendemos.
Precisamente un 5 de julio pero de 2012, el presidente Hugo Chávez Frías estuvo aquí en este recinto donde hoy nos encontramos. Era presidente de la Asamblea Nacional el entonces diputado Diosdado Cabello. Para seguir tejiendo esta historia de la que a ustedes y nosotros nos ha tocado en privilegio ser protagonistas, el Orador de Orden de aquella sesión solemne fue el entonces canciller de la República, Nicolás Maduro Moros. Después vino la campaña admirable y titánica del Comandante Eterno y su épica victoria electoral el 7 de octubre de ese año.
Lo demás es dolor y luchas, luchas y alegrías. Ayer, víspera del día de nuestra Independencia, una agencia noticiosa del imperio, revela y detalla, casi con regodeo, cómo el presidente de los Estados Unidos, el magnate Donald Trump, planteó ante sus colaboradores la invasión de la República Bolivariana de Venezuela. La revelación se hace cuando se da el curioso y extraño caso en nuestra historia, de que en este recinto se realizarán dos sesiones solemnes el mismo día sobre la misma fecha. Pero no dos sesiones iguales y con el mismo espíritu. ¡Que nadie se equivoque! Desde la Asamblea Nacional en desacato se ha pedido la intervención extranjera en nuestro país y voceros suyos andan de gira por el mundo con ese ominoso ruego. Desde la soberana Asamblea Nacional Constituyente –y esta es la insalvable diferencia histórica- condenamos y rechazamos toda injerencia extranjera en nuestra patria sagrada.
¡Somos hijas e hijos de Bolívar! ¡Somos hijos e hijas de Chávez! ¡Descendemos de la historia gloriosa que nació el 5 de julio de 1811.
Salón Protocolar del Palacio Federal Legislativo
Caracas, 5 de julio de 2018
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