Hay venezolanos que creen que la venezolanidad es una cosa concreta, que más que sentirse, se muestra. Te disfrazas de Harina Pan, te sacas un selfie, lo cuelgas en Instagram y ¡zuas! eres sentimiento nacional.
Un fenómeno nació entre los que se fueron demasiado, que se encontraban en las marcas de los productos venezolanos que afuera añoraban: entonces la venezolanidad fue un Cocosette, un Toronto o una Frescolita. Más tarde, en la medida en que el chavismo rescató nuestros símbolos y nuestra esencia, y la bandera ondeó bonita y el arpa cuatro y maracas tronaron más allá de opening del Miss Venezuela, sin liqui liquis y alpargatas con lentejuelas, cuando revivió el orgullo bolivariano, que hasta entonces casi clandestino, cuando la palabra Patria dejó de ser solo una palabra… entonces la clase media antichavista toda, huérfana de símbolos y de sentido de pertenencia, sintiéndose rodeada por una identidad nacional que, o sea, qué niche, abrazó las marcas registradas para expresar su propia venezolanidad y Harina Pan fueron todos.
El empaque amarillo no solo expresa su identidad, sino su postura política. Después de que su dirigencia los hiciera rodar una y otra vez por el barranco del fracaso, huérfanos también de liderazgos, el antichavismo se aferró a la esperanza de Lorenzo, el dueño de la harina, y se vistieron de amarillo para que él los conociera… y Lorenzo ni los ignoró.
Vestirse de Harina Pan fue solo el comienzo de una tendencia pavosísima: la ropa de marca decorada con otras marcas. Franelas con la carita del chichero de la chicha El ídem, impresa y retocada con lentejuelas, porque “El Chichero somos todos”, menos los chavistas que odian a la empresa privada, of course
Y todos son Pepito, aunque coman Cheetos, y son Toddy, aunque ya no sepa a Toddy sino a tierra, y son Cocosette, aunque no sea ni la sombra de lo que era, culpe Nestlé. Ellos son todas esas cosas que hacen a los ricos más ricos, desplumando a la gente como ellos. Y ahora también son Banesco, y lo expresan tuiteando frases cursis a favor de Juan Carlos Escotet, quien a su vez tuitea frases de líder motivacional que lo perfilan como el salvavidas presidencial que anhela el antichavismo clasemediero y que Lorenzo Mendoza no quiso ser.
Pronto, en las mejores boutiques, su franela de Baneskín.
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